Capítulo 2

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La verdad, siempre me ha dado vergüenza ir de viaje con gente que no conozco del todo. Y más aún si esa gente son los cavernícolas de mis compañeros de clase. Pero lo que no entiendo es que nos hagan ir a clase si solo nos hemos quedado diez. ¿No preferiría la profesora irse a su casa a emborracharse con vino y mirar HBO? Sí, HBO es más de profes. Netflix les pilla ya mayores. Aunque para ser realistas, a mí me venía de miedo, porque eso significaba seguir viendo a Pablo. Al menos, seríamos 20 menos en clase. 10 solo. Joder, si no me tocaba sentarme con él algún puto día, ¿qué estaba haciendo mal con mi vida?

- Hoy vamos a ver 'Bajo la misma estrella' – anunció Carol, la profesora de Ética. Muy bien. A llorar toda la clase. Genial.- Podéis sentaros donde queráis, no os pongáis solos, venga.

            Los 10 elegidos éramos la tonta de Almudena; Xavi, el friki de Marvel; Luis y Lope, primos y mejores amigos; María, una de mis amigas; Solo... ahora no recuerdo como se llama, llevamos tanto tiempo llamándole así que vete tú a saber; Alba, la buenorra del instituto y su amiguita del alma Zaida; Pablo, el chico más guapo del universo, y yo. Tranquilos, que no suelo hablar con ninguno de ellos mucho, así que no tenéis que memorizar sus nombres. Todos se levantaron de sus escritorios y se pusieron en parejitas:

Luis – Lope (obvio)

Xavi – Solo

Alba – Zaida

María – Yo (¿qué iba a hacer?)

Almudena – Pablo

La maldita Almudena Pelayo (solo ella podía tener de apellido un nombre como Pelayo) tenía que sentarse con Pablo. Maravilloso. Fantasía. Y estoy siendo irónico. No vi nada de la película. Porque no dejaba de vigilar a Pablo, ver qué hacía y tratar de llamar su atención por todos los medios. Eso sí, cuando me centré un poco en la peli, lloré. Claro que lloré. No soy de piedra, ¿eh? Si hubiera estado Ramón, se habría reído en mi cara durante toda la semana. Pero estaba a cientos de kilómetros. Y mira, ya era hora de perderle de vista.

            Cuando se encendieron las luces, fue como despertar de un extraño sueño. Incluso alguno de nosotros se desperezó más de la cuenta (no, no fui yo). Todos teníamos los ojos llorosos. Todos. Incluso Pa... No, él no. ¿Tenía que ser tan duro? Bah, seguro que era una pose. ¡Pero qué pose!

            En el recreo, cada uno se fue por su lado. Incluso María se fue con sus amigas de otra clase. ¿Qué hice yo? Pues ir a comprar un polo de Star Wars y a tomármelo bajo la sombra que daba el árbol gigante que presidía nuestro patio. Centenario decían los profesores. Un eucalipto enorme. Me senté apoyando la espalda en el muro y me quedé mirando al resto de niños que jugaban al fútbol, al baloncesto o a hacer el mamarracho todo lo posible. Aunque éramos menos. Muchos menos. No es que sea un marginado de la vida, ¿eh? Pero mis amigas no estaban y total, quedaba poco de curso. No era momento de hacer nuevos amigos, ¿no? Pablo estaba al otro lado del patio, con otros dos chicos, mientras iban mirando sus teléfonos. Uno de ellos llevaba un balón en los pies. Empezaron a regatearse entre ellos. Joder, ojala supiera jugar al fútbol. De repente, uno de ellos le pegó tan fuerte al balón que llegó hasta donde estaba yo. Pero no iba a moverme. ¡Solo me faltaba! ¡Tratar de pasarles la pelota y quedar en ridículo! Ya vendrían a por ella.

Y el que vino fue Pablo.

- Qué haces – preguntó. Su voz. Uf.

- ¿Eh? ¿Cómo?

- ¿Juegas? – dijo, recogiendo el balón del suelo.

- No, no.

- ¿De dónde lo has sacado?

- ¿El qué?

            Pablo señaló mi polo con la mirada y yo señalé con el dedo a la pequeña caravana de la entrada del patio, donde comprábamos todas las chuches, caramelos y bolsas de patatas, muchas veces caducadas.

- ¿Quieres? – dije, y en el momento me arrepentí.

- Luego me compro uno. ¿No quieres jugar?

- Soy negado – admití.

- Ok. Nos vemos.

            Y se fue. Y, obviamente, lo que quedaba de polo se había derretido, manchándome los pantalones. En serio, debía centrarme más en comer los helados que me compraba rápido sino quería manchar toda mi ropa. Y mejor no diré cómo imaginé que los limpiaba... solo diré que mi fantasía incluía a Pablo.

             Ese primer día, fue las únicas palabras que crucé con él. Ni siquiera tenía claro si sabía mi nombre o qué. Pero mira, que me hablara me hacía feliz. Así soy yo. Me alegras el día con poquita cosa. Aunque espera, miento. No fueron las únicas palabras. No, no, no. Porque ese día también tuvimos clase de Educa. Y tocó deporte libre. Como nuestro profe, 'Godzilla' (imaginad por qué le llamamos así) es un flipao de la vida y solo quiere vacilarnos, nos hizo jugar a 'balón prisionero'. Guay si tienes diez años, no quince. Pero éramos diez, hacía calor y tampoco había humor de protestar. Eso sí, mi mala suerte continuó y nos tocó en diferentes equipos. Otra cosa no, pero el balón prisionero siempre se me ha dado de muerte. Me volvía super ágil, como si estuviera en un anime y todo fuera a cámara lenta. Pablo era otro rollo, otro nivel. No se molestaba mucho, pero tampoco tenía que hacerlo. Esquivaba sin pestañear y tenía una puntería de diez. Al final, solo quedábamos nosotros dos. Yo había evitado darle durante todo el juego. No quería. No podía. Aunque, por otro lado, habría estado bien demostrar lo bueno que era.

            Él tenía el balón, y me miraba, y miraba a los prisioneros que tenía detrás de mí. Os lo juro. No podía moverme. Pero si me daba, quedaría en ridículo delante de él. Menuda puta mierda. La vida está compuesta de decisiones imposibles. Aunque, ¿qué esperaba? ¿Qué se diera cuenta que estaba enamorado de él en ese momento? A ver, a ver, a ver. No nos alarmemos. ¿He dicho 'enamorado'? No no. Solo me gusta. Bueno, es normal. A la tonta de Almudena Pelayo también le gusta y no por esto digo que esta enamorada. Solo digo que es tonta.

            Entonces pasó algo con lo que no contaba. Pablo me miró, y cuando estaba a punto de tirarme a dar, optó por la segunda opción: pasó la bola por encima de mi cabeza y se la pasó a los prisioneros, que me dieron sin clemencia, porque estaba empanando, obviamente. Joder, había evitado darme. Si eso no es amor...

Alguien para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora