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Hi, Alec.

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—HODGE —SE APARTÓ de los demás para correr hacia el hombre

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—HODGE —SE APARTÓ de los demás para correr hacia el hombre.

El rubio la estaba esperando con los brazos abiertos. La alzó en el aire en un abrazo que la hizo sentir en casa, que hizo a su corazón palpitar con una alegría que hace mucho no experimentaba.

—Estas aquí, pequeña bestia —su voz sonaba tan melódica, como si hablara de un sueño que por fin se hizo realidad.

Para el hombre, Colette lo era todo, era la razón por la que aguantaba su castigo, la razón por la que se levantaba de la cama, aunque no estuviese con él.

—En carne y hueso —rio ella.

Se separaron lo suficiente para verse directamente, la sonrisa de ambos era tan amplía como muchos no habían visto en un largo tiempo.

—Estoy muy feliz de que estés aquí, pero ¿por qué?

—Maryse tenía que venir a echar un ojo a todo el alboroto reciente, así que por la "amabilidad" de la Clave, vine con ella —explicó con el tono más sarcástico posible, sacándole una risa al hombre.

—Alec, hay algo que... —la voz de Isabelle y el nombre mencionado por esta le hizo helar el cuerpo entero.

Había estado tan enfocada en Hodge que no se había dado cuanta cuando alguien más había llegado.
La mirada de Hodge se ablando, y le dio un apretón leve en sus hombros, los cuales aún sostenía, que fue suficiente confirmación para ella de que Alexander Lightwood se encontraba detrás.

Alec, sin haber reparado al principio en la chica, se extraño cuando vio como sus hermanos miraban a sus espaldas con ojos completamente abrumados, incluso Clary se notaba incomoda, y por curiosidad, se dio la vuelta.
Su ceño, normalmente fruncido, decayó de maneras que Clary jamás pensó posibles, su rostro empalideció, y el aire se escapó de sus pulmones.
La castaña se estaba dando la vuelta con lentitud, aferrada al brazo de su tío para asegurarse de que cuando lo viera, sus pies seguirían en tierra.

Cuando los ojos de Alexander por fin enfocaron los oscuros de la chica, Alec sintió como se perdía su corazón en lo profundo de su pecho, ¿estaba alucinando? Si lo estaba, tenía que despertar ya, antes de que se ahogara en las turbulentas aguas de recuerdos y sentimientos encontrados en las que las la morena lo habían arrojado.

Colette, por su lado, sintió una corriente de energía arrasar con su cuerpo, desde la punta de los pies hasta la punta de la cabeza. Había soñado con ese momento millones de veces, cuando por fin volviera a ver los ojos castaños claros y pelo negro azabache de Alexander, se lo había imaginado a cada segundo del día, lo había añorado más que nada en el mundo.

𝓜𝓮𝓶𝓸𝓻𝓲𝓮𝓼 ↬ a. lightwoodWo Geschichten leben. Entdecke jetzt