CAPITULO SEÍS

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"Nada de lo que se haga en la cama es inmoral si ayuda a perpetuar el amor" — Gabriel García Marquez.

POV de Persefone

No volví a saber de Hades por dos meses. Claro que, en mi mundo dos meses pasaban en un abrir y cerrar de ojos. Pasaba mis días en los prados de las ninfas, ayudaba a las plantas a crecer, ya era lo suficiente fuerte para alimentar mi energía de las plantas y a su vez a llenarlas de energía. Los arboles creían a pasos agigantados a mi alrededor, incluso si solo eran semillas antes de que yo llegara. Las ninfas me miraban con respeto y me sonreían amigables, ya no les importaba que una diosa menor estuviera en sus jardines, estaban contentas. Me sentí bien recibida, pero aburrida. Necesitaba algo de emoción, algo fuera de lo normal que me sacara de la rutina.

Tampoco había tenido noticas de Hera, confiaba en que iba a cumplir su parte del trato, pero nunca especificamos cuándo. Con el humor de los dioses griegos, bien podría ayudarme en un milenio más. Suspire, parece ser que estaba sola en esto. 

Me levanté sacudiendo mis faldas color azul cielo y comencé a caminar hacia la laguna. Mi plan era tomarme un baño refrescante y probablemente gritar el nombre  de Hades hasta lograrlo hacer a aparecer. Claro, no era elegante ni muy bien pensado, pero no tenía la menor idea de cómo hacer salir a ese hombre de su madriguera. 

Un destello llamo mi atención. Me detuve mirando la figura que había aparecido en el prado. Fruncí el ceño ¿Qué hacía Hecate por aquí? 

Abrí la boca buscando qué decir, pero me quede en blanco. Era tan extraño que una diosa de la brujería estuviera en el prado de las ninfas que si no estuviera atan confundida, pero hubiera reído. Ella clavo su mirada en mí, su vestido negro ondulando a su alrededor. 

- gracias por tu ofrenda. - fue lo primero que dijo, seguramente refiriéndose a mi vestido negro de su fiesta. Incliné la cabeza ligeramente en su dirección. Aún muy confundida. 

- ¿Qué...? -Comencé, queriendo saber qué demonios estaba haciendo por aquí. Pero no me dio oportunidad de hacer mi pregunta. 

En dos pisadas elegantes estuvo frente a mí, sus manos se cerraron sobre mis hombros y en al segundo después nos había transportado al reino humano. Me alejé de ella en cuanto pisamos una tierra blanca y movediza. Arena. 

- ¿¡Qué infiernos, Hecate!? - espeté asustada. No tenía mis poderes par regresar al Olimpo. Jamás había tocado tierra humana, ni decir que no lo tenía realmente permitido por mi madre. 

Su mirada se estrechó por mi manera grosera pero al final se encogió de hombros con elegancia. Sus ojos felinos brillaron burlones, al tiempo que se me señalaba un humo que se divisaba entre la selva de la isla  en la que me había dejado tirada. 

- Es la casa de Circe, la titánide hija del  antiguo sol. Fue desterrada como parte de un acuerdo entre su padre y Zeus. 

- Ya lo se. - dije sin comprender qué tenía que ver todo esto conmigo. ¿Fui desterrada yo también y ni siquiera lo sabía? El terror me impidió preguntar. DE repente de verdad desee tener mis poder conmigo. 

- Tranquilízate. - se rió la diosa frente a mí. - no has sido enviada aquí como castigo. Necesito que hagas algo por mí. - se explicó aun con la voz risueña -  toma el siguiente barco que aparezca en esta orilla. Busca a una mujer. 

El Deseo De PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora