c u a t r o☬

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- ¿Difícil de explicar? - Shayla por fin pudo pronunciar algunas palabras. - Lo que me contarás definitivamente será un montón de chorradas para explicar tu...

Shayla pensó un rato sus siguientes palabras.

- Pues tu.... ¿anormalidad? - señaló, con sus brazos apuntando a todas las direcciones del cuerpo de Felipe.

Felipe sonrió de oreja a oreja, mientras que Shayla se sentía cada segundo más aterrorizada.

- Y bueno... deja esa estúpida expresión y cuéntame las chorradas. - la chica dijo con la voz firme.

Felipe siguió sonriendo, mientras su voz lentamente se pronunciaba a través del sonido de cada gota pegando en el cemento y de los furiosos truenos.

- ¿Tu nombre? - Felipe preguntó, dándole su mano con ropa chamuscada.

- ¿No lo sabes? - Shayla tartamudeó. - Es Shayla, Shayla. - dijo, más segura. –

Felipe la escudriñó por un segundo.

- Sígueme. - estableció casi como un susurro.

La situación no se podía parecer más a una película mala de terror, en donde, la pobre chica asentía e iba con el muchacho, aparentemente guapo pero que en realidad cubría bajo tal belleza, un corazón manchado de experiencias tenebrosas y una mente con fantasías psicópatas. Shayla podía imaginar su cabeza y órganos colgados en largos ganchos oxidados, rodeados de la oscuridad en una especie de cueva, podía imaginar su sufrimiento cuando su atacante postraba aquella sonrisa macabra y le sacaba alguna parte de su cuerpo con el uso de una herramienta sangrienta.

A pesar de todo, Shayla se mostró decisiva al mencionar las siguientes palabras:

-Está bien. – respondió, tragando un poco de saliva, mezclada con un poco de lluvia ácida.

- No te estarás imaginando cosas gore ¿verdad Shayla? - dijo Felipe, dándole la espalda.

Shayla se quedó callada, en silencio rezando para que todo saliera bien.

Llegaron a una calle más adelante, en donde, se encontraba parqueada una bicicleta montañera. Era de un color puramente negro, y se podía observar lo usada que estaba debido a las ruedas llenas de lodo, con los dos asientos un poco envejecidos y raídos, y los platos un poco oxidados.

-Vamos. - anunció Felipe.

- Eh? - dijo aturdida Shayla. - ¿Vives por aquí? – Al notar la ausencia de respuesta continuó. - Si el lugar está lejos, nos vamos a demorar horas en llegar. Mejor vamos a la parada de bus, dejemos la bicicleta en la comisaría. Ellos entenderán.

- Sólo súbete. - Felipe comentó con urgencia.

Shayla chasqueó la lengua e hizo caso a sus órdenes. Ya no se podía hundir más de lo que ya estaba. La imagen de la cueva con sus órganos como muestra gratis se hizo más intensa y escalofriante, mientras Felipe le ofrecía los cascos de seguridad.

-Ten.

-Eh? - Shayla sentía sus manos temblar y sus dientes tiritar.

Felipe dirigió su mirada encima de su hombro para observar la situación de la pobre Shayla. Estaba con frío, podría sufrir de neumonía, además poseía una gran cantidad de terror y shock en sus ojos. Pero la única pregunta que rondaba en la mente del joven demonio, era la razón de su compañía.

Con movimientos apresurados, acomodó una chamarra de cuero a su cuerpo completamente mojado por la lluvia, le puso su gorra favorita con el logo de ACDC tejido con letras flamantes en la parte delantera que antes yacía colgada en el manubrio derecho de su desgastada bicicleta. Suspiró, y empezó su conciso pedaleo.

Los ElegidosWhere stories live. Discover now