Capítulo 3

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Estaba tan nerviosa porque llegara la hora en la que Tom entrara por la puerta que no paraba de moverme para comprobar que todo estuviera en su sitio.  Iba y venía de la trastienda al mostrador.  Lo había preparado todo allí, una sala pequeña de paredes verdes con dibujos de flores que había pintado mi prima, adornada por un espejo grande, un sillón beige para dos, bastantes armarios y una mesa de madera oscura donde había colocado un vino y dos copas.   Por si un caso, más valía estar preparada.

No paraba de mirarme en el espejo y estudiaba como iba pensando, o más bien deseando que luego lo hiciera Tom.  Llevaba un vestido de punto blanco con estampados geométricos, unas medias negras y unas botas marrones.  El pelo de color caoba caía recogido en una trenza de lado por encima del pecho y el flequillo recto.  Me había puesto un poco de maquillaje para tapar las ojeras por no haber dormido esa noche, un pintalabios claro y rimmel.

Tanto esperar y que no entrara ningún cliente hacia que pensara mucho, y al pensar solo me preocupaba más. Por si Tom consideraba que era muy simple e infantil, vestida y peinada así, o por si le aburría.  Tal vez el prefería a chicas que se arreglaran más elegantes, que tuvieran más escote o que fueran más llamativas. 

Zarandeé la cabeza para deshacerme de esa idea, Tom iba a volver para verme y eso era lo importante.  Que íbamos a estar juntos los dos solos.  Yo, una don nadie friki de las cosas antiguas y él, Tom Hiddleston el hombre más atractivo del mundo.  Puede que él tuviera razón y si lo idealizaba un poco.  Pero aún así estaba emocionadísima y no paraba de danzar de un lado a otro.

Pasaron unos minutos de la hora de cerrar, baje las persianas de fuera y cambie el cartel de abierto a cerrado, puse el pestillo y deje las luces encendidas para que cuando Tom viniera se diese cuenta de que estaba dentro esperándolo. 

Casi había pasado una interminable hora y no había rastro de Tom.  Pensé en llamarlo al móvil, pero claro, no tenia su número.  Solo podía esperar mientras el tic tac de uno de los relojes resonaba en mi cabeza.  Acabe cediendo al sueño, sentada en mi taburete de detrás del mostrador, hundí mi cabeza sobre los brazos apoyados en el mostrador y me dormí. 

El sonido de unos nudillos golpeando la puerta me despertó.  Detrás de la puerta de cristal estaba Tom, sin gabardina, ni gafas, ni sombrero.  Sólo Tom Hiddleston, vestido con un elegante traje negro y una sonrisa de disculpas.  Fui corriendo a abrirle la puerta y la cerré cuando volvió a entrar.

- Lo siento muchísimo Scarlet, el rodaje ha durado más de lo previsto. – dijo excusándose.

- Tranquilo, lo entiendo.  – dije para intentar que se relajara.  – He estado ocupada haciendo cosas.

- ¿Antes de dormirte no? – dijo riéndose.

- Exactamente. – dije riéndome con él.  Era agradable poder bromear con Tom como si nos conociéramos de siempre. - ¿Te apetece una copa de vino?

No estaba muy segura de cómo captaría mi pregunta, si se pensaría que soy muy directa o que lo quiero emborrachar. 

- Me encantaría. – dijo asintiendo.

Lo lleve a la trastienda y nos sentamos en el sofá.  Descorche la botella y nos serví las copas.

- Gracias. – dijo cogiendo la suya.

- ¿Puedo preguntarte algo? – él asintió con una sonrisa. - ¿En qué película estas trabajando ahora?  Sé que no puedes contar nada, pero así un poco por encima…

Tom se rió.

-  ¿Sabrás guardar el secreto? – yo asentí emocionada y él volvió a reír. -  Son los recuerdos felices de un hombre que ha perdido lo que era más importante para él.  Sé que es poco, pero ya he dicho mucho diciéndote que estoy rodando algo.

- Ya… gracias por decírmelo.  Iré a verla en cuanto la estrenen. – dije agradecida. – Pero… ¿E-eres tu quien narra la historia?

- Si. – dijo riéndose y tomando un sorbo de vino. – Mmmh, esta delicioso.

- Me alegro, estaba muy indecisa a la hora de comprarlo por si no te gustaba.  He tardado como una hora en decidirme. – exageré un poco pero el rio, como siempre con esa risa armoniosa y dulce que tiene.

- Pues has acertado – tomo otro sorbo, saboreando con lentitud.

- Cuenta una leyenda persa que un rey llamado Jashmid, era apasionado de las uvas frescas y coleccionaba las de colores y fragancias distintas.  Las guardaba en una de sus alcobas donde las mantenía frías, pero una vez se le reventaron todas y al ver el líquido que escurrían pensó que eran venenosas.  Una de sus cortesanas, que había perdido todos los favores del rey al enterarse fue a la habitación para suicidarse.  Se tomo una jarra entera quedando mareada.   En ese estado se dirigió a la habitación del rey que confuso por ver a su cortesana así bebió de ese líquido también cayendo rápido en sus efectos.  Ambos bailaron, rieron y se amaron en esa noche.  Haciendo así que la cortesana recuperara los favores del rey y que el pueblo conociera el sabor privilegiado del vino. – Cuando acabe vi los ojos de Tom que me estudiaban brillantes.

- ¿También te gustan las leyendas y la mitología? – preguntó Tom interesado.

- Si, perdona, a veces me pongo a hablar de cosas que no vienen a cuento y no paro. – dije avergonzada por si le había aburrido o molestado mi historia.

- Para nada, me ha gustado.  Pero si yo fuera ese rey y tú mi cortesana no necesitaría vino para ver que lo maravillosa que eres.

Las copas estaban vacías, y no sé si era por el efecto del vino o sólo por la vergüenza de sus palabras que me puse roja y me mordí el labio con fuerza.

- ¿Te parece si nos vamos ya?  - dijo Tom con una sonrisa radiante y clavando sus azules ojos en mi. - He reservado mesa a las once en un restaurante y el taxi debería llegar en breve.

- ¿Cómo? – exclamé confusa.

- Si tienes planes para esta noche puedo cancelar la reserva, pero sería una lástima, realmente tenia ganas de cenar contigo. – dijo apenado.

- No no no. – dije sacudiendo los brazos en el aire. – Para nada, estoy completamente libre para ti.  Para lo que sea.  Vámonos ya sí.

Tom se levanto y me tendió su mano con una atractiva y feliz sonrisa.  Le devolví la sonrisa y agarré su mano con fuerza, esperando que no me sudara por la mezcla de sentimientos que me estaban invadiendo en ese preciso instante.  

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora