Capítulo 04.

968 174 76
                                    


Yo también puedo cuidarte. Zhan.

Lo miré estupefacto por unos segundos, "creo", bajé la mirada y creo que solo en ese momento tomé el peso de sus palabras. Éramos dos desconocidos, pero éramos destinados; las emociones y el sentido de pertenencia eran imposibles de negar, mucho más de ocultar. Jamás imaginé un encuentro así, pleno siglo XXI. Tengo 28 años y parezco un adolescente hormonal a punto de lanzarse a los brazos de su novio de toda la vida. Reí ante la locura de mis pensamientos y me percaté de que seguía con Yibo frente a mí. Él me sonrió y logré ver un pequeño rubor que empezó a cubrir sus mejillas también. Mi corazón golpeó tan fuerte mi pecho que sentí que se saldría. Ninguno de los dos decía palabra alguna, solo miradas, sonrojos y respiraciones lentas.

Me recompuse en mi asiento y lo miré fijamente; sabía que esperaba una respuesta a tal confesión, y no era quien para negarla. Respiré profundamente, tratando de calmar el sinfín de emociones en mi pecho y el revoltijo de pensamientos en mi alocada mente. Suavicé la mirada lo más que pude y, con todas las fuerzas que encontré, me abrí paso para tomar su mano sin que notara mis torpes temblores nerviosos, que al fin de cuentas dejaban en evidencia mi lado más débil de omega. Naturaleza pura de mi ser y en este momento no puedo recriminar nada. Me sentí más que afortunado delante de quien es mi alfa.

—Yibo... yo, ¿puedo llamarte así? —. Me miró incrédulo y sonrió asintiendo, a lo que proseguí. —No puedo decir que entiendo tus dificultades, ni mucho menos darme la osadía de pretender molestarme porque decidas rechazarme. Sé que seguramente lo que soy y quien soy es algo perturbante, sobre todo porque sé qué imagen dan mis padres y seguramente no quieres más problemas de los que ya tienes —. Respiré, dándome cuenta de que nuevamente las palabras surgían en una hilera torpe y demasiado rápida; él solo me miraba fijamente con calidez. —Lo siento, como decía, yo sé que mi familia puede ser intimidante y que somos totalmente extraños el uno para el otro, pero te puedo asegurar que no soy nada como la televisión o los diarios me hacen ver. Yo no soy así, lo juro... Puedo... ¿puedes darnos la oportunidad de conocernos siquiera? Sé que acabas de decir que si tienes la oportunidad lo harías, pero tu mirada está tan frustrada que no sé qué tan certeras sea la propuesta o tal vez es un "más adelante" y no quiero malinterpretar y terminar viéndome como un tonto. Yo... — Estaba tan perdido tratando de encontrar una manera de convencerle de quedarse que no me vi venir sus actos.

De un momento a otro, él jaló mi brazo con delicadeza pero con suficiente fuerza para atraerme a él y me sostuvo en un delicado y reconfortante abrazo que me robó por completo el aire. Para cuando reaccioné, él ya aflojaba el agarre lentamente, y yo solo atiné a pegarme más a su cuerpo. La calidez era reconfortante; escuché sus retumbantes latidos y sentí su cálida respiración sobre mi hombro. Sonreí, ocultando mi mirada en él, respiré profundamente y me alejé con calma. Él estaba totalmente rojo al igual que yo; mordió su labio y me miró a los ojos tratando de mantener la mirada.

—No sé por qué hice eso, pero seguías hablando y necesitaba parar tus ideas —. Asentí solo mirándole y él prosiguió. —Quiero conocerte, quiero seguir viéndote y quiero tener la oportunidad que se me está dando al dejarme saber que si existe alguien para mí —. Dijo lo último en un suave susurro, apartando su mirada. Volvió a mirarme y sonrió.

—Bien, me presentaré otra vez. Soy Wang Yibo, tengo 25 años, 5 trabajos, 2 yenes en la billetera, soy Alfa, tu alfa, y sería un placer tener el honor de conocerte —. Extendió su mano sonriendo; acepté rápidamente, pero cuando iba a estrecharla, la tomó y besó la palma de mi mano sin dejar de mirarme a los ojos, provocando que todo el calor de mi cuerpo subiera abruptamente a mi cara, y para rematar, rio estruendosamente. Aun así, solo atiné a reír con él y mirarlo con ternura. Fue en ese momento que supe que, no importa qué, yo siempre cuidaré de él y me encargaré de ser el que pinte de vibrantes colores su opaco color gris en el alma. Al final de cuentas, era su omega. Lo esperaba de alguna forma inconsciente.

Al color del alma Where stories live. Discover now