Gustabo y Horacio

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Gustabo estaba harto de su nueva casa, la cual para él tenía un nombre muy feo, "Hermanas de la caridad, Orfanato". Que caridad si las hermanas allí son malas mamás, se repetía Gustabo siempre que le negaban algo. Eso era algo que Gustabo odiaba, que no le diesen lo que él quería. Por lo menos con los niños de su edad le funcionaba.

No tenía siquiera que hablar para que los niños le diesen lo que quería. Y eso era algo común en Gustabo, el no hablar. Él se dedicaba a analizar a todas las personas, en silencio.

Pero ese día, cuando la hermana María le quiso castigar por algo que Gustabo no había hecho, él tomó una decisión.

Salió corriendo de la habitación y sin que ninguna hermana se lo esperase, se escapó del orfanato.

Gustabo se veía capaz de vivir en la calle, pensaba que sería fácil.

Lo primero que hizo fue ir al parque. Gustabo quería jugar en un parque normal, era normal ese pensamiento en un niño de 6 años.

Al llegar al parque fue directo a los montículos de tierra, Gustabo quería hacerse un castillo, en el cual, cuando fuese mayor gobernaría sobre todos.

Lo que Gustabo no se esperaba era que un niño se acercase a jugar con él. Los niños del orfanato siempre lo evitaban, no querían jugar con Gustabo.

-Hola!- le dijo el niño sonriéndole.

A Gustabo le dió un poco de miedo ese niño, era la primera vez que veía la sonrisa de alguien tan grande como la de ese niño.

Pero el miedo se le quitó cuando vió al niño acercarse a él y en el camino caerse, comiendose así toda la arena que había por el camino. Con esto, el niño empezó a llorar y Gustabo miró a todos lados esperando que su madre lo ayudase pero nadie lo hizo. Una mujer sentada en un banco hablando por teléfono miró en nuestra dirección pero simplemente puso una mueca de asco.

Por lo que Gustabo se acercó al niño y lo ayudó a levantarse.

Este seguía llorando y a Gustabo no le gustaba nada, por lo que intentó que dejase de llorar.

Lo que vió a continuación le asustó un poco, el muchacho que tenía delante pasó de un segundo a otro de llorar a reir felizmente.

-Hola- dijo quitandose las lagrimas de la cara- me llamo Horacio.

-Hola, yo Gustabo.

-Gustabo?- preguntó el más pequeño de los dos- eso como se escribe?- dijo mientras que cogía una rama del suelo y empezaba a escribir- asi?

Gustabo vió su nombre escrito con "b" y no estaba muy seguro de si era así, pero al pequeño le gustaba.

-Si- dijo simplemente.

-Juguemos juntos Gustabo- le dijo Horacio sonriéndole.

-Horacio!- gritó la mujer que segundos antes estaba con el teléfono- nos vamos.

-Me tengo que ir- dijo el niño mirando a Gustabo con pena- ven mañana y jugamos juntos!

Gustabo no tuvo otra que asentir mientras veía a Horacio irse con esa fría mujer.

Gustabo se fue de allí pensando donde podría dormir esa noche. Por la comida por ahora no se preocupada, antes de irse cogió una mochila y pilló varias magdalenas de la cocina.

Gustabo pensó que dentro del tobogán sería un gran sitio para dormir, por lo que esa noche la pasó ahí. No tuvo  frío, pero fue un poco incómodo.

Al día siguiente estuvo en el cajetín de arena todo el día esperando a Horacio, el cual por la tarde apareció.

Cuando este vió a Gustabo fue corriendo hacia él con una sonrisa de oreja a oreja.

Final PersonalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora