Me encanta recoger naranjas, me lo paso genial, es más, el dolor en los brazos ya apenas lo siento porque creo que ya no tengo brazos y estoy soñando que sí.

Antes de dirigirme hacia los naranjos, voy al lavabo porque necesito hacer pis. Me quito las botas antes de entrar y la abuela me sonríe tiernamente para después volver su vista a la televisión, que funciona con una antena enorme.

Subo las escaleras mientras escucho a Betty regañar a Nancy porque no ha recogido los juguetes y miro a la habitación de Diego y Leo cuando voy camino al baño.

El gemelo que me ha roto el corazón está ahí, echándose crema en el costado y parte de la espalda, aunque no se la está extendiendo bien.

Estoy parada frente a su puerta con mi cuerpo en dirección al baño pero mi cabeza girada hacia él.

Debería ir al baño e ignorarlo. Que pidiese ayuda a Betty o cualquier otra persona, como su hermano. Comparten chicas en la cama, ¿por qué no un momento de debilidad?

Suspiro pesadamente no muy convencida de entrar en la habitación y cuando me acerco a él y le quitó el bote de su mano, me mira sorprendido.

— Se llama hospital —le digo echándome un poco de crema en mis dedos.

— Estoy bien, estará perfecto en un par de días —responde y se encoge ante mi tacto cuando presiono suavemente mis dedos en su piel.

— Lo dudo mucho —extiendo la crema por todo su costado con el corazón en un puño porque él, a pesar de todo, sigue haciendo que mis piernas tiemblen y el corazón me vaya a mil.

— ¿Eres enfermera o ingeniera?

— Al parecer ambas —lo miro y él está mirándome.

— Ambas —se ríe y aprieto con mis dedos— ¡Joder! Con cuidado, B, me duele como el infierno.

Ruedo los ojos y paso suavemente mi mano por todo su costado. Las yemas de mis dedos me queman al rozarlo y el corazón bombea con dolor contra mi pecho.

Me duele y me alejo de él porque no puedo hacerlo, no puedo estar cerca de él y comportarme como si nada hubiera pasado.

Me giro y salgo de la habitación dejando a un Leo confuso dentro. Lo peor es que yo también estoy confusa. No puedo quererlo, tampoco amarlo. Simplemente fue una obsesión y ya está. Es guapo, me gustaba y nadie me había tratado así nunca, es eso.

Zev y su coche nuevo gris no tardan en aparecer media hora después y me monto en el asiento del copiloto para después dejar un beso en su mejilla.

— ¿Todo bien? —Pregunta.

— Todo bien, ¿dónde vamos a ir?

— Donde quieras, chica. ¿Qué quieres hacer?

Me encojo de hombros. Como querer hacer, quiero hacer muchas cosas, pero que podamos hacerlas... Estamos en medio de la nada. No hay heladerías, un cine o una cafetería. ¿Qué hacen aquí los chicos cuando se conocen?

Ir a cualquier sitio con una nevera y unos refrescos.

Estamos sentados en la parte de atrás de su nueva camioneta negra. Nada que ver con la de Kenzie y yo estoy bebiendo una Coca-Cola.

Zev trabaja cuidando caballos, es su pasión y habla de ello como si fuera lo más preciado del mundo. Los ojos se le iluminan y una sonrisa siempre está en sus labios cuando habla de animales.

Ojalá yo sintiera tanta fascinación por ellos. Tiene un perro, pero aún no lo he conocido porque le dije que me daban miedo.

— Los pueblos son diferentes a las ciudades —me dice—. No creo que pueda sobrevivir en una, demasiado estrés y aire contaminado.

— Ya, no hay muchos sitios en los que encontrar un silencio como este, pero adoro la ciudad —me encojo de hombros—. Quizás es a lo que estoy acostumbrada, aunque un poco de paz y desconectar, nunca viene mal.

Él sonríe y se echa hacia atrás, tumbándose. Su mano toca mi pelo y cierro los ojos porque adoro que me toquen el pelo, me relaja y puedo, incluso, quedarme dormida.

Me echo hacia atrás y apoyo la cabeza en su pecho. Él sigue pasando su mano por mi pelo y miro hacia arriba para besarlo.

Se siente bien, me siento bien.

Zev es respetuoso conmigo, no se ha sobrepasado y me alegro, porque le hubiera cortado las manos.

Y Diego le hubiera hecho algo peor.

— No quiero que te vayas a California —dice—. Esto no es muy divertido, pero quiero seguir disfrutando de tu compañía.

Sonrío y me incorporo, sentándome de nuevo.

— Puede que no me vaya si me preparas esa pizza tan rica que dices.

— Eso está hecho —sonríe abiertamente—. ¿Mañana te recojo y cenamos juntos?

— Me parece buena idea.

Él se incorpora y me mira con los ojos entrecerrados y una sonrisa en su rostro.

— ¿Qué?

— Nada —se encoje de hombros—. ¿Vendrás conmigo a montar a caballo algún día?

Recuerdos de la vez que monté a caballo con Leo vuelven a mi mente y muevo mi cabeza de lado a lado.

— ¿No?

— Claro que sí, sería genial si me ayudas a subir al caballo.

— Faltaría más —mete un mechón de pelo detrás de mí oreja y me besa.

Gustarle a alguien, para mí, es como un sueño porque no suelo gustarle a los chicos, así que, este año al final no parece ser tan malo.

**

El domingo termino el contrato y podré tener un poco de vidilla.

Gracias por estar aquí aún y seguir leyendo. Me alegro que os guste la historia. Sé que si no actualizo a menudo os cansais, yo me cansaría, pero espero estar más activa.

¡Gracias!

Instagram: @redmoonlightx

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Où les histoires vivent. Découvrez maintenant