Capítulo 15

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Sé que he tardado muchísimo y que además no he avisado ni he explicado mis motivos.  La cosa es que últimamente he tenido algunos problemillas (nada grave), pero me han tenido bastante preocupada y por ello no he podido escribir.

Realmente no ha sido por falta de tiempo, sino por falta de inspiración.  Cuando me ponía a escribir el resultado no me gustaba en absoluto y lo acababa borrando todo.

Ahora parece que he conseguido dejar un poco atrás eso y me puedo centrar de nuevo en la historia, a la cual ya le queda muy poco.

Siento haber sido tan lenta, sé que es toda una molestia que estés leyendo algo y tarden tanto  en subir algo como he hecho yo.  Por eso comprenderé vuestro fastidio y que algunos hayas dejado de leerla.

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Vi a mi tía a través del cristal de la puerta de entrada darle indicaciones a un cliente.  Respire hondo y entré, decidida a llevarme mi merecida reprimenda.

- ¡Mira quien se digna a aparecer! – grita arrugando la frente.

- Lo siento, me despiste esta mañana y…

- No me importa lo que hicieras, - me corta cabreada. – Ya sé que te has pasado toda la noche con tu “amiguito”.

- ¿Amiguito? ¿De qué hablas?

- No te hagas la tonta conmigo, jovencita.  Tienes el pelo alborotado, te brillan los ojos de entusiasmo, vienes despreocupada pese a lo que deberías tener encima y podría decirte muchas cosas más si quisiera.

- Vale, si.  He estado con él esta noche. – me resigno ante mi tía médium.

- Pero no estoy enfadada. – dijo dibujando una radiante sonrisa en su rostro ovalado.

- ¿En serio? – dije arqueando un poco la cabeza.

- Claro que no. Gracias a los contactos de tu amiguito no han parado de pasar por aquí decoradores de escenarios para películas.  Ese de allí al final es otro. – dijo señalando con un leve movimiento de cabeza. – Prácticamente han vaciado la tienda, y no he tenido que rebajar precios ni nada.

- ¡Eso quiere decir que todo se va a solucionar antes de lo previsto! – grité entusiasmada.

- Si sigue a este ritmo mañana estará todo cerrado.

- ¡Es maravilloso! ¡Qué buena noticia! – dije abalanzándome sobre mi tía con un efusivo abrazo.

- ¡Y tanto que si niña!  ¡Todo gracias a ese hombre! 

- Tenemos que recompensarle por lo que ha hecho. – dije convencida y totalmente agradecida a Tom, es una sorpresa que no esperaba.

- Creo que se te ocurrirá alguna cosa a ti. – dice divertida pero acto seguido se desprendió de mi clavándome su seria mirada. – Aunque todo parezca ir bien aun queda algo por resolver.  Esto ha ido demasiado rápido y te vas a quedar sin trabajo.  ¿Qué vas a hacer?

- Yo… no tengo ni idea.  Ya pensare en algo después, ahora voy a ir a atender a ese hombre, parece algo perdido. – dije escabulléndome del tema y saliendo disparada hacia el hombre.

- ¿Puedo ayudarle en algo?

- Claro que si Scarlett, quiero un regalo para mi hija. – dice el hombre girándose e inmediatamente lo reconozco.

- Patrick.

- Tom no mentía al decir que tenias una tienda muy acogedora.  Me conto lo que te pasaba y prácticamente me obligo a llamar a unos cuantos amigos.  Aunque veo que ya te lo ha contado tu tía.

- ¿Tu también has tenido algo que ver? – él asiente ante mi pregunta. – Te lo agradezco de veras, no sabes cuánto me has ayudado.  El negocio era insostenible.

- Y eso que estas en una buena zona llena de turistas.

- Lo sé, pero en los últimos meses toda esta zona se ha llenado de grandes almacenes que tienes cosas a menor precio y ya no vienen por aquí.

- Eso es toda una lástima, te aseguro que tu negocio es una idea estupenda.  Al menos a mi juicio. – dijo encogiéndose de hombros. - ¿Y bueno que me recomiendas?

- Cierto. ¿Cuántos años tiene tu hija?

- Cinco años.  Pero se me da muy mal hacer regalos, suele encargarse mi mujer de eso.  Pero me apetecía comprarle algo especial sin motivo aparente.

 -Que tierno.  Pues no sé, tal vez las muñecas de porcelana.  Mi madre me regalo una cuando era pequeña.  Adoraba a esa muñeca. – dije guiándole a la vitrina donde se encontraban las muñecas. -  Aunque ahora si se han vendido tantas cosas no sé si habrá alguna reservada. Espera un momento.  –

- ¿Andrea, las muñecas están vendidas? - dije preguntándole a mi tía directamente llamándola  por su nombre, tal y como nos llamábamos mientras trabajábamos.

- Solo las tres de abajo. – me contesto en otro chillido.

- Eso nos deja a la pelirroja campesina, la rubia de los años veinte y a la japonesa con su kimono de tela.  ¿Te gusta alguna?

- La japonesa, su madre es japonesa, creo que eso les gustara a ambas.

Pude ver como los ojos de Patrick se iluminaban mirando a la pequeña muñeca de pálida piel y labios rojos, con el largo pelo negro cayendo lacio sobre el kimono rojo con flores blancas.

- ¿La llevamos a la caja? – pegunté sabiendo que él ya había tomado su decisión.

- Por supuesto.

Mi tía fue quien lo atendió en la caja, mientras él sonreía tras sentirse realizado por su compra.

- Ya me contaras que le parece a tu hija.

 -Éxito garantizado, te lo aseguro. – dijo antes de despedirse e irse.

El resto de la mañana fue muy ajetreado, acabamos poniendo un cartel anunciando rebajas del 15% por cierre, por lo que atrajimos a más clientes, además de los promotores que siguieron llegando.  Esta tan ilusionada por el éxito del cierre que al cerrar la tienda tras el ajetreado día me fui directa a casa y al tirarme en la cama caí rendida al sueño. 

No sé cuánto tiempo paso hasta que el móvil sonó despertándome con un tremendo sobresalto.

- ¿Si?  ¿Qué pasa? – pregunte sobresaltada sin mirar siquiera quien llamaba.

- Soy yo Scarlett, no sé a qué hora voy a llegar hoy.  No me esperes para cenar.

- ¿Cenar? – dijo aun en la luna.

- ¿Estabas dormida?

- No que va.  ¿Qué hora es?

- Las once.

- ¿Ya son las once?  Me he quedado dormida en casa, ahora iré para el hotel.

Al otro lado de la línea oí la risa de Tom.

- Ten cuidado por el camino.

- Claro, nos vemos luego. – digo colgando y levantándome para meter algunas mudas en una pequeña maleta.

Cuando llego al hotel no tengo ganas de cenar por lo que opto por darme una rápida ducha y meterme en la cama agotada sin tan siquiera esperar a que Tom llegara de trabajar.  De todos modos me desvele a media noche al sentir frío.  Y mi sorpresa fue encontrarme a Tom enrollado con la manta, con la boca abierta y respirando fuertemente. 

Me reí por verlo así, pude verlo más cercano a mí, aunque ya sabía que era tan normal como yo, a veces lo veía lejano, como si fuésemos de dos mundos diferentes.  En cambio, el verlo así me hacía verlo como una persona normal y corriente, me hacía ver la persona que realmente era.  Y eso si que me volvía loca.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora