cuarenta🍒

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Las fiestas ya habían pasado. La primera fiestas en la que estaban todos juntos y fue uno de los mejores días para esa rara familia, habían compartido y reído sin parar.
Madison recibió muchos regalos y chillaba de tanta felicidad. Todo estaba jodidamente bien, no había ninguno puto problema.

Pero había uno que ellos trataban de ignorarlo para tratar de ser felices por un momento. Se aproximaba el día, aquel maldito día que tenia a todos muy nerviosos y un poco desanimados. Pero aún así no bajaban su sonrisa para verla feliz a la pequeña Madison...

Solo faltaban unos pocos días y todos los chicos se encontraban haciendo sus valijas para volver a Riverdale, buscar algunas cosas de importancia y volver a irse a Los Ángeles, para así poder resolver todo esto.

Madison se encontraba jugando con Ronnie en el patio de atrás. Ambas corrían para todos lados sin parar, hasta que caen rendidas en el césped.

-Eso fue divertido. -rie Madi mientras arrancaba un poco de pasto-.

-Demasiado, ¿Quieres ir a dentro a ver televisión o quedarnos aquí? -pregunta Ronnie con una sonrisa, mientras la observa detenidamente-.

-Aquí. -suelta Madi con un suspiro-. No dejes que me lleven, por favor, mami.

Esas palabras provocan un nudo en la garganta de Vero. Madi era consciente de la situación, aunque no entendía muy bien, sabía que algo malo pasaría. Y eso le dolía a Vero, que ella sepa lo mal que estaba la situación, que eso haga que su pequeña tenga pesadillas de noche, que su pequeña se ponga triste.

-Nunca dejaría que te lleven, nunca dejaría que te alejen de mí lado, nunca dejaría que te dañarán. -dice Ronnie mientras se sienta para cargar a su pequeña-. Porque eres mi hijita, la dueña de este pobre corazón, bueno tú y tu padre. -rie la morena-. Te amo, Madi.

-Tambien te amo, mami. -sonrie la pequeña de ojos azules, para aferrarse a su madre, en un abrazo-. Gracias por aparecer en mi vida...

-Gracias a ti por aparecer en la mía, mi vida. -asiente la pelinegra, dejando un casto beso en el cabello su hija-.

Y así las dos pelinegras se quedaron, en un reconfortante abrazo entre madre e hija, lo único que necesitaban en ese momento.

Mientras que por otro lado se encontraba un pelinegro sentado en el sillón junto a Cheryl, Archie, Sweet Pea y Betty. Estos cuatro hablaban de cualquier tema, pero ese ojiazul no se encontraba allí, su mente estaba en otro lado, el estaba jodidamente mal.

Sus manos empezaron a temblar sin razón alguna, su respiración se volvió más profunda y más agitada, sentía un leve espasmo en el pecho. Estaba teniendo un ataque de ansiedad.

Cheryl noto lo raro que se había puesto, por lo que mira con susto, por ver como su pecho subía y bajaba para poder regularizar el aire.

-¿Jug, estas bien? -pregunta Cheryl todavía observándolo-.

-Si, solo necesito un poco de aire. -dice Jughead, forzando una sonrisa para salir afuera de esa casa-.

Odiaba ponerse así, odiaba no poder hacer nada para resolver esta situación, odiaba tantas cosas pero no había manera de solucionarlas, solo esperar y esperar. Pero eso era lo que él  no quería -esperar por algo que no tiene su final- aveces las cosas parecían irse por la mierda, pero siempre llegaba una situación que podía cagarla más.

-Asi es como quería encontrarte. -suelta una voz-. Volviste, hiciste una vida y ni te preocupaste por buscar, en saber como estaba o si por lo menos sigo viva ¿no?
No te importo una mierda.

El estómago de Jughead se revolvió de angustia, de tristeza, al poder escucharla de nuevo. Parecía que no podía salir de un problema que ya estaba en otro.

Trying to be happy| vughead Where stories live. Discover now