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Shayla trató de ver lo que sucedía a su alrededor, mientras trataba de respirar en el rancio y desusado disfraz de cangrejo. Por la gran malla que formaba parte de la boca del crustáceo, podía alcanzar a contemplar algunas muestras muy reducidas de la realidad. Salió del baño, sintiéndose muy acalorada, debido a que el sol había empezado a salir con sus grandes rayos veraneros. No sintió mucha vergüenza, ya que, no era la primera vez que sucedía este tipo de evento. Antes se había disfrazado de pescado o de un plato de ceviche, atuendos que nunca quería volver a repetir. Este era normal y aunque percibía un olor un poco raro del traje, pensaba que le quedaba bien.

Como Felipe era más alto que ella, cuando se acercó no pudo observar su expresión, lo único que obtenía de él era su camisa blanca con rayas azules ceñida al cuerpo. Pensándolo mejor, aquella vista tampoco estaba mal. En esos pocos segundos, se dejó ser la pervertida que en verdad era. El lapso terminó al escuchar el sonido que hace el móvil al tomar una foto.

- Oh, ¿estás tomándome fotos? - sacó con una voz un poco ahogada.

Escuchó risas por lo que viró los ojos.

- Está bien. - susurró para sí misma.

Se acercó a las mesas del restaurante, y se sentó encima de una de estas. Haciendo una pose, copiando a una modelo de pasarela que vio fugazmente en una propaganda de televisión. Le advirtió a Felipe que le siguiera tomando fotos.

- Estás loca. - Felipe rio. - Muéstrame más.

A respuesta de esto, sacó literalmente sus grandes y exageradas pinzas, e hizo un gesto cruzando los brazos, simulando fotos de gangsters, estereotipos que alguna vez vio en un programa de la televisión. Felipe tomaba fotos sin parar con su celular, sin arrepentirse de que apareciera ese molestoso mensaje de "Capacidad casi llena." Rio mientras chequeaba las fotos, su dedo deslizándose por la pantalla.

- Déjame ver. - decía una voz un poco ahogada.

- ¿Qué? No puedo escucharte. - mencionó con una voz juguetona.

Shayla le iba a pegar con sus grades pinzas de cangrejo, pero su tío les avisó que ya deberían partir. Ella quiso obtener una vista más panorámica de Felipe vestido de marinero, pero le resultaba imposible debido al estrafalario traje. Suspiró para sí misma, y sintió una mano cubrir una de sus pinzas. Veía una camisa rayada de marinero enfrente de ella y se sintió feliz.

- Para que no te pierdas. - escuchó murmurar a Felipe.

En la camioneta del tío Jamie, hallaron una gran falta de acondicionamiento, como en todos los posibles lugares del pueblo olvidado. Shayla podía sentir como el sudor la hacía sentir en cada segundo más incómoda. Se movió de su asiento, tratando de liberarse de la sensación. Felipe la trataba de ojear, evitando los ojos saltones y las patitas que provenían del traje. Fue un viaje corto, pero muy apretado para las tres personas en la parte delantera de una vieja camioneta.

Se sintieron liberados cuando llegaron a la parte más poblada del lugar. Se bajó de la camioneta casi cayendo al piso. Escuchando una risa de sorna, se paró rápidamente y se dedicó a estirar sus grandes pinzas o brazos, mientras que las patitas se sacudían a sus lados.

- Aun no sé por qué estoy haciendo esto. - Felipe dijo casi sin aire. – Pero lo vale.

Shayla lanzó una sonrisa falsa, que nadie podía ver.

Pepe, el conductor joven de la camioneta, les dio dos fundas llenas de panfletos, en donde, se ofrecía promociones y platos a la carta excepcionales para atraer más gente al restaurante. Shayla estaba muy centrada en hacer del evento un éxito, lo que hizo que las tripas del hijo del diablo, se removieran una vez más. Con ligereza, empujó al estrafalario cangrejo que le estaba dando la espalda.

Los ElegidosWhere stories live. Discover now