Epílogo.

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Los violinistas comenzaron a tocar en cuanto recibieron la señal de Hades.

Aquellos dioses menores y otros pocos del Concilio que participaron en la última batalla tuvieron solo dos opciones: bajar sus armas, rendirse y vivir en armonía, o ser enviados directamente al Tártaro para pagar por sus pecados. Por supuesto, varios decidieron acompañar a Zeus a las profundidades del infierno y otros, muy agradecidos, se volvieron fieles seguidores del bando bueno, dispuestos a aprovechar la única oportunidad que tenían para salvarse de una brutal condena.

Esa mañana todos se reunieron en el Olimpo, era un día que merecía ser festejado ya que conocerían a su nuevo gobernante y, además, celebraban la libertad que aquella valiente muchacha les había regalado, a pesar de no saberlo, ella había contribuido a que el sistema cruel impuesto por Zeus acabara. Ya no habría abuso de poder ni órdenes crueles que los obligara a asesinar. Sí, a esa misma que dieron la espalda le debían bastante.

Cada nota que los violines emitían eran acompañadas por unas fuertes pisadas que hacían crujir la madera bajo los pies de quien se acercaba.

Todos miraban expectantes hacia el balcón.

Ezio, que se encontraba encadenado -como castigo a sus crueles actos- se arrastró hasta llegar a una esquina donde podría ver mejor. Al parecer a nadie le importaba las condiciones en las que se encontraba el muchacho ya que algunos pasaron corriendo por su lado y lo empujaron haciéndolo caer. Apretando los dientes respiró hondo, era mejor eso que acabar como Apolo, el hombre era un completo lunático perfectamente encadenado en lo más oscuro del Tártaro.

Todos exclamaron sorprendidos llamando la atención del chico.

Con una seria expresión en su rostro, Mina aparecía frente a todos. Su ropa impecable parecía hacerla brillar.

Los murmullos no se hicieron esperar, incluso Afrodita no se esperaba ver a la japonesa. Ella está muerta. Más de uno pensaba lo mismo, más de uno había encendido una vela en señal de respeto el día en el que la japonesa cerró sus ojos y fue llevada por la Madre Gea hacia el interior de los espesos bosques para darle una sepultura digna.

Aria dejó escapar un jadeo de emoción en cuanto vio a su mejor amiga parada allí, es decir, estaba extremadamente confundida pero podía sentirlo, esa que miraba con suma atención a todo el público era su Mina.

Poseidón, a quien no habían visto durante mucho tiempo, apareció tras ella. Gracias a la diferencia de alturas, el dios alzó los brazos hacia arriba, mostrando una corona de laureles dorada a todos.

— ¡Todos! ¡Adoren a quien venció la muerte y hoy se para frente a ustedes como su reina! — Poseidón fue bajando la corona hasta acomodarla sobre la cabeza de la japonesa. — ¡Adoren a quien derrotó el mal y les trae una vida nueva! — Mirando todos los rostros sorprendidos, sonrió. — Adoren a quien Gea le confió toda su creación antes de darle su vida. Adoren a quien renació como un fuerte Fénix y desde ahora protegerá la paz.

Los primeros aplausos fueron, por supuesto, de la pelirrosa que no pudo evitar celebrar el regreso de la japonesa. Sus gritos fueron un gran incentivo para los demás ya que, después de unos segundos, todo el Olimpo se alzó en palmas para recibir a su nueva regente.

—¿Por qué un fénix?

—Porque renace de sus propias cenizas. Me gusta su significado.

Deteniéndose a pensarlo, Mina arrugó la nariz. —Nunca he visto uno. — Admitió.

—Podrías verlo pronto con mi ayuda... solo si todo acaba, claro.

↳ Olympus┇ MinaYeonWhere stories live. Discover now