<•> Capítulo ochenta y cinco <•>

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[Ivo]

Sus manos me tenían sujetado con fuerza contra la cama, mientras sus labios se dedicaban a devorar los míos con impaciencia. Recientemente me había arrojado a la cama, y sin darme tiempo a reaccionar, se subió encima de mí, dejándome inmóvil e incapaz de evitar la situación.

¿Pero quién quería evitarla, Dios mío? Ese hombre me excitaba solamente con chasquear los dedos.

—Estuve deseando hacer esto todo el maldito día.

Estábamos en Wiehengebirge, pasando un fin de semana de lo más maravilloso, descansando entre mugidos de vacas y aire fresco, correteando cual Heidi en los Alpes. O al menos eso sí lo hacía la pequeñita bola andante de Vincent, quién se la pasaba de lado a lado, sin tomar descanso, y en ese momento, se encontraba fulminado por el sueño y el cansancio.

Así ambos aprovecharíamos la situación. Afortunadamente, por lo tarde que era, los muchachos de la casa también dormían. Algunos de los muchachos encargados de la vigilancia, también estaban descansando, mientras otros rondaban cerca de la casa. Fue imposible ir solos a Wiehengebirge, no después de aquella situación tan amenazante, que nos tenían a todos con los nervios de punta.

—¿Quieres hacerlo? —preguntó, devolviéndome al momento tan apasionado al que siempre me sometía mi castaño.

—La pegunta me o-ofende, Derek —respondí. Ante esto, él se echó a reír. Sus carcajadas siempre serían el motivo de mis sonrisas.

Alzó mi suéter, dejándome así con el abdomen descubierto. Justo en ese momento, su boca comenzó un recorrido húmedo por mi piel desnuda, para luego dedicarse exclusivamente a dejar su dentadura marcada en mis pezones.

—Entonces si me lo permite, señor Lane... —habló, antes de dirigir sus manos a mis pantalones, y deshacerse de ellos de un tirón.

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Había perdido la noción del tiempo.

Veía borroso.
El aire apenas me pasa por entre los dientes. Debía mantenerme lo más callado posible. Qué tarea tan increíblemente complicada.

Se estaba tornando más difícil aún...

Estaba siendo presionado contra la cama. Me tenía inmóvil, agarrándome por la nuca, mientras severas embestidas me hacían soltar palabras incomprensibles. Mis sentidos estaban completamente bloqueados, a lo que estuviera sucediendo fuera de la habitación. Solamente me concentraba en el ruido que estaba haciendo el respaldar de la cama cuando cochaba contra la pared, cada vez Derek se introducía con fuerza en mí.

Mis manos estaban rígidas, apretando las sábanas como si la vida me dependiera de ello.

Mantener el trasero levantado, se había convertido en el mayor esfuerzo que había realizado en los últimos días. Estaba agotado, mis piernas temblaban cual gelatina recién hecha y servida.

—Me gu-gusta... —exclamaba, pues era lo único que mi consciencia me dejaba decir sin sonar estúpido. Parecía que tener sexo, me volvía más torpe en el habla.

—Sé que te gusta, pero hazme el favor de guardar silencio —de repente, me jaló del cabello con fuerza, haciendo que me incorporara. Mi espalda tocó su abdomen. Para su provecho, utilizó la posición para susurrarme al oído—: No quiero que nos escuchen, ¿o tú sí? —su voz ronca y sexy, hizo que la boca me temblara.

Perfecta ImperFecciÓnWhere stories live. Discover now