ж Capítulo XXVIII: Sanación. ж

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—Julian puede tener razón. —Ella sacó los diarios de su bolsillo—. Tres es un número importante, no solo ahora, sino desde mucho antes.

—Marie, Diómedes y August —dijo Julian.

—Agatha, Rugbert y Cornellius —aportó Emerald.

—Emerald, Julian y Draven —completó el castaño mientras los otros asentían.

—¿Lograste leer el diario de tu madre? —preguntó Julian.

—No, no tuve la oportunidad de abrirlo.

—Hazlo. —Julian observó la tapa del diario y luego le dirigió una mirada fugaz a la muchacha.

Ella lo sujetó entre sus dedos y abrió las primeras hojas, pero al hacerlo, tan solo encontró unas figuras extrañas que no tenían ningún sentido. En su gran mayoría, estaban tachadas con una marca circular roja como la sangre.

—¿Qué es esto? —Emerald observó los símbolos con atención, pero no lograba entender nada.

—Son conjuros selladores. —Esta vez fue Diómedes quien hizo acto de presencia, la seriedad en su voz fue tal que inclusive Draven sintió miedo—. No es un diario como el de tu padre o el de Rugbert, la única finalidad que tiene esto es registrar todos los sellos que Agatha ha realizado a lo largo de su vida. Está conectado con su yo actual.

—¿Cómo podría ella realizar algo tan complejo desde joven?

—Agatha siempre fue una niña arisca y extraña —contestó el hechicero—. Ni Rugbert ni yo confiábamos demasiado en ella, esconde algo. Traté de meterme en su mente en más de una ocasión, pero siempre me echaba fuera. El único que pudo sellar sus poderes sin que se diera cuenta fue Cornellius, aunque, para ser franco, no sé si no bajó sus barreras a propósito.

En cada hoja que iban pasando encontraban una marca ya tachada. Emerald quedó sorprendida por la cantidad de sellos que había dentro, su madre había hecho eso durante muchos años; tanto que se había quedado sin espacio allí.

—Mira. —Diómedes señaló la única marca que todavía no estaba marcada con color rojo.

—Solo una... —De inmediato, recordó el sello que su madre les mostró a los demás líderes—. ¿Será el que le puso a Igor?

—Es probable que sí. Estaba pensando exactamente lo mismo.

—¿Pero por qué dejaría esto en un libro viejo y abandonado? —preguntó Draven.

—Por esto...

En cuanto Diómedes estiró el brazo, dejó al descubierto su piel y enseñó la marca que Emerald y él compartían.

—Cuando realizas este conjuro, la marca se queda grabada en tu cuerpo. La meta de Agatha siempre fue ser reina y lo consiguió. Si Cornellius hubiera visto tantos símbolos en su cuerpo, hubiera anulado su matrimonio.

—Pero mi padre dijo que le debía algo a mi madre.

—Me gustaría darte una respuesta a eso, pero la verdad es que no lo sé. —Él se encogió de hombros, restándole importancia—. Puede que haya sido la culpa por sellar sus poderes, o puede que haya pasado algo entre ellos que ni yo ni Rugbert supiéramos... No sabría decirte a qué se refería con eso.

Al llegar a la última hoja, unas letras comenzaron a aparecer sobre el amarillento papel:

«No volverás a entrar, no volverás a ver. El recuerdo de este diario verás desaparecer».

Y en cuanto las leyeron, el diario se cerró y fue consumido de a poco por las brasas. El fuego no se extendió, solo lo devoró hasta no dejar rastro de lo que había allí.

Emerald, la usurpadora del trono [YA A LA VENTA]Where stories live. Discover now