Say something

425 32 59
                                    

Los dedos largos se deslizaban por todo su torso, los labios ajenos hacían el mismo recorrido. Un gemido de placer se escapó de su boca, no podía contener lo que sentía. El otro le estaba comiendo, derritiendo a cada movimiento y acción que cometía. Se estaba perdiendo por todo el ser de su amado, consumiendo, uniéndose y hundiéndose, para bien y para mal.

Escuchaba su nombre siendo gemido, alabado, acompañado de lo que debía hacer y de cómo hacía sentir el otro.

–¡Ah, Jack!– una mordida en el oído acompañó el sonido. Las manos ajenas sostuvieron su cadera, le apretaron con tal fuerza que creyó que las uñas atrevesarían su piel. Por extraño que fuera, le encantan ello.

Otra embestida, el clímax estaba cerca, muy cerca.

Además del placer y la excitación que el otro provocaba, el saber que estaba haciendo aquello con la persona correcta, lo llevaba a sentir todo multiplicado al doble.

Entonces despertó. Desconcertado, se dio cuenta de que solo había sido un sueño, un muy buen sueño. No había un rubio con el que hacía el amor, no había nadie con él.

–¿Qué me has hecho Ennis?– murmuró cuando despabiló.

Espero a que la erección provocada por el sueño bajara, pero no sucedía. Comenzó a buscar canciones para distraerse; hasta prendió la radio, en su móvil. Nada daba resultado, lo peor era cuando recordaba el sueño, aquel momento tan emocionante.

Se rindió, aunque en parte quería hacerlo. Buscó algo de papel y con la culpa en la garganta, tomó su miembro para estimularse con las escenas que su subconsiente le puso. Repitió una y otra vez aquello, como si fuese una película. No se detuvo hasta sentir la oleada de placer que un rubio de ojos verdes le había causado.

Hubiera preferido que aquel chico le ayudara con su asunto, a que él mismo se encargara. Pero vamos, estaba a kilómetros de ahí. Después de ello, se dio una ducha fría, una que le hizo recordar que faltaba poco para ver al chico de nuevo.

Luego de ducharse, se vistió rápidamente y bajó a desayunar con sus padres, como cada mañana. Sirvió cereal en un plato junto con leche, se sentó a la mesa donde ya le esperaban.

Comenzó a preguntarse para sí mismo si era buen momento para hablar con sus padres sobre lo que sabía desde hacía un par de años: que era bisexual.

–¿Aún quieres ir a Brokeback?– la voz de su madre le sacó de sus pensamientos.

–Sí ¿Porqué?– metió una cucharada de su desayuno improvisado a la boca.

–Bueno, es que desperdiciar dinero solo por un viaje...

–Quiero ver a mi amigo de nuevo – tragó, sintiendo las manos temblorosas y el estómago convirtiéndose en un nudo. Debía decirles.

–¿Amigo? ¿Desde cuando tienes amigos?– preguntó su padre – espero que no seas gay.

–¿Y eso qué tendrá de malo?– dijo con enojo.

–¿Todo? Hemos puesto todo nuestros esfuerzos y esperanzas en ti; serías un desperdicio – las palabras hieren más que los golpes, lo supo en ese instante.

Continuó en silencio hasta que terminó el cereal. Tomó su mochila y no se despidió. Las palabras de su padre resonaron todo el camino a la escuela ¿En serio era un desperdicio?

Bajó del autobús y cruzó la calle, donde encontró a Randall. Entonces recordó el sueño y las semanas de celibato que llevaba. Siempre tuvo la capacidad de acostarse con quien quisiera y, si tenía ganas ¿porqué no terminar con su poco celibato?

BrokebackUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum