Capítulo 4

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Me encontraba en el instituto y como de esperarse las miradas seguían en mí, mi rostro morado no era algo que pudiera ocultar. No salí de mi habitación en todo el fin de semana y ahora mi puerta era saltar desde mi balcón para luego salir por el portón del patio. Sigo sin entender como soporto estas cosas, de algún modo parecía que me acostumbraba a tener que esconderme en mi propia casa.

En mi descanso decidí tomar el sol, no estaba fuerte ni molesto, era cómodo, justo como me he querido sentir desde hace mucho. Cerré mis ojos y traté de imaginar una vida diferente, con Annaleigh, Violet, obviamente mi madre y quien fuera mi padre. Deseaba en este momento poder ponerle rostro a mi padre, pero solamente era una mancha borrosa en mi memoria porque jamás lo conocí, ni de pequeña. Me era imposible imaginarlo, pero obviamente debía tener pelo rojo igual que el mío. ¿Mi vida sería diferente si mi padre no me hubiera dejado? Era una pregunta que me hacía siempre y luego estaba, ¿algún día podré conocerlo?

El brillo del sol dejó de traspasar mis parpados y sentí como alguien estaba cerca de mí.

—Yulissa, si te vienes a burlar de mis golpes, no estoy de humor.

—El morado no combina con el rojo. —la voz definitivamente no era de Yulissa, era voz de hombre.

Abrí mis ojos y vi parado frente a mi el chico del viernes, según entendí de Yulissa, es Ian. Tenía un gran porte, alto, fuerte, sus tatuajes y sus ojos intimidantes. Tal vez él podía ser mi pasaje para irme de casa o podía ser un Hudson, no importaba cual, pero si estaba hablando aquí conmigo debía aprovechar la oportunidad.

—El pelo y los moretones son colores naturales, no puedo hacer que combinen.

El chico sonrió de lado por un momento, pero luego su rostro siguió serio y se sentó junto a mí.

—El viernes yo te llevé al hospital y pagué tu cuenta, por lo que me debes algo y lo necesito para el viernes.

Fruncí el ceño y no pude evitar reír.

—¿Perdón? ¿Qué crees que soy? ¿No puedes hacer un favor porque ya te deben algo o cómo? Porque según recuerdo nunca te pedí que lo hicieras, tú lo hiciste.

—Creí que eras más educada y como mínimo agradecerías.

Me puse de pie molesta.

—Pues, Ian, como verás...

—Sabes mi nombre. —sonrió de lado nuevamente.

Quise golpearme en ese momento, ni siquiera me lo había mencionado y ya andaba aquí dando a entender que ya he hablado sobre él a sus espaldas.

—Apostaste en mi contra el viernes, obvio voy a saberlo. —coloqué mis manos en mi cintura y evité sonreír a lo increíble que era para arreglar la cagada de hace un rato.

—Y te pagué el hospital. Un trato justo. —se encogió de hombros, se recostó en el asiento y estiró su brazo apoyándolo en el respaldo.

Ian podía verse como un hombre relajado, como alguien que parece tener el control, pero realmente notaba en sus manos, mandíbula y ojos lo incomodo que estaba. Parecía que estaba esforzándose a hablar conmigo, lo cual era bastante raro, porque ¿qué iba a querer este chico de mí?

—Bien, ¿qué quieres?

—A unos 10 minutos de aquí hay una cafetería, llega después de clase. —se puso de pie.

—¿Tu favor es una cita conmigo? —sonreí burlona e Ian frunció el ceño. —¿Tomaremos malteadas mientras comemos hamburguesas? ¿Nos vemos hoy y el viernes? Para jugar a mami y papi en tu casa después de vernos el viernes. Dime de una vez que quieres ahora.

Love Criminal (2da Edición) - El Imperio HudsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora