Capítulo 38

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- Eh, vale – respondí, totalmente anonadado. No, la verdad es que era algo que no me esperaba. Y por la mirada de Andrés, él tampoco. Pero antes de que hablara, me adelanté. Quería dejarle clara una cosa.- Que sepas que te apoyo 100% y que estoy aquí para lo que necesites.

- Jajajaja, gracias, Óscar. Pero no necesito que me apoyes. Solo que me trates igual. No soy un bicho raro ni nada, ¿vale?

- Claro. Pero, ¿por qué me lo cuentas a mí? Es decir, yo soy un caos, por si no te has enterado.

- Digamos que me abriste los ojos aquella tarde.

- Qué dices – me ruboricé. ¡Cómo para no!

- Se lo dije a mis padres, ¿sabes? Esa misma tarde.

- ¿Y?

- Pues que tengo suerte, digamos eso.

- Joder, pues sí que la tienes – respondí, amargamente, por la parte que me tocaba.- ¿Y lo sabe...?

- ¿Alguien? En general... no. Aún no. Me da... miedo, ¿sabes?

- Normal, tío, normal.

- Joder, Óscar.

- ¡Qué! ¡Qué he dicho! ¡Qué he hecho!

- A mis padres aún les cuesta acostumbrarse a llamarme en masculino, y tú lo has pillado en dos segundos, tío – sonrió.

- Bueno, es que no hay nada que pillar. Eres Andrés, ¿no?

            Y, en el resto del viaje, estuvimos hablando de todo y más. Me estuvo contando cómo lo habló con sus padres, y que también había algunas personas en el insti que lo sabían, y el miedo y angustia que había pasado cuando era más pequeño... ¡Joder, y yo pensaba que tenía problemas! Ahora os diría lo de relativizar y toda esa mierda de fotos de insta, pero os lo voy a ahorrar. Cada uno tiene sus propias movidas, y son tan grandes como uno quiere que sean. Lo importante es tener a alguien en el que apoyarse. Y me alegraba ser esa persona para Andrés... aunque yo fuera un completo cuadro. ¡Si cada día que pasaba me creaba nuevos problemas!

- ¡Eh, Oski! ¡Qué tal! – Almu estaba detrás de nosotros, asomada por la parte de arriba de los asientos.

- Hola.

- Qué pasa, Almu – respondió Andrés.

- Eso digo yo. ¡Me has dejado tirada desde hace media hora!

- Ah, perdona.

- ¿Todo bien? – preguntó.

- Sí, sí, todo... todo perfecto.

- ¡Pues venga, tío, que quiero escuchar puta música y te has llevado los cascos! – protestó.

- ¡Oh, mierda, real! Voy – y se giró hacia mí.- Gracias, Óscar. Nos vemos en el hotel – y me abrazó. ¡ME ABRAZÓ! Ays, temblé como si fuera de gelatina.

            Andrés se levantó y se fue hacia la parte de atrás del bus, pero Almudena, lejos de ir con él, se sentó a mi lado. Madre mía, ¿es qué mi fila era una consulta o algo así?

- Qué haces aquí – espetó.

- ¿Cómo?

- Que qué haces aquí.

- Eh, pues porque he pagado el viaje... ¿y tú? – respondí, confuso.

- Joder, que qué haces aquí, en una de las primeras filas, tú solo. Pablo está por ahí detrás.

- Ah, ya.

- ¿Problems?

- Ah, no, no, todo-todo bien – mentí. Por favor, qué mierda de mentiroso soy. Es que hasta yo me doy cuenta.

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora