Capítulo 4

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Se sentía como si hubiese perdido una pelea. Cada uno de sus argumentos fue rebatido y dejado de lado como si no tuviese importancia, era como si el hombre se hubiese preparado toda su vida para responder a cada una de sus objeciones si bien se las había dado de manera sútil y aunque le había proporcionado información que podía utilizar contra su hija ahora estaba más que segura que el propósito de romperle el corazón para que terminara el compromiso iba a ser bastante más difícil y eso que aún no había hecho nada.

Dio la vuelta en un pasillo por donde anteriormente una de las criadas le había enseñado donde estaba su habitación, pero de repente un cuerpo colisionó con el suyo, un par de suaves almohadillas se presionaron contra su brazo antes de que ella los usara para evitar que el cuerpo cayera al piso, cuando se dio cuenta de a quien sostenía simplemente la dejó caer.

— ¡Es usted una cretina! — Se quejó la mujer tendida en el suelo antes de murmurar lo que Korra supuso eran maldiciones.

La morena se cruzó de brazos mientras la pelinegra se levantaba del suelo y limpiaba la parte trasera de sus pantalones llamando por un momento su atención con una buena vista de la forma de su trasero, pero rápidamente volvió a su actitud déspota.

— Justamente la persona que más quería ver en este momento— su tono fue condescendientemente agrio, ganándose una mala mirada de la ojiverde que ya se preparaba para responder de igual manera. Korra previendo esto pronto tomó la mano de Asami, quien protestó mientras era prácticamente arrastrada por los pasillos hasta que, sin previo aviso se encontró dentro de una de las habitaciones.

— ¿Por qué estamos aquí? — cuestionó la pelinegra de mal humor viendo alrededor y deteniendo su vista en la maleta que reposaba sobre la cama.

— Esta es mi habitación temporal.— Dijo la morena una vez que cerró la puerta con seguro solo para alarmarla, cosa que logró. Disimuló una sonrisa.

La observó de arriba abajo, seguía vistiendo aquella ropa manchada de aceite y su cabello estaba aún más desordenado, largos mechones se escapaban de la coleta recorriendo grácilmente el perfil de su mandíbula, pegándose a su esbelto cuello, algunos perdiéndose entre el valle de sus pechos, tan tentador que por escasos segundos sintió el ridículo deseo de ser uno de sus cabellos.

Asami no pasó por alto su escrutinio, tan observadora como era, enarcó una ceja con desdén y dio una sonrisa arrogante. Ella no tenía mucha experiencia en ello, pero podía reconocer el deseo en los ojos de la morena, había sido vista de esa manera infinidades de veces, por lo que podía decir sin orgullo pero sin vergüenza, que estaba acostumbrada a ese tipo de miradas, aunque eso no significaba que le resultara agradable. Se encontraba a punto de hacer un comentario malicioso referente a ello cuando la camisa que cubría el cuerpo de la morena desapareció, dejándola sin habla por unos largos segundos, tanto por lo repentino del acto y por el hecho de que lo que vio no fue para nada desagradable de ninguna forma. Como si fuese un león acorralando a su presa vio como la mujer se acercaba a ella, la hizo retroceder hasta que la puerta le impidió dar otro paso.

Si antes había quedado sin palabras al observar su rostro, al observar su cuerpo tuvo que recordarle a su cerebro que el ser humano había evolucionado y el lenguaje hablado existía. Una hermosa exhibición de cincelados músculos se encontraba frente a ella, tensos y provocativos; estaba segura de que si levantaba su brazo y acariciaba su abdomen este seria duro al tacto, que si pasaba sus manos por sus brazos estas se daría un gran deleite ¿Por qué se había quitado la blusa? Se preguntó vagamente sin profundizar en ello ya que el rostro de la morena muy cerca al suyo, un par de tentadores labios y un juego de zafiros que parecían hipnotizarla se lo impidieron. La temperatura poco a poco empezó a elevarse y pudo sentir un desconocido cosquilleo naciendo cerca de su vientre, una sensación tan agradable que le asustó por un momento. No podía siquiera pensar gracias a aquellos ojos que brillaban de una manera que la hizo preguntarse qué estaría pasando por la mente de la morena en ese momento ¿es que acaso intentaba seducirla? Tal vez, aquellos ojos tenían grabados la palabra pecado. Un suave toque la devolvió a la realidad, el índice de la morena recorría el perfil derecho de su rostro mientras sus ojos azules seguían el movimiento, contuvo la respiración y su piel ardió como si hubiesen puesto metal caliente sobre ella, y aunque no era doloroso ni mucho menos, apartó el rostro.

Me PertenecesWhere stories live. Discover now