Capítulo 14

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Me desperté en la cama sintiendo las calientes sabanas contra mi piel desnuda.  Le daba la espalda a Tom así que me giré para poder mirarle a la cara, él miraba en mi dirección aún dormido.  Me podría quedar observando esa cara tan calmada durante horas, y ni aún así acabaría de asimilar lo que paso por la noche.  Aunque, claro, la huella de sus besos estaba impregnada por todo mi cuerpo.

- ¿Por qué me miras tanto? – murmuró Tom con voz ronca sin abrir los ojos.

- Pensaba en lo formal que eres en el exterior y lo calmado que eres durmiendo.  Es todo lo contrario a cómo te has portado esta noche conmigo. – dije con tono provocativo.

- Te recuerdo que tú has estado igual. – dijo en una sonrisa. - ¿Qué tal has dormido?

- Como nunca antes lo había hecho. – dije recordando todo lo que hicimos.

Me incorporé sobre mis rodillas y Tom abrió un ojo al notar que me movía, pude ver como su mirada bajaba de mis ojos a los pechos que llevaba al descubierto.  Apoyé las manos sobre su torso y lo besé.  Él me correspondió, y quién sabe si hubiésemos continuado con lo de la noche si no hubiésemos sido interrumpidos por el ruido del timbre.

- ¿Quién es? – pregunté sorprendida.

- Agh… - se quejé levantándose de la cama para contestar. – Servicio de habitaciones.  No pusimos ningún cartel de no molestar.

Tom se enfundó una bata de algodón blanca del hotel que había sobre la butaca y fue a abrir. 

- Buenos días. – escuché decir a Tom.

- Buenos días seños, venía a traerle el desayuno, tal y como especifico, a las 11:30. – dijo el encargado con una voz grave.

- Muchas gracias.

Oí el ruido de el carrito del desayuno entrando y el de la cena que salía.

- ¿Necesita algo más señor?

- No, gracias.  Bueno, espera, me podrías traer un par de toallas más, déjelas encima del carro.  Y también, por favor, si no es mucha molestia le agradecería que pusiera un cartel para que no nos moleste nadie.

- Por supuesto señor.  Ahora mismo me encargo. – dijo el hombre y pude sentir como se reía al imaginarse la situación.

Espere a Tom tumbada en la cama, estaba viviendo un sueño.  Mi amor por él había culminado de la única manera posible que había.  Bueno, la que quería, porque también podía haber salido todo mal e ir cada uno por su camino. 

Pero no fue así, fue el mismo Tom quien se abalanzo sobre mí, eso quería decir que mis sentimientos eran recíprocos.  Que él también sentía algo más fuerte por mí, al igual que yo lo sentía por él. 

Todo me parecía tan surrealista como delirante.  Y más teniendo en cuenta como había empezado esta disparatada historia, nunca hubiese imaginado que acabaría en algo así.  No, nunca hubiese imaginado que me enamoraría, como una boba adolescente, de Tom Hiddleston y que acabaría enredada con él entre las sabanas de un hotel de lujo.

- ¿Sabes lo que hay tras esa puerta? – dijo Tom apareciendo por la puerta con dos toallas en la mano.

- No, no me había fijado en ella antes.

- Es un lavabo.

- Pero si ya tienes un lavabo fuera.  ¿Para qué quieres dos?

- El de fuera tiene lo necesario, ese de ahí tiene un jacuzzi. – lo señalo con el pulgar y sonriéndome y con un tono más lascivo continuó. - ¿Te apetece que nos demos un baño?

- Lo estoy deseando.

Nos metimos en el agua burbujeante y como los dos adultos que éramos hicimos lo que debíamos hacer.  Ahora, si quisiera, podría decir que lo he hecho en un jacuzzi.

El desayuno consistía en unas tostadas de mantequilla y mermelada, huevos fritos y panceta.  Todo se había enfriado ya por demorarnos tanto en salir del jacuzzi.

- Podrías quedarte hasta que me vaya. – rompió Tom el silencio.

- ¿Aquí?

- Claro, - dijo riéndose. – Quiero aprovechar al máximo el tiempo que me queda contigo, he pensado que te podría ofrecer venir conmigo a Londres, pero sé que lo rechazarías teniendo en cuenta lo que te viene encima con la tienda. 

- Cierto, no me puedo ir contigo a Londres.  No ahora al menos, además toda mi vida está aquí, mi familia lo está.

- Lo sé, por eso te pido que te quedes estos días.  De todos modos yo volveré en un tiempo y entonces, si tú me dejas, tengo intención de quedarme en tu casa como huésped invitado.

 - Debo aclararte que en mi lujoso apartamento, no hay ni jacuzzi, ni vistas, ni servicio de habitaciones, en definitiva nada parecido al lujo.

- El lujo para mi eres tú. – dijo sonriendo con una increíble dulzura.

- Entonces puedes venir cuando quieras. – contesté con la misma sonrisa. -  Y claro que me quedare aquí.

- Perfecto.

- Sera mejor que me vaya ahora, tengo que ayudar a mi tía en la tienda.  No sé cómo no me ha llamado todavía.

Dejé el plato vacio en el carro y fui en busca de mi móvil en el comedor.

- Retiro lo dicho, cinco llamadas perdidas de mi tía y once de mi prima.   Tengo que irme ya…

- Toma esto, es para que puedas venir cuando quieras. – dijo Tom tendiéndome una tarjeta plateada como la que vi que tenia Patrick.

- ¿Es la tuya? – la cogí y la guardé en el monedero con las tarjetas.

- No, es la de Patrick, solo dan dos así que se la he tenido que quitar.

- Bien.  Por cierto antes de venir me pasare por casa para coger algo de ropa.

- Si veo que salgo con tiempo te puedo pasar a buscar por la tienda.

- Me encantaría.

Me acompañó a la puerta y tras el beso de despedida nos separamos.  No tengo seguro si nos hemos olvidado del tema de la prensa o solo se debe a que a ninguno de los dos nos importa lo más mínimo lo que puedan decir.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora