Pasa una de su manos por mi cabello y al sentirlo enredado, toma el cepillo rosa del tocador de madera rosa que esta situado al lado de la cama.

Adivinaste, es de color rosa también.

Soy como una muñeca humana tamaño gigante, pero muy pequeña para este hombre.

"Me encadenarás otra vez?"

Me sienta en lo orilla de la cama en medio de sus piernas, pues el también se ha sentado para cepillarme el cabello.

"No estas usando el acondicionador que te compré."

"Tu cabello largo debe de ser cuidado con esmero."

Como si fuera mi papá, un papá bastante sádico y malvado me cepilla el cabello lentamente.

Mientras yo siento como una gota de lo que me imagino es sangre, se desliza por mi planta del pie.

Para evitar que se él se enoje conmigo subo el pie a la cama, pero de lado para no manchar las frazadas.

"Te astillaste de nuevo tus pequeños piecitos?"

Como no puedo decir mentiras muevo la cabeza de arriba a abajo muy ligeramente.

Una vez tuve el atrevimiento de decirle una mentira y acabe durmiendo en el duro y frío suelo por toda una semana.

"Bueno a ver, déjame revisarte tus pequeños pies."

Se levanta de la cama y esta recupera su altura y su posición horizontal.

Este hombre pesa demasiado.

Aunque no está gordo.

Pero si muy musculoso...

Bueno musculoso para mi.

Además de que es muy fuerte y alto.

A veces me carga como si fuera un bebé sin ningún esfuerzo.

Como las veces que me sube a la ducha mientras estoy dormida.

Toma uno de mis pies con sus manos apreciando la gota de sangre antes de que caiga al suelo.

Voltea la cabeza a la escalera negando.

"Te daré calcetines para que los uses."

"Cuando subas o bajes la escalera usarás pantuflas."

"No quiero que tengas ninguna herida en tus pies."

Maldito hipócrita.

Que no haz visto mi tobillo?

Me duele!

Ese grillete que me encadena a la pared me duele sin importar que esté envuelto en plástico, según, para que no me haga tanto daño.

Además, solo me permite recostarme en una posición bastante incómoda en la cama e ir al baño a duras penas!

Ahora toma unas pinzas de un gabinete de primeros auxilios que esta pegado en la pared y con ellas me saca no una, sino cuatro astillas que se me metieron profundamente en los pies.

Mis pies, los dos caben perfectamente en una sus manos, así de pequeña soy.

También puedo ver la diferencia de nuestras pieles.

Sus manos son callosas, grandes, cálidas y quemadas por el sol.

Mientras que mis pies que son tan blancos que puedo ver mis venas como si fuera traslúcida mi piel.

Se entretiene unos minutos limpiándome la planta del pie y después acariciándome mis pies.

No puedo decir que se siente mal.

Dulce JuguetitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora