Vivian se envolvió en una toalla y me dio su copa, que acepté con una mueca de confusión.

—Creo que la necesitas más que yo —me explicó.

Puse una mueca, mirándola, y dudé visiblemente antes de llevármela a los labios y casi terminármela de un trago.

Vivian sonrió y me hizo un gesto para que la siguiera.

—No tengo mucho material —me avisó—. En las fiestas se termina muy rápido... ya sabes cómo van estas cosas.

—Mhm —murmuré.

Ella se detuvo en otra de las puertas del pasillo y la abrió, dejándome pasar primero. Me quedé plantado en medio de su habitación, incómodo, mientras ella se sentaba en su cama y abría uno de los cajones de su mesita de noche. Sonrió ampliamente y dejó cuatro bolsitas blancas y pequeñas sobre la cama, para mí.

—¿Cuántas quieres?

En realidad, sabía que yo mismo había insinuado que las quería, pero ahora que las veía...

Solo imaginarme la expresión decepcionada de Jen, de Will o de mi madre... no. Mierda. ¿Qué estaba haciendo?

Di un paso atrás inconscientemente.

—No —mascullé—. Es... yo no...

—Vamos —enarcó una ceja—, ¿a qué has venido si no es por esto?

—No debería...

—Como quieras —me interrumpió.

Se me secó la garganta cuando vi que abría una de las bolsitas y ponía parte de su contenido sobre la mesita de noche, empezando a colocarlo en forma de raya. Me quedé mirándola fijamente, con la cabeza zumbándome, mientras me sonreía.

—Joey ya me dijo algo de que te habías desintoxicado —comentó, poniendo los ojos en blanco—. Me dijo que debería hacer lo mismo, pero... esto es demasiado divertido como para dejarlo.

No dije nada. Fui incapaz. Especialmente cuando ella se tapó un agujero de la nariz con un dedo y se inclinó para inhalar con el otro hasta que la mesita quedó limpia de nuevo. Cuando levantó la cabeza y la echó hacia atrás, sorbiendo por la nariz, sentí que me escocía mi propia nariz y me cosquilleaban los dedos.

Vivian me dedicó una sonrisita radiante cuando se puso de pie otra vez e hizo un ademán de esconder de nuevo todo lo que le quedaba.

Y yo hablé sin pensar.

—¡Espera!

Ella se detuvo de golpe y me sonrió de nuevo.

—¿Sí, Ross?

—Dame... una. Solo una.

Me entraron ganas de vomitar solo al imaginarme lo que pasaría si me veía alguien. Pero no pude evitarlo. Era más fuerte que yo.

Vivian me guiñó un ojo cuando me dio una de las bolsitas, que yo apreté entre los dedos.

—Sabía que no eras tan aburrido —comentó.

Aparté la mirada y la metí en mi bolsillo.

—Venga —sonrió y me sujetó del brazo—, vamos a pasarlo bien, como en los viejos tiempos.

No sé por qué, pero me dejé arrastrar por ella.

Sinceramente, no tengo muchos recuerdos alegres de esa noche.

Recuerdo a Vivian bailando e intentando que yo también bailara, aunque me negué. Recuerdo mucho alcohol. Muchísimo. Y también recuerdo la cantidad de veces que pensé en abrir esa bolsita, pero la cara de preocupación de Jen que me imaginaba me detenía en seco y hacía que volviera a esconderla.

Tres mesesTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon