CAPITULO DOCE

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"Perdón por la mordida. Es la primera vez que pruebo el cielo" - Germán Renko

- La fruta prohibida. - repetí con lentitud. Haciéndole ojos a Hades para que se explicara. Se quedó mirando la frente de Hera como si con su pensamiento la pudiera hacer desaparecer. Cosa que no me sorprendería.

- No estás obligada a tomarla, catástrofe mía. - susurró Hades. - puedes regresar a la superficie, a una vida con fertilidad y naturaleza. Yo siempre estaré contigo, decidas lo que decidas.

Mi corazón comenzó a latir con bastante rapidez, amenazando con salirse de mi pecho.

- Estamos a punto de tener una fiesta aún más grande, mi reina. - dijo pasando su mano por su cabello.  - Tu madre cordialmente solicita permiso para unirse a la celebración.

Me mordí el labio.

Oh-oh.

Mi madre no era realmente una diosa dramática. Por lo menos, en todos los milenios de conocerla jamás la había visto dramatizar o hacer rabietas. Bien, pues esta vez sí que parecía propensa a exagerar.

- ¡Esto ha durado lo suficiente! - chilló mientras Cerbero le abría la puerta para que se reuniera a nuestra pequeña comitiva. - te regresas conmigo y...¿Majestad? ¿Qué hace usted aquí?

Hera ocultó su risa con una leve tos.

-Vine de visita. - dijo cuando se recuperó.

- Lamento todo todo este embrollo con mi hija, majestad... - comenzó mi madre. Apreté los dientes, harta de tener que escuchar a mi madre disculparse por mi actitud. ¿Por qué no se disculpaba prosas acciones? yo podía hacerme responsable de las mías.

Hera evadió su mirada mientras se reclinaba contra la pared con la cadera.

- Madre... - dije llamando su atención. - ¿Qué haces aquí?

Ella se cruzó de brazos.

- Regresarte a casa. - espetó - ¿Que más?

- Esta es su casa. - gruño Hades

Hera hizo un sonido sarcástico parecido a "Oow" pero ninguno en la habitación le hizo caso.

- Tiene razón, madre. - intervine tomando sus manos heladas entre las mías. - Lo amo y planeo quedarme con él.

- No lo creo, jovencita. Vas a detener ésta ridiculez de una vez y vuelvas al lugar donde perteneces.

- ¿Donde pertenezco? - mascullé, pasando de irritada a completamente cabreada. - y ¿ dónde es eso madre? porque parece que no me conoces tan bien como creías. ¿Quién creería que tu dulce hija, diosa de la primavera y la fertilidad sería tan buena asfixiando a un hombre adulto colocando ramas en sus pulmones a través de sus orificios nasales? - me encogí de hombros, mirando alrededor.  - ¿No? ¿nadie?

Hera se cubrió la boca con su mano para ocultar una sonrisa.

Hades levantó la mano débilmente, sonriendo como un niño que acaba de cometer una travesura. Lo ignoró enfocando mi atención en mi madre.

- Así que, no, madre. No creo que sepas dónde pertenezco. - dije - y ahora que lo descubrí no pienso irme de aquí.

Su cara paso de estar de un rojo brillante a verde, azul y luego un blanco tan pálido que podría volverse transparente en cualquier instante.

Oculté una mueca mientras la veía procesar mis palabras. Entonces hizo lo impensable.

Conjurando sus poderes comenzó a convertirse en piedra ante mis ojos. Fruncí el ceño intentando ocultar el miedo que comenzaba a reptar por mi columna vertebral para instalarme en mi pecho.

El Deseo De PerséfoneWhere stories live. Discover now