ADELANTO

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POV de Gwendolyn. 

- ¡Esto es ridículo! - gritó Veronica irritada - Hera nos invoca después de casi un milenio de pacífica existencia y nos deja no una, no dos, sino tres... ¡tres! horas esperando.  - me reí de su expresión iracunda intentando no derramar la taza con café y leche que me había servido, el liquido subió hasta ser expulsando por mi nariz, eliminando toda posibilidad de parecer elegante y no la miope humana que en el fondo siempre sería.

Perséfone, sentada a mi lado con sus piernas estiradas entre los cojines me miro risueña e hizo ademán de mirar su muñeca como si tuviera un reloj. 

- ¡Oh, Gwenny! - exclamó con fingida alarma. - estabas en tu mejor racha, casi tres horas pareciendo una elegante dama. 

Veronica se detuvo de su ir y venir que comenzaba a dejar surcos en la cara alfombra persa y nos miro frunciendo el ceño. 

- Eso es porque llevamos tres horas sin poder hacer nada divertido. - refunfuño, por fin tomando asiento cerca de nosotras. 

Perséfone se incorporó para sentarse con las piernas cruzadas y la cortina de pelo rojo cubriendo sus hombros. Parecía un hada, con su piel cremosa y sus intensos ojos verdes, cualquiera pensaría que sería la más inocente del grupo, pero no era así. 

En realidad, podría decir sin temor a equivocarme, que no conocía a nadie más retorcida y terrorífica que ella. 

Claro, en el "te-admiro-y-por-favor-no-me-hagas-nada", buen sentido. 

- Yo no me lo tomaría personal si fuera tú, además - le dijo la reina del inframundo a Veronica, esposa de Poseidón. Sacudió su muñeca con un movimiento lleno de gracia. - Lo que sea que Hera tiene que decirnos promete ser de lo más interesante. 

Asentí dandole la razón.  Me moría de curiosidad por saber a qué se debía esta reunión con la reina. Mientras Perséfone era su amiga, Veronica y yo no la habíamos frecuentado más de lo necesario. ES decir, ella se presentaba en fiestas y eventos, comía y se mantenía en silencio todo el tiempo. Algunas veces hablaba con Perséfone, pero nada más. Hera era la mujer mas misteriosa que conocía y también la más orgullosa. No podía imaginar a qué se debía el repentino interés en el resto de nosotras. 

La puerta se abrió y mi flamante marido entró acompañado de Poseidón. Mis ojos recorrieron sus hombros anchos y su mirada se calento, revelando unos ojos dorados que parecían oro fundido. Se acercó a mí tomando mi mano y besando el interior de mi muñeca, me guiño el ojo. 

- Mi señora. - me saludó con suavidad. - creí que ya habrían terminado su conferencia con la reina hace un tiempo. 

Cerca de nosotros, Veronica volvió a gruñir irritada. Poseidón se rió y luego masculló una maldición cuando su esposa le dio un manotazo a su mano. 

- Ven aquí. - murmuró el rey de los mares, intentando apaciguar el temperamento irritado de su mujer. 

Le dirigí una mirada a Perséfone, pero ella estaba acariciando su alianza de matrimonio, esta brillaba con destellos rojos, como si la gema hubiera cobrado vida y estuviera comunicándose con ella.  

Enterré mi cara en el hueco de la garganta de Eros y suspiré suavemente al sentirlo abrazarme. Su familiar aroma me envolvió haciéndome sentir en casa. 

- Deberíamos irnos. - murmuró Eros acariciando mi mentón con la yema de sus dedos. Me aparté para que se levantara, pero él me retuvo entre sus brazos. Lo miré interrogante. - ¿vamos? 

Oh, se refería a él y yo... estuve tentada, pero de verdad quería saber de qué iba todo esto así que sacudí la cabeza penosamente. 

- No ha de faltar mucho para que Hera llegue. - dije recorriendo mis dedos por su espalda. - me reuniré contigo más tarde. - le prometí con un beso. 

El Deseo De PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora