25; Leo

15.7K 1.5K 326
                                    

Esᴛᴀ́ sᴏɴᴀɴᴅᴏ Bᴏʏ Iɴ Sᴘᴀᴄᴇ ﹣ Gɪᴠᴇ ᴍᴇ

A veces, tenemos que dejarlo todo ir y saber que el pasado debe quedarse en el pasado. Removerlo y traerlo al presente no siempre es una buena idea. Si una persona te dejó y no volvió, es porque no le interesaste y no le interesas. Si alguien no luchó por ti, es que no vale la pena, mereces más, mucho más. Diego y yo merecemos más que la mujer se que se está levantando de la silla y yéndose sin mirar atrás.

Mi madre.

Ahora sé que tuve que dejarlo todo atrás, que la conversación que hemos tenido ha sido totalmente innecesaria. Sí es cierto que se llevó todos los ahorros, no ha podido excusarse, sí es cierto que no somos nada para ella, aunque haya soltado un par de lágrimas frente a mí para mostrar arrepentimiento. Conoció a un hombre con hijos, se enamoró y ahora cuida a los hijos de otro mientras pasa de los suyos. No quiero que vuelva, esa nunca ha sido mi intención y no ha sido la intención de quedar con ella, solo quise saber qué pasó.

Hay madres que no quieren a sus hijos y ella es una.

Ha sido corto y breve porque cada vez que pasaban los minutos, veía que esa mujer nunca nos ha querido y que estaba perdiendo el tiempo; no la necesitamos, de todos modos.

Me levanto de la silla cuando he pagado la cuenta y salgo de la cafetería sintiendo el calor pegajoso de San José.

Ahora que toda la familia sabe de mi relación con Bambi, me siento más relajado y feliz. Nada me impide ahora mostrar amor y cariño a mi chica, que está sentada en un banco esperándome mientras se bebe una lata de refresco. Insistí en que entrara a la cafetería conmigo, al menos que se sentara en otra mesa, pero no quiso.

Hace unos días me preguntó el por qué me había fijado en ella con todas las chicas que hay en el mundo. Bueno, no conozco a todas las chicas del mundo, pero después de conocerla a ella, no quiero conocer a ninguna más.

Fue su sonrisa, su pelo brillando al sol, su perfume floral, sus lloriqueos por el ataque de las gallinas, sus carcajadas, sus ojos marrones o su maldita manera de seducirme, aunque ella está harta de decirme que no hizo nada para que eso sucediera.

Su mirada se fija en mí y mira su reloj, sí, he tardado poco. Con precaución, cruzo la calle y me siento a su lado.

— ¿Ya se ha ido?

— Ha sido breve.

— ¿Qué ha pasado?

Me encojo de hombros porque no sé exactamente qué contarle que no se imagine o sepa ya. Diego ni siquiera lo sabe y no sé si voy a contárselo, es más, creo que no vale la pena.

— Es una mala madre, eso es todo. Hizo lo que hizo y ya está —meto un mechón de su pelo detrás de su oreja— ¿Quieres ir a comer algo?

— Me vas a poner como una vaca, Leo, acabamos de comer.

— Hace dos horas, yo tengo hambre.

— Jesús —pone la mano en su frente—, ¿en serio tienes hambre? Te has zampado una hamburguesa más grande que mi cabeza, sin contar las patatas y el refresco.

— Pero tengo hambre.

Ella se levanta y me hace una seña para que caminemos. Aún quedan unos días de verano, pero Bambi volverá a la universidad pronto y dejaremos de vernos tanto.

— He hablado con Asher —me informa—, he quedado con él antes de volver a Princeton.

— ¿Cómo está su madre?

— Mucho mejor, o eso dice él.

— No tienes que sentirte culpable por lo que hizo tu hermana.

[Saga West] RAMÉ #1 [YA EN AMAZON] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora