Capítulo 4

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El restaurante estaba situado en la terraza de un enorme rascacielos.  Decorado como si fuera un bosque.  Desde nuestra mesa podíamos ver toda la ciudad encendida y la luna llena en todo su esplendor en un cielo despejado y oscuro.

Todos los demás clientes eran parejas de enamorados vestidas de gala con sus trajes y vestidos de marca.  Sentí que no encajaba en un lugar así una pobre como yo.  Yo sola me hubiese gastado el sueldo de un mes por cenar en ese sitio, pero Tom ya me había dicho en el taxi que no permitía pagar porque me quería invitar.  Lo más raro de toda esa gente fue que cuando el camarero nos llevo a nuestra mesa ni se giraron para mirar a Tom, yo si fuera ellos no dudaría en saltar sobre él como si estuviese loca, cosa que a veces lo parecía bastante.

- Este sitio es increíble… - pensé en voz alta.

- Pensé que te gustaría, he visto que tienes muchas cosas en tu tienda sobre la luna y la noche.  Por eso te he traído aquí, es el mejor restaurante para ver la luna.

- Me encanta.  Muchas gracias.

Estaba sorprendida por el hecho de que Tom se había percatado de mis gustos a través de los objetos de la tienda.  Me parecía algo imposible que no solo que tuviera interés por mis gustos sino que además los viera tan rápido y sin conocerme apenas.

- ¿Por qué te gusta tanto la luna? – pregunto clavando su mirada azul en mi.

- Cuando era pequeña esperaba con ansias la noche porque era cuando llegaban mis padres de trabajar y se sentaban conmigo en la cama para contarme historias hasta que me dormía. 

- Yo se me una historia sobre la luna.

- ¿En serio? ¡Cuéntamela! – dije sin esconder mi entusiasmo.

- Es la luna llena enamorada.  La leyenda cuenta que se sentía sola aún estar rodeada por las estrellas que le hacían compañía.  Ella iluminaba a los enamorados con su luz y magia.  Pero se seguía sintiendo sola porque también estaba enamorada.  Era un amor imposible, el hombre salía cada noche a la ventana y ella lo iluminaba con su luz y su amor.  Era en esos momentos cuando lo veía por la noche que estaba feliz, ninguno fallaba nunca a sus encuentros, él que era poeta le recitaba un poema todas las noches hablando de un amor imposible.  La luna lloraba de pena, por no poder abrazarlo, aún así los dos se sentían felices al verse por la noche, ella lo iluminaba con su luz y él con sus poemas de amor les hacía sentirse más cerca.

Ambos mirábamos a la luna llena brillante en el cielo y me pregunte si nosotros éramos una de esas parejas de enamorados.  Claro estaba que a mí me gustaba Tom, pero ¿Qué pensaba el de mí?

- Ya me conocía la historia. – confesé volviendo a mirar sus ojos.

- Podías habérmelo dicho para que no continuara. –dijo llevándose una mano al pelo.

- Claro que no, te la escucharía contar cien veces.  Es una de mis preferidas y hacía mucho tiempo que no la escuchaba ya.  Me ha gustado revivir recuerdos, y además has puesto una voz de locutor muy sensual.

- Entonces supongo que está bien. – dijo riéndose.

- Claro que lo está y…

El camarero nos interrumpió trayéndonos la comida.  El primer plato consistía en un surtido de ostras.  Dejo los dos platos sobre la mesa de manera elegante.

- ¿Cuándo hemos pedido? – pregunté.

- El señor ya nos había dicho lo que iban a tomar. – contestó el camarero.

- Oh… vale.  Gracias. – dije sonriendo al camarero.

Me devolvió la sonrisa y se fue.

- Perdona por haber pedido ya.  Pedí el menú del chef, pero si no te gusta podemos cambiarlo. – dijo Tom con cara de preocupación.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora