Capítulo 11

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Lo último que escuchó Asami fue una burbujeante carcajada antes de que la morena respondiera el beso, sintió una de las manos de la morena enredarse suavemente en su cabello y la otra tomarla de la cintura acercándola más cerca de su cuerpo, mientras su lengua entraba a la ecuación, seductora y persuasiva, aunque no había necesidad de ello, no estaba pensando en por ningún motivo detenerlo.

Esta vez puso de su parte desde el primer momento, recriminándose mentalmente por haberse resistido tanto al principio y tal vez no era el momento preciso, pero no pudo evitar pensar en que era casi inevitable y admitir que en algún momento iba a suceder; la atracción siempre estuvo, lo supo desde el instante en que sus ojos chocaron con aquellos zafiros que la deslumbraron desde el primer momento, desde el primer acercamiento, desde el primer beso, todo; siempre estuvo allí.

Un millón de sensaciones embargaron su cuerpo cuando los labios de la morena bajaron lamiendo la piel sensible de su cuello, sus dedos se presionaron contra los hombros de la ojiazul a la vez que la daba más acceso a esa zona, el calor entre sus piernas comenzaba a incrementarse y la humedad anunciaba su presencia de manera incomoda y suplicante de tacto.

— Espera un momento. —Dijo Korra en un susurro apartando por un momento las manos del cuerpo de la nívea, para luego posarlas en su cintura; y para el desconcierto de Asami y propio, depositando un breve beso en su frente.

— ¿Ocurre algo? —. Cuestionó extrañada y sorprendida por aquel comportamiento.

— Eres mi prometida.

— Si.

—Y estoy a punto de hacerte el amor. — El que lo dijera en voz alta hizo que las mejillas de la ojiverde adquirieran un intenso color rojo.

— Si lo quieres expresar de esa manera. — Aclaró su garganta— ¿Cuál es el problema?

— Tú... ¿Tienes alguna duda?

— ¿Enserio hablaremos de eso ahora? — Dijo un poco desesperada.

— ¡Espíritus no! — Dijo la morena casi con horror, antes de volver a cerrar la distancia entre ellas. Tan ágil y experta como atestiguaba su reputación se deshizo rápidamente del nudo que mantenía en su lugar la túnica que cubría el cuerpo de la ojiverde dejando al descubierto su pálida y deseable piel, esa que ya antes hubo visto y que no pudo tener el placer de tocar, pero que ahora se encontraba a su total disposición, cosa que aprovecharía más que nunca. Sus labios recorrieron de manera experta la longitud de su cuerpo, chupando, lamiendo y besando cada rincón de piel rápidamente expuesto, dejando un rastro húmedo y caliente que tuvo a la ojiverde retorciéndose debajo de su cuerpo, sus dedos también jugaban un papel importante tocando y pellizcando aquellos puntos sensibles que, sabía con certeza, elevarían el goce del que la dueña de sus atenciones era receptora en esos momentos.

La ojiverde se encontraba envuelta en sensaciones demasiado intensas para explicar con palabras, en algún momento logró deshacerse de aquellos obstáculos que le impedía tocar directamente la piel de la morena, sus dedos trabajaban arduamente, desabrochando cada uno de los botones, jalando cada una de sus prendas, hasta que finalmente la piel color canela quedó descubierta para la incursión de sus manos.

Alejó de los labios de la morena tomándose un momento para respirar y observar sus ojos; se vio a si misma reflejada en ellos, agitada y anhelante, seguramente aquellos ojos bañados en lujuria se encontraban en su propio rostro. Sonrió logrando un brillo de confusión en aquellos azules ojos antes de que su cabeza se irguiera para morder suavemente la garganta de Korra causando que soltara un suave gemido de sorpresa, un sonido tan sensual que quiso escucharlo nuevamente, sus manos codiciosas se dirigieron hacia su cuerpo para recorrer con presteza los ondulantes músculos, la calidad piel, tomándose el tiempo de tentar lo suave que era; recorrió con agobiante lentitud y delicadeza la curvatura de sus hombros, luego entreteniéndose un buen rato al jugar con aquel par de redondeces que provocaban en la morena ruiditos que emocionaban sus sentidos y alimentaban su hambre. Recorrió los relieves de su abdomen, la estrechez de su cintura, las fuertes piernas de chocolate y aquellos tentadores labios.

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