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Shayla respiraba profundamente, en cada exhalación, se sentía más y más relajada. Felipe la sostenía muy fuerte, como si se fuera a transformar en aire y desaparecer. Shayla una vez más, sintió que se había olvidado de todo, pero no sabía de qué. Era un sentimiento completamente extenuante, su cabeza palpitaba de un repentino dolor. Empezó a engendrar un cierto odio meritorio a su memoria por los sucios trucos que jugaba.

Sentía una incontrolable rabia, por lo cual se apartó abruptamente y le dio un fuerte zurrón en la mejilla derecha a su querido desconocido.

- ¿Por qué has hecho eso? - dijo, con las olvidadas lágrimas. - ¿Por qué moriste en frente mío, otra vez?

La voz de Shayla era pequeña. No podía explicarle el inimaginable dolor que sintió al notar que su pulso era débil hasta que se desvaneció en lo ínfimos segundos de lo que llaman vida.

Felipe frunció fuertemente el entrecejo.

- Disculpa que todo haga mal. - pronunció colérico. - Pero, hace un momento, pensaba que habías ingerido un poco de esa dosis letal. Alguna parte de ti, sabe que siempre puedo volver a la vida. Sin embargo, tú sólo tienes un ticket de ida, que no pienso verte usar.

Los dos postraban miradas con mucha tensión, arrepentimiento y un lejano afecto, que los tomó desprevenidos.

- Nunca volvamos a hacer eso. – dijeron en conjunto, dándose un apretón de manos.

Con una apariencia incómoda y cierta cara de desolación en su mirada por todas las situaciones emergentes que pasaron, se pusieron espalda contra espalda del uno a otro, no queriendo afrontar los molestos sentimientos.

- ¿Estarías muy triste si muero? - Shayla pensó en voz alta, con la duda en su punta de la lengua.

Felipe no lo tuvo que pensar dos veces

- Pues, inusualmente. - afirmó. - Nunca me he sentido así, pero supongo que estaría totalmente devastado si mueres.

Shayla resopló.

- Gracias por toda la presión que has puesto en mis hombros. - los dos rieron, olvidando un poco sus sentimientos ansiosos. - Ahora deberé ser más cuidadosa.

- Eso me gustaría. - era como si Shayla podría sentir la sonrisa de Felipe.

Los dos empezaron a conversar de muchas cosas. Hablaron sobre su niñez, en donde Shayla le explicó que nunca había conocido a su madre. Claro, como todos los niños del mundo, debía de tener una, pero su padre nunca hablaba de ella. Lo único que siempre le decía era que había muerto en el parto, en donde fue un milagro que Shayla estuviera también con vida. Shayla sugirió que esa es una de las razones por las que su padre era muy severo con ella, a lo que Felipe respondió sobre lo imposible que ese postulado era. En otra pauta, le habló de su padre; lo estricto y huraño que era. La apariencia presuntuosa que le daba al pueblo, su ironía y su manera de encadenarla a Punta Villamil. Le dijo sobre sus sueños de libertad, de tener alas para poder realizar su más grande deseo: escapar.

- Todo el mundo desea escapar. - mencionó Felipe, rascándose la barbilla. - Así mismo, hay muchas formas de escapar de las situaciones. No significa que sean lo más honorable.

- Creo que tienes razón. Aún más, la sensación de librarte de todos tus problemas de forma fugaz es satisfactoria. – comentaba mientras se estiraba los brazos.

Shayla había contado muchas cosas, y sentía que él sabía mucho ella, y ella nada de él. Así que, audazmente se atrevió a hacer preguntas.

- ¿Cómo fue tu niñez? - Shayla trató de hacer una pregunta coherente.

Los ElegidosWhere stories live. Discover now