<•> Capítulo ochenta y seis <•>

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—Te pediré un chocolate caliente y... ¿Galletas de chispas de chocolate, tal vez?

Ni siquiera le respondí. Él pidió por mi nombre, y para él, pidió un café mocca. Todo estuvo listo en pocos minutos, y durante ese tiempo, el silencio reinaba en nuestra mesa. No me atrevía a mirarlo. Parecía que me mataría con la mirada en cualquier momento.

—Espero que hayas disfrutado el fin de semana —comentó, una vez la chica de la cafetería dejó el pedido sobre la mesa. Él se dio un pequeño sorbo al café.

—Así fue —contesté simple. Tampoco quería hablar de más.

—Hay un par de cosas que me interesa saber.

Sin responder, alcé una ceja y esperé a que continuara. Mientras tanto, probé aquella bebida que me dejó embobado. Estaba realmente deliciosa.

—¿Durante el fin de semana, mi hijo recibió una llamada importante?

La pregunta me tomó por sorpresa, pero la respondí de inmediato.

—Claro. Tra-Trabajo.

—Oh, no me refiero a una llamada de su empresa. Me refiero a alguna ajena a su vida laboral.

Recordé todas las llamadas que recibió para atender las dudas de mis compañeros de trabajo. Aquellas dudas que habían surgido el sábado y el lunes, pues que nos quedamos en Wiehengebirge un día más. Que él apagara su teléfono, era prácticamente imposible.

—No que yo se-sepa.

—¿No recibió una llamada de algún agente de policía?

Aquel cuestionamiento fue suficiente para que las manos me comenzaran a temblar más de lo normal. ¿Por qué diablos tenía que atender una llamada de la policía? Aún, cuando se suponía, no había hecho nada malo.

—¿Por qué pol-policía, señor?

—¿Sí o no? —yo negué moviendo mi cabeza—. Bien, a él no le han llamado, así que no debería responderte esa pregunta, Ivo.

La confusión me invadió por completo.

—¿Sólo pa' esto quiso ve-vernos?

—¿Tú conoces a Frieda? —ignoró por completo mi pregunta.

—Una vez ella golpiarme con... Con su a-a-auto. Na'a más. Oh, eso fue que me dici... Dijo Derek. ¡Ah, y Sylvio también!

­—¿Pero nunca has interactuado con ella?

—Nop. Nunca.

Nuestras miradas se volvieron a encontrar por unos pocos segundos. John Kellerman me sonrió descaradamente y añadió:

—Pues ya es hora de que eso suceda, ¿no crees? Que ustedes dos se encuentren, es completamente inevitable.

Gracias a sus palabras, un escalofrío me recorrió por la espalda, dejándome helado del miedo. Sabía muy bien que pronto, las desgracias de Derek aumentarían si esa mujer aparecía frente a él de nuevo. Lo único que no me pasaba por la mente, era por qué tendría que encontrarse conmigo.

—Yo entiendo muy bien por qué aceptaste esta reunión, Ivo. Quizás, muy en el fondo quisieras que apruebe su relación...

John Kellerman parecía muy seguro de sus palabras, pero estaba muy equivocado.

Moví mi cabeza en señal de negación total. Le mantuve la mirada, y tratando de equivocarme lo menos posible, le respodí:

—No. Derek y yo e-e-e'tamos bien. Que usté meta o no las narices, no cambia que nos que-queramos. Punto. 

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now