Capítulo 62

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Sé que odiáis que os deje siempre con la incertidumbre, pero es que tenéis que comprender que me quedé en shock cuando vi la pantalla de Albert. Es que a ver, joder, es que... es que... es que no sé qué decir.

- Pero-pero-pero... - ¿veis lo que os decía?- ¿De dónde coño ha salido eso?

- No lo sé, pero está por todas partes – me dijo Albert preocupado. En la pantalla de su móvil había una foto mía (la habían sacado de mi instagram) con una polla dibujada sobre mi cara y un bocadillo saliendo de mi boca que decía "la chupo gratis" y, justo debajo, mi número de teléfono.

- ¿Quién coño ha sido?

- No tengo ni idea.

- Bueno, es que seguro que sé quién ha sido. Es que estoy hasta la polla, tío. ¿No pueden comportarse como personas un puto día? ¿Tanto pido? – grité, con el corazón a punto de salírseme por la boca.- Pero me van a oír. ¡Me van a oír! – y, con el móvil de Albert en la mano, salí disparado del baño.

- ¡Eh, pero a dónde vas! ¡Que te llevas mi móvil! – chilló Albert, corriendo tras de mí.

Es que en serio, ya está bien. ¡Ya está bien! No conozco a nadie que le hagan tantas putadas en este mundo como a mí. Y yo que pensaba que ya me habían dejado tranquilo, y que me estaban dejando vivir. Pues nada. Todo una falsa alarma. Un mes de tranquilidad para terminar el curso por todo lo alto. Es que ya no me sale nada nuevo. Solo me sale decir 'me cago en la puta'. Si se os ocurre algo mejor, por favor, decídmelo.

Albert corría tras de mí, tratando de recuperar su móvil, pero por una vez yo era más rápido que nadie, porque es lo que tiene la adrenalina, y estar cabreado como una mona, la verdad. Encontré a Diego y compañía riendo como cerdos en medio del pasillo. No sé qué se apoderó de mí pero, como aquel día en el patio cuando se metieron con Pablo, me lancé contra ellos, empujando a Diego contra la pared.

- ¡Loco, qué haces! – gritó Albert a lo lejos.- Cómo corre el jodío – dijo, tratando de recuperar el aliento.

- ¡Ya estoy harto de vosotros!

- ¿Pero qué haces? – dijo Diego, riéndose entre dientes.

- A lo mejor te la quiere chupar aquí mismo – añadió Ramón.

- Voy a contárselo a todo el mundo. Estás avisado – le amenacé. Ya está bien. ¡Ya está bien! Eso me lo digo a mí mismo para motivarme.

- ¿Contar? ¿El qué? – preguntó Diego, confuso.

- Lo de que soltaste el arnés de Albert.

La expresión de Diego cambió y os juro que me dio un escalofrío.

- Como cuentes algo... despídete de tu novio – me amenazó y me quedé de piedra. ¿En serio estaba amenazando con hacerle algo a Pablo? Albert entonces apareció en escena y tiró de mí, separándome de Diego y tratando de calmarme.

Yo traté de zafarme, pero Albert era sorprendentemente fuerte, y eso que iba con muletas. Sí, tiene buenos bíceps y esas cosas, pero quién iba a decir que iba a poder tirar de mí sin casi esfuerzo. Tengo que empezar a hacer más ejercicio. Cuando estábamos en un sitio seguro, lejos de los brutos de Diego, Arenas y compañía, Albert trató de buscar una solución al problema. Al problema no. A mí problema. Porque al final siempre soy yo el que los tiene.

- Es que no piensas, tío. ¿Ir directamente a por ellos? ¿No has aprendido nada?

- Está claro que no – respondí, cabizbajo.

- Podíamos ir a hablar con Solero. Él seguro que nos puede ayudar – sugirió Albert. Pero entonces recordé la amenaza de Diego. "Despídete de tu novio". ¿Y si iba en serio? ¿Y si pretendía hacerle algo a Pablo? Era muy capaz, desde luego. Mira lo que le había hecho a Albert. Pero tarde o temprano tendría que hablar con Solero. Diego y los brutos de sus amigos no podían salirse con la suya.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora