Capítulo 12

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Me detuve en un banco a descansar.  Correr como una loca por las calles sin rumbo no me haría resolver nada.  Una vez recuperado el aire intenté llamar a Tom, pero al tercer intento sin obtener respuesta perdí las esperanzas de poder hablar con él.

Intenté en un desesperado poner la mente en blanco para poder pensar con claridad, pero no acababa de comprender esta situación.  No tenía sentido y no sabía cómo sobrellevarlo o que debía hacer al respecto.  Mi cabeza era un lio de cosas, como si ya no tuviera bastante.

El sonido estridente del móvil me provoco un leve salto.  Era Tom.

- ¿Scarlet estas libre?   ¿Podrías venir un momento al hotel The Surrey? 

- Si ahora mismo voy. 

- Ven en taxi, yo te lo pagaré.

- Cogeré el metro esta aquí al lado.

- No, tardaras demasiado.  Ven en taxi te espero. – me ordeno prácticamente antes de colgar.

Por si no estaba bastante confundida y asustada su voz gruñona y desesperada avivo más mis nervios.   Cuando por fin un taxi se digno a parar le di las indicaciones y en unos quince minutos ya estaba en el hotel.  Le pagué al chofer y entre dentro sin detenerme a mirar como era el hotel tan siquiera.

- Perdone señorita, ¿es usted residente de este hotel?

Un hombre vestido con esmoquin negro me miraba detenidamente, como si me estuviera estudiando a fondo.

- Ehm… Bueno yo… - no sé que representa que debo decir.

- Viene conmigo. – grito un hombre a mi espalda.

Un hombre vestido con un traje azul oscuro y corbata azul cielo se coloco a mi lado pasándome el brazo por el hombro.  Su pelo era negro y bastante corto con unas pronunciadas entradas, sus ojos eran marrones claros.  Sería algo mayor que Tom.

- Perdone señor, no lo sabía.  Disculpe las molestias. – dijo el otro hombre retirándose.

- Por fin tengo el placer de conocerte Scarlet Dale. – dijo sonriéndome mientras picaba al ascensor. – Soy Patrick, el manager de Tom.

- Hola. – fue lo único que alcance a decir.

- Supongo que si estás aquí es porque estas al tanto de lo que ha pasado.

- Si.  No acabo de entender muy bien como pueden saber tanto en tan poco tiempo.

- No le des mucha importancia, en un par de días se olvidaran de ti.  Pero Tom esta de los nervios y quiere pedir que te dejen en paz.  Cosa que ya ha hecho repetidas veces y sin resultado. – el ascensor llegó en ese momento y entramos los dos solos. – Verás, las críticas a los famosos les proporcionan cierto morbo y protagonismo, lo que no viene del todo mal.  Pero en este caso Tom está considerado uno de los hombres más atractivos del momento, por lo que salir contigo, o con cualquier otra, no le aportaba nada bueno.  De todos modos no escucho mis consejos y se enzarzo en una relación contigo, a él le está viniendo, bien cosa que no esperaba, pero el problema es que tu también estas pillando y eso no le gusta a Tom y quiere detenerlo.

Tanta información de golpe para procesar me provocaba dolor de cabeza.  El ascensor se detuvo finalmente en la última planta y salimos al pasillo.

- Verás para serte sincero no hay nada que podamos hacer para que no te acosen los medios, pero te aseguro que haremos lo posible para tu mayor confort, pero es lo que te he dicho antes, en unos días pasaran a otro tema.  Las estrías de una modelo, un escándalo, una ruptura, cualquier cosa y tú volverás a tu tienda sin preocupaciones.  Ya verás.

Sacó una tarjeta plateada y la pasó por el lector, tras un pitido la puerta se abrió dejándonos entrar.  Las fuertes pisadas de alguien acercándose a nosotros me hicieron estremecer.  Acto seguido Tom apareció ante mis ojos, vestido completamente diferente a lo que estaba acostumbrada a ver.  Unos tejanos negros y una sudadera azul, también llevaba unos calcetines de rayas azules claras y oscuras.  Una enorme sensación de sofoco me inundo y el pensamiento pervertido de quitarle la ropa me invadió sin remedio.

- ¡Scarlet!  ¿Estás bien?  ¿Te han molestado?  Lo siento de veras, no quería causarte tantos problemas. – gritó juntando las palabras.

- Todo bien.  – dije con una sonrisa de oreja a oreja.

Las preocupaciones que me inundaban se esfumaron de un plumazo, verlo tan agobiado y asimilar las palabras de su manager me dieron a entender que tampoco era necesario tanto estrés por el tema, que acabaría temprano todo este embrollo.

- ¿Cómo puedes estar tan tranquila? – exclamó perplejo.

- Le he explicado que la situación no es para tanto, no merece la pena asustarla. – comentó Patrick.

- Dime cuanto te ha costado el taxi y te lo devuelvo.

- No ha sido nada.

- Insisto.

- He dicho que no.  Puedo pagarme un taxi. – sentencie la conversación cruzándome de brazos.

Tom sonó un soplido y entró hacia el salón seguido de cerca por nosotros dos.  Me fijé en la habitación, o mejor dicho, en la suite.  Era enorme, provista de todo lo necesario, no faltaba nada en ese sitio.  Buenas vistas, acogedor, iluminada.  Era simplemente alucinante.

- ¡Esto es más grande que mi apartamento! – grité alucinando.

Los dos hombres se volvieron para mirarme y sonrieron.  Pudo notar que Tom se relajaba un poco al menos tras mi comentario.

- Pues pasa a ver el dormitorio. – me dijo Patrick señalando con la cabeza.

 Seguí su indicación dándome de cabeza con una hermosa habitación de paredes blancas, moqueta negra, provista de un enorme armario de caoba y una enorme cama de sabanas blancas aún desecha.

La mentalidad infantil que me coronaba ataco de nuevo, y sin pensármelo dos veces me lance sobre la cama.

- Esto debe ser lo más parecido a estar sobre una nube.

- Me alegra ver que te gusta porque hoy vas a dormir aquí. – dijo Tom que se estaba sentando en el borde de la cama.

- ¿Cómo? – grité incorporándome.

- He intentado convencerlo de que no era necesario, pero no quiere escucharme. – agregó Patrick apoyado en el marco de la puerta. – Para variar.

- No puedo quedarme.  Es más me niego.  ¡Ni que fuera una ex convicta huyendo de la ley! – grité algo enfadada.

- Es para estar seguros, al menos solo esta noche.

- Tengo muchas cosas que hacer y nadie va a allanar mi casa de todos modos.

- Lo sé, pero pueden picar al timbre hasta que te dignes a salir.

- ¿En serio? – dije con tono sarcástico y levantando la ceja. 

La situación se había convertido en algo absurdo del todo.

- Por favor, de verdad que de ese modo estaría más tranquilo. – me suplicó Tom clavando sus centelleantes ojos azules en mi.

Justo de ese modo, sentí como mi ser se ablandaba con esa penetrante mirada sobre mí.  Me resigné apenas sin objeción.  Tampoco era capaz de negarme a pasar una noche con él.  Y al fin y al cabo no pasaba nada, no es que dejara algo importante por hacer.  Podía permitirme el inmenso lujo de pasar una noche en una lujosa suite acompañada del actor Tom Hiddleston en persona.  No todos los días tienes tal oportunidad, como para rechazarla. 

- Me quedaré. - digo encogiendome de hombros y haciendo que una sonrisa de medio lado se dibuje en el rostro de Tom.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora