Conway y Pogo

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Conway se encontraba en la iglesia, la cual se encontraba en restauración tras la explosión.

No podía entender como iban a convertir eso de nuevo en un sitio de culto. La verdad le daba mal rollo pensar que donde podría haber muerto hace unos meses la gente se pondría a rezar o tener vivencias muy importantes en su vida.

Tras negar con la cabeza, Conway continuó  con su camino. Era un recorrido que se había acostumbrado a realizar todas las mañanas tras su recuperación. A él no le pasó mucho ya que logró salir a tiempo de la iglesia, pero Gustabo y Horacio eran otro tema.

Mientras Conway iba paseando por la calle hasta su destino empezó a recordar como todos los días. Gustabo aún no ha vuelto, Pogo sigue estando ahí y no es algo fácil de ver. Pero la doctora tiene fe, cree que podrá volver Gustabo.

Conway se pregunta si esa fe que tiene es porque de verdad lo cree o porque cuando Horacio habló con ella sobre Gustabo, la mujer deseaba que fuese verdad.

Quien no lo desearía despues de hablar con Horacio sobre su querido hermano.

Horacio sigue en el hospital, en un ala diferente a la de Gustabo, pero sigue allí. El tema de sus piernas es muy delicado, tantas heridas recibidas y tan mal curadas algunas de ellas no le ha ayudado mucho que digamos. Poco a poco va avanzando, aún no se puede poner en pie él solo, pero con unas muletas lo consigue y eso es algo satisfactorio de ver. 

Conway se encontraba ya frente al hospital. No dudó y entró directo hacia su destino sin pararse a pedir permiso ni nada. Todos los trabajadores saben que no deben interponerse en su camino. Y bien que lo saben, ya que lo aprendieron por las malas. Conway recuerda con una sonrisa los primeros días que iba a verlo. Un médico se interpuso en su camino, de manera muy persistente le decía que no podía pasar.

Conway tranquilamente miró al médico para despues pegarle un puñetazo que lo dejó en el suelo. Tras esto continuó su camino.

Conway nunca lo admitirá en alto, supo que se pasó un poco con ese médico, pero era necesario.

Continuó su camino hasta llegar a la puerta, donde siempre se quedaba mirándola un par de segundos antes de tomar aire y decidirse a entrar.

Saludó con la cabeza a un médico encargado de la zona y este le dió una tarjeta, como todos los días.

Con la tarjeta, Conway se dirigió a la habitación 666. Conway no sabía que pensar al ver ese número, no sabía si tomarselo con humor o como mala suerte.

Al entrar cerró la puerta al momento y dirigió su atención hacia la persona que estaba sentada al lado de la ventana.

-Ya estás aquí de nuevo?- dijo Pogo girando su cabeza con una sonria macabra hacia Conway.

-Sí, es lo que toca- le contestó Conway mientras se sentaba en una silla ubicada en una esquina de la habitación.

-Y que me vas a contar hoy?

-Hoy me siento generoso- dijo Conway mientras se cruzaba de brazos- te voy a dar a elegir entre dos temas.

-Wuau, que generoso usted- exclamó Pogo con un gran sarcasmo.

-Que prefieres escuchar, cuando porfín entraste al cuerpo de policía como alumno o cuando entraste al CNI?

-Prefiero escuchar cuando mataron a Torrente.

El semblante de Conway se puso muy pálido y Pogo aprovechó para seguir hablando.

-Exacto, recuerda ese día? Cuando mataron a Torrente, Gustabo y Horacio estaban delante y ellos casi mueren también- empieza a hablar mientras se levanta de al lado de la ventana y poco a poco se va acercando a Conway el cual se encuentra mirando al suelo incapaz de mantenerle la mirada- recuerda como recorrieron la isla entera de una punta a otra lo más rápido que podían para notificarles a ustedes? No creo que se acuerde, estaba más ocupado convirtiendose en un loco como para ver que delante suya tenía a un par de alumnos, que llevaban dos putos días en el cuerpo, que habían sido secuestrados, casi los habían matado, había presenciado un asesinato muy brutal.

Final PersonalizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora