ж Capítulo XXIX: Cuenta regresiva. ж

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Cruzaron el puente y desde el interior del carruaje se escuchaba las maderas rechinar por el peso

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Cruzaron el puente y desde el interior del carruaje se escuchaba las maderas rechinar por el peso. Emerald corrió la cortina de las ventanas apenas un poco, y pese a que los cristales estaban empañados por el frío, logró ver el río congelado que corría debajo.

—Según los libros de historia, se dice que este río alguna vez tuvo una enorme variedad de peces. —Julian asomó el rostro para tratar de ver la superficie endurecida—. Antes, Navidia era el principal exportador de pescado y los ingresos que se generaban provocaron el crecimiento del reino.

—Se ve que rebosó de vida alguna vez —dijo ella y él asintió.

—¿Y cuál es su principal fuente de ingresos ahora? —preguntó Draven.

—La minería. Debido al clima, lo único que podemos hacer es eso.

Navidia, sin ella quererlo, había sido una de las naciones más golpeadas por Marie. La aflicción que la envolvió aquel día luego de perder a su hijo había provocado que sumiera a la nación en una prisión de hielo. Los sentimientos de soledad y tristeza habían emergido de su ser y detuvieron el tiempo para todos. No sintió que hubiera esperanza. Ella solo se rindió y dejó ganar a aquella oscuridad contra la que toda su vida había luchado.

Marie poseyó un poder hermoso pero peligroso.

Emerald era consciente de que compartía ese rasgo con ella, por lo que no podía evitar preocuparse. No se podía permitir sentir algo como cualquier persona normal; debía aprender a controlar sus emociones porque estas podrían ser los detonantes de una nueva calamidad.

Desde el día de su cumpleaños, en el que asesinó a esos dos sujetos, se dio cuenta de que no sabía controlar aquel inmenso poder que dormía dentro de ella y había buscado retenerlo porque la asustaba poseerlo. Pero, contradictoriamente, cada vez que debía realizar algún hechizo se sentía... feliz.

Observaron por la ventana un rato más hasta que terminaron de cruzar el puente y luego siguieron conversando los unos con los otros. El tiempo transcurría con lentitud y, al igual que el día anterior, cuando cayó la noche, se detuvieron en una posada, donde volvieron a ser distribuidos de la misma forma en las habitaciones. Julian colocó una vez más el conjuro en la puerta, solo así lograban descansar con tranquilidad. Y a la mañana siguiente la rutina se repetía.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora