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Shayla se contemplaba en el espejo. ¿Acaso se estaba volviendo loca? No entendía qué estaba pasando. Analizando, trató de juntar las variables cuando se estaba cepillando sus dientes y arreglando su desordenado cabello. Todo empezó cuando su relación con Felipe se hizo más profunda, según lo que le había comentado, nunca se había sentido de aquella forma con nadie más. Por ende, ninguna persona llegó a experimentar tal conexión espiritual al formar lazos con el hijo del diablo. ¿Era esto un efecto colateral? ¿Estaba delirando? No lo creía, todas las pruebas apuntaban que la historia del papel era verdadera.

La pregunta que latía en su interior, era por qué su alma ahora estaba involucrada con todos aquellos secretos del mundo celestial, nombre que le había proporcionado Felipe unas horas atrás. Pero, algo estaba yendo muy mal con aquel mundo. Lo que significaba, que sólo agravios caerían también al mundo humano, debido a que estaban estrechamente conectados. Su descubrimiento de que su memoria al menos permanecía algunos minutos al regresar a su forma material, le daba un pequeño sentido de alivio, ya que, no estaba caminando con los ojos cerrados en terreno desconocido. Le daba una oportunidad a la investigación y a reflexionar sobre todo. Se puso la ropa con cierta lentitud que no podía evitar, dado que estaba teniendo diez mil pensamientos por hora.

- Shayla, tu tío James no te va a esperar todo el día. - gritó su padre, desde probablemente la cocina.

- Sí papá. - gritó la chica como un robot que se le había chispado los circuitos.

Apresuradamente, cogió su bolso con su celular olvidado, se chequeó en el espejo e hizo un chasquido con sus dedos con falsa emoción.

- Hora de ser una joven adulta productiva. - sonrió falsamente a su reflejo.

Su padre estaba con un pedazo de pan a medio comer y su taza de café mañanera para empezar el día. El ambiente no era incómodo entre los dos, porque tenían las mismas peleas casi cada día de sus vidas. Shayla viró los ojos a los platos sucios que dejaba en el lavabo para que ella después lidiara con ellos, por lo que su papá la miró seriamente, pasándose un pañuelo para limpiarse la suciedad de las comisuras de su boca.

- Malcriada. - resopló. - Cuando vengas del trabajo, ordenas esta casa. Que sea lo más limpio que mis ojos hayan visto.

- Sí papá. - el robot respondió.

Así su papá partió con su uniforme de capitán de la unidad policiaca de este pueblo olvidado. Escuchó su camioneta arrancar, y por fin pudo suspirar. Ella comió rápidamente lo que su padre había dejado del desayuno, y se dirigió a las afueras de su vivienda, esta vez, decidiéndose por su bicicleta. Estaba un poco vieja, pero la iba a utilizar en nombre de su querido Felipe. Se asqueó al notar que pensó de aquella forma, y se puso un casco de seguridad que su padre le había comprado hace años.

El restaurante del tío Jamie quedaba a un kilómetro de su casa. La playa le daba al lugar cierto atractivo, pero en épocas lluviosas se hacían goteras en el techo y un lodazal en sus afueras, por lo que el turismo claramente disminuía. Shayla empezó a pedalear en la calle desierta, en donde, algunos granos de arena revoloteaban directamente en sus ojos. Algunos carros le pitaban, lo que la hacía gravemente avergonzada.

- Oye Shayla. - pitó Don Iván, que era dueño de una vulcanizadora que quedaba un poco lejos. – Ese caracho se te va a dañar, venga que yo te llevo.

- No se preocupe Don Iván, sólo voy donde mi tío Jamie. – contestó, mirándolo de reojo.

- Bueno, no vayas a decir que no te avisé después. - y con eso salió a toda carrera, echándole diez mil granos de arena en la cara.

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