Julie Valtersen todavía no se siente preparada para exteriorizar sus sentimientos. Sabe que decirles sí a las nuevas aventuras no es realmente malo y su mundo gira en su vía de escape: las artes visuales, donde puede viajar a otro tiempo y espacio.
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Como seres humanos tenemos nuestras respectivas opiniones ante ciertos temas y festividades, en mi caso, el día de mi cumpleaños es una fecha que me encanta personalmente porque no soy la única como centro de atención, también tengo a mi mellizo, Rafael, al cual le gané a la hora del parto por cinco minutos, fui la primera en llegar a los brazos de mis padres, seguidamente él hizo acto de presencia con sus gritos más potentes que dejaron sordos a toda la sala, según nos contó nuestro padre al borde de desmayarse al tener a dos bebés lloriqueando.
Cada 27 de diciembre lo celebrábamos de manera diferente, ya sea disfrazados o en una reunión sencilla sin muchos invitados, en ese tiempo éramos nosotros dos, yo aprovechaba realizar mis fechorías mientras que mi hermano huía de mi presencia con tal de no ser la víctima. Debo confesar que era un diablillo andante y hacer llorar a los niños me hacía de alguna manera feliz, ¿qué? Solo trataba de divertirme. Yo fui la causante de que Rafael perdiera algunos dientes en nuestra infancia, por poco se fracture un brazo al empujarlo de una ventana y dejarlo calvo cuando estaba jugando con una afeitadora, qué tiempos aquellos, sin embargo, la única desventaja de nacer dos días después de navidad, era que no recibías regalo doble.
¡Qué indignante para una chiquilla al saber tal noticia!
Luego nació Harry y nos convertimos tres contra el mundo, la diversión había aumentado al máximo al igual que las bromas y discusiones. El peso de las responsabilidades caía en mí y Rafael al momento de cuidar a un chiquillo de cuatro años y los cumpleaños seguían siendo lo mejor del universo, sin embargo, entre más crecíamos, más expuestos estábamos ante los peligros que se desarrollaban en la sociedad y hasta en la misma escuela. Situaciones que te dejan una marca en tu vida y no se borra jamás por más que lo intentes, por qué luches.
Cuando despierto, lo primero que tengo en mi panorama dentro de mi habitación, es una nota sobre la mesita acomodada alado de mi cama, cojo la nota y la leo.
Feliz cumpleaños, espero mi regalo. :3
Blanqueo los ojos y niego con la cabeza. Me siento a la orilla del colchón mientras trato de despabilarme para luego ver las notificaciones del grupo Divazas, donde mis amigos me desean un feliz cumpleaños, mi corazón se encoge al no tener a ninguno de ellos aquí en Oslo, sin embargo, les agradezco muchas veces hasta que los fastidio y me amenazan con bloquearme.
