Gustabo y Pogo

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-No! No! Para!

Esas eran las palabras que Gustabo intentaba repetir una y otra vez mientras veía lo que hacía.

Pero las palabras nunca salieron de su boca. Al igual que tampoco era capaz de controlar sus acciones.

Gustabo no comprendía que era lo que pasaba. Tenía la sensación de que todo lo que estaba viendo, era como si viese una película, sentado en el sofá de su casa.

Pero lo que estaba viendo estaba lejos de ser una película y era algo que Gustabo por fín comprendió.

Era él el que hacía todas esas cosas, pero a la ver no era él. Era su cuerpo pero no era su voluntad.

Gustabo comprendió eso mientras luchaba una y otra vez por intentar de golpear al muchacho que tenía delante suya.

Y no comprendía tampoco como habían llegado a esa situación.

La mañana había empezado de manera normal, Horacio y él habían abandonado el puente donde esa noche habían dormido.

Gustabo le había dicho a Horacio que tenía que resolver unos asuntillos antes de irse con él a su nuevo trabajo, eran porteros de un hotel. No cobraban mucho pero no iba mal.

Los asuntillos de Gustabo no eran nada más y nada menos que vender droga. Era el otro trabajo paralelo que tenía sin que Horacio lo supiese. No le gustaba ese trabajo, pero que iba a hacer. Tenían 17 años y nadie los quería contratar en ningún lado.

A los 16 los habían echado del orfanato con un rollo de un plan de estudio para ellos y no sé que planplinas. Gustabo no se fiaba ni una palabra de ello por lo que lo ignoró.

Horacio no comprendía porque Gustabo desaparecía de esa manera todos los días por lo que decidió seguirlo.

Gustabo no se lo esperaba, y claro como era de preveer no acabó bien.

Gustabo estaba vendiendole al dueño de un taller de lavado, al parecer ahí tomaban todos sus empleados. 

Uno de los empleados pilló a Horacio en una esquina observando como el trato finalizaba y Gustabo volvía hacia su bicicleta. 

Antes de que el empleado pudiese avisar a su jefe, Gustabo ya se había dado cuenta de la situación. Al principio se puso muy nervioso, no sabía que hacer. Pero unos segundos después tuvo la sensación de estar en su casa viendo una pelicula.

Y así era, Gustabo perdió el control de su cuerpo  y vió como fue corriendo hacia el hombre que tenía sujeto a Horacio del cuello.

Lo apartó y empezó una y otra y otra vez a pegarle. Ahí fue donde Gustabo se dió cuenta de que no iban bien las cosas.

Gustabo intentaba gritar una y otra vez, quería deternerse. Pero algo no lo dejaba hacer nada.

-Gustabo...- se oía a Horacio que por fín había recuperado el aliento- vamonos...

El cuerpo de Gustabo pareció reaccionar porque agarró a Horacio del brazo y se lo llevó de allí dejando al hombre inconsciente y muy mal herido.

-Gustabo me estas haciendo daño- le decía Horacio.

Yo no soy! Intentaba gritar Gustabo, pero no era capaz. Gustabo no podía controlar su propio cuerpo.

Los dos muchachos llegaron por fin a un oscuro callejón donde el cuerpo de Gustabo estampó a Horacio contra una pared.

-Escuchame atentamente. Tienes que dejar de ser tan debil Horacio- empezó a decir el cuerpo de Gustabo.

Escucharse a sí mismo hablar pero no ser él el dueño de esas palabras era algo que Gustabo no estaba preparado para entender.

Final PersonalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora