3. La llamada

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—Te acabo de enviar su número para que lo guardes —informa mi amiga, conozco sus intenciones y no pasará. ¡No voy a registrar el contacto del señor Harvet y mucho menos escribirle! Vuelvo a negar con la cabeza—. Oh sí, claro que lo harás, Rach.

Menciona, centrando su atención a mi móvil que se encuentra en el suelo, debí soltarlo cuando recibí el mensaje de Jackson. Levantándose de la cama, lo toma. «Solo lo guardaré, quizás un día tengas dudas sobre una tarea y te sirva» Aclara divertida y me encojo de hombros, mientras ella teclea en mi móvil unos segundos y después lo deja en el aire, con la pantalla hacia al frente para que vea el contacto.

«Papucho Harvet»
Leo la identificación con la que ha colocado al profesor de cálculo. Sonrío negando nuevamente con la cabeza. Es Amy, no puedo esperar menos de ella.

—¿Segura que no lo quieres llamar? —Pregunta divertida, volviendo el móvil hacia su rostro. Sé que no lo llamaría sin mi aprobación, pero igual, decido saltar de la cama y arrebatarle el celular. Amy ríe, empezando una fingida lucha en la que coloco más presión ante mi esmero por quitárselo y logro hacerlo—, estoy bromeando, Rach. Aunque sigo pensando que es buena idea.

Sonrío de nuevo ante su locura y en un gesto afectuoso se acerca más para rodearme efusivamente  con sus brazos. Suspiro agradecida por tenerla a mi lado, no sé qué estuviese haciendo ahora sin su compañía. «Construyendo mares en todos los desiertos del mundo, con tus lágrimas» Reniego en mi mente. Y probablemente sí, de no ser por Amy ni siquiera me hubiese enterado de la razón por la que Jackson me terminó. Seguiría pensando que su enojo se debía al comentario del señor Harvet.

—Gracias Am —menciono nostálgica. Ella se aleja un poco para verme.

—¿Me agradeces por darte el número del ardiente Mark? —El tono coqueto e insinuante en el que pregunta me hace entornar los ojos— Vamos, tienes que aceptar que está como quiere. Incluso mejor que Jackson.

—¡Amy Martins! —desapruebo lo que dice, mucho más ante la mención de mi ex, su nombre es lo último que deseo escuchar.

—Acéptalo, Rachel Lombardo —insiste risueña.

—Si, de acuerdo, el profesor Harvet es guapo —decido contestar con sinceridad, aunque no es el momento más oportuno, sé que Amy no parará hasta que lo admita. Y es la verdad, pero es solo eso: Una cara bonita. Ni siquiera lo conozco, no puedo opinar más allá que de su físico y eso no dice nada. He visto muchas personas que por fuera son hermosas y por dentro dan terror. La mirada acusadora de Amy me distrae de mis pensamientos, evidentemente ella espera algo más en mi respuesta—. Oh, espera: El profesor está follable. Es un papucho que ha sido tallado por el mismo Vincent Van Golden o como se llame.

Pronuncio algunos de los cumplidos que mi amiga suele usar para describir a sus personajes literarios favoritos.

—¡Exacto! —exclama sonriente y orgullosa. Niego con la cabeza, uniéndome a su risa. Una que inmediatamente se borra al bajar la mirada a mi mano—. Mierda, Rach...

Extrañada por su repentino cambio de humor, sigo la dirección de sus ojos, hasta encontrarme con mi mano y el móvil que sostengo. Ver la pantalla encendida, mostrando su actividad actual, me hace entender la actitud alarmada de Amy.

«Llamada con: Papucho Harvet»

Joder. No no. Impaciente, intento terminar la llamada de algunos minutos ya, sin embargo, el temblor y torpeza en mis manos torpes no ayudan a mi lucha por colgar. Amy susurra que puede que el señor Harvet ni siquiera esté en la línea, igualmente consternada que yo, me anima a comprobarlo.

—Hola —aclaro mi garganta, llevándome el móvil a la oreja. Amy se acerca para escuchar—. Eh, ¿Hay alguien ahí?

—Señorita Lombardo...

¿En clases no? - YA EN FÍSICO Where stories live. Discover now