Capítulo 18

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La tarde del miércoles avanzó con una total tranquilidad, lo pasamos sin prisas y saboreando los segundos que estábamos juntos.  Paseamos por las calles de Nueva York, tanto las abarrotadas como las  vacías, nos tomamos un café en un pequeño bar apartado del bullicio de la ciudad.  Nos sentamos a descansar en un banco mirando al mar.

Hablamos de todo y nada a la vez, yo le conté el avance de la tienda, el su ultimo día en el rodaje.  También me explico lo que haría una vez en Londres, yo por otro lado, no pude decirle mucho de lo que haría de ahora en adelante, en cuanto al mundo laboral.  Pero en ese momento no teníamos preocupaciones, solo estábamos nosotros dos, como si fuéramos dos adolescentes enamorados descubriéndose el uno al otro y no importara nada más.

El brazo de Tom esta sobre mis hombros y mi cabeza reposa en su hombro.  Las olas son todo el ruido que nos rodea, también claro, los gritos de algunos niños jugando.

Me gustaría seguir pensando que somos dos adolescentes, que él no es un famoso y que yo no estoy en paro.  Que tenemos una relación solida y una distancia por un tiempo no nos complicara. Pero esa no es la verdad, la verdad es que somos dos adultos con sus respectivas obligaciones, y que además, no tenemos ni idea de lo que nos depara el fututo.  Por eso este momento es tan especial para mí, porque acabe como acabe, nunca olvidaré lo mucho que me ha ayudado.

Aún así, creo que ambos nos negamos a dejar lo que sea que tenemos, probablemente sea, porque va contra todo lo que solíamos hacer.  El tenía que seguir unas normas de la televisión, yo estaba consumida por la estabilidad y no salía de ella, por lo tanto para uno como para el otro en cierto modo esto es como romper con nuestras barreras.  Y debo admitir que es muy gratificante.

Esa noche cenamos en el restaurante del hotel, volvimos a al mismo banco que ocupamos durante la tarde, esta vez para ver las estrellas.  Cuando convenimos adecuado volvimos al hotel, donde acabo con una noche lenta, llena de caricias y acurrucados en la cama.

A la mañana siguiente el despertador sonó a las 9, el avión de Tom salía a las once y media, y tenía que llegar con tiempo.  Sus cosas ya estaban recogidas, lo había hecho el día anterior, por lo que en menos de media hora estaba listo para abandonar el hotel rumbo al aeropuerto, donde yo lo acompañaría.  Patrick nos vino a recoger para llevarlo al aeropuerto, el no viajaría con Tom, su casa y su familia estaban en Nueva York y siempre trabajaba desde aquí.  En el coche fuimos haciendo bromas y comentando anécdotas, de un modo u otro sirvieron para liberar tensiones.  En el aeropuerto Tom se enfundo la capucha de su sudadera azul y los tres avanzamos sin ser reconocidos por nadie, no al menos hasta el momento de las despedidas.

- Nos vemos en un tiempo amigo. – se despidió Patrick.

- Cuando menos te lo esperes estaré de vuelta. – dijo dándole un apretón de manos que se convirtió en un abrazo.

Para ellos dos era más normal este tipo de situaciones, las vivían muy a menudo.  Para mí no era exactamente así, y no sabía que debía decir.  Por suerte fue Tom quien hablo primero.

- A ti también te lo digo, cuando menos te lo esperes estaré de vuelta.  Y acuérdate de que me quedaré a dormir en tu piso.

- Tendré que recoger todo el desorden que tengo ahora.

Ambos nos dedicamos una sonrisa.

- Creo que será mejor que os dejé a solas. – dijo Patrick despidiéndose con la mano y esperándome apoyado en una columna mirando el móvil.

- Te echaré de menos. – me dijo con una sonrisa triste y entrelazando sus dedos con los míos.

- Yo también a ti. 

A mi ver, no habían palabras para decirnos, ya lo habíamos dicho todo antes. Así que  nos besamos, ahí fue cuando nos tomaron la foto que veríamos más adelante, donde los medios daban por confirmada nuestra relación.  Aunque a ninguno de los dos nos preocupo, y para sorpresa tampoco a Patrick.

- Oye Tom, - digo separándome para mirarlo a los enormes ojos azules que me hipnotizaban. – Gracias por todo lo que has hecho por mí.

- Te podría decir lo mismo a ti. – dijo provocándome una sonrisa. – No sé si lo sabes todavía, pero ayer me llamo tu tía.

- ¿Ayer?

- Si, desde tu móvil.

- No tiene contraseña y me lo suelo olvidar bastante, me lo cogería entonces.  ¿No te diría nada raro? – pregunté pensando en las locuras que era capaz de hacer mi tía.

- Todo lo contrario.  Me llamo para despedirse de mí, le di recuerdos a ella y para tu prima, pero luego me dijo algo que me gusto bastante.  Me dijo que estaba muy agradecida conmigo, por haber conseguido sacar a flote la parte de ti que aún seguía ahogada.  Que aunque ella sabía que eras fuerte e independiente y que había logrado hacer que tiraras hacia adelante pese a tu trauma de pequeña, sabía perfectamente que una parte de ti se negaba a desprenderse de ese pasado atormentado y que ahora está muy feliz al ver que por fin miras hacia el presente por ti misma.

- ¿Eso te dijo?

- Si.   

- Creo que a veces se pasa de la raya hablando.

- Claro que no.  Se preocupa por ti, muchísimo la verdad y no es de extrañar.

- Ya lo sé, ya. – dijo sonriendo pensando en mi tía.

- Bueno, tengo que irme ya o no servirá de nada que haya llegado temprano.

- Claro.  Que vaya bien el viaje.

- Volveré en cuanto pueda. – dijo dándome otro beso.

- No me voy a mover de aquí. – dije dándole otro beso más.

Y así, tras acabar el beso de despedida, con todas las palabras dichas Tom se fue hacia el avión y yo volví junto a Patrick para que me llevara a casa de mi tía.

Cuando volviera a ver a Tom, aún siendo muy poco tiempo las cosas serian diferentes, aunque no cambiaria lo que sentíamos el uno por el otro.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora