Chapter 7

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La tensión en el hogar se sentía pesada aquel día.

Algo malo había sucedido y François simplemente había tomado la decisión de dejarnos sin alimento a Victoria y a mí, ambas estábamos encerradas en su habitación mientras ella tocaba melancólicamente su piano, seguramente pensando en que la noche sería lo más terrible que podría llegar.

Fue cuestión de tiempo para que los platos sonaran en el comedor acompañados de la puerta principal siendo azotada, Victoria temblaba intensamente y mi mirada estaba fija en el suelo hasta que sintiera que definitivamente él había salido de nuestra casa.

–tranquila– le susurré y ella asintió con temor –¿te gustaría salir a tomar un poco de aire? Ensayaste mucho este día– le comenté y ella negó con la cabeza

–tengo miedo, se veía muy molesto, tal vez fue a tomar y no tenga tanta suerte como la otra vez– dijo desesperada por lo que tomé su mano para calmarla un poco

–vamos, salgamos–

Bajamos las escaleras y salimos silenciosamente de la casa, porque a ese lugar, no se le podía llamar hogar, no desde que mamá murió.

Una vez afuera, sentí un delicado frío invernal helar mi nariz sin pena alguna, Victoria temblaba y yo desconocía si se debía al clima o el temor que le tenía a su padre.

Aun así, ambas respiramos profundamente el aire del exterior.


" La navidad había llegado y como todos los años, lentamente la casa empezaba a llenarse de invitados, primos, tíos y algunos socios de mi padre habían llegado para compartir la festividad, incluso un hombre misterioso se presentó.

Aquel caballero a mis ojos no tenía rostro ni cuerpo, era simplemente un color, era color azul y llamaba la atención de todos los invitados, todos admiraban y platicaban con el señor azul.

Mi madre se presentó en la sala anunciando que podíamos abrir los regalos de navidad, Phil me entregó el mío y con emoción lo abrí, era un vestido muy bonito que a mí no me interesaba usar.

La ropa no era algo de interés para una niña pequeña que solo quería jugar en la tierra y hacer pasteles de lodo.

–ten pequeña, abre el mío– dijo el señor azul y lo hice por cordialidad hasta que noté que era un cascanueces y corrí alegre por toda la habitación

Esa noche había sido la más feliz de mi vida y sin notarlo, también había sido la que me condenaría de por vida porque no noté que la tinta azul estaba impregnada en mi madre.

Nunca noté como la tinta azul pintaba sus manos y sus labios y dejaba pequeñas salpicaduras en su cuello y en su cabello. "


–mira April, esas damas que están reunidas... ¿será que el señor Kim te ha escrito otros versos?– preguntó Victoria curiosa y yo la miré sintiendo calor en mis mejillas

–Victoria ¿qué barbaridades hablas?– comenté sorprendida y ella me indicó con su cabeza que nos acercáramos

Con curiosidad caminamos hacia donde estaban las mujeres que murmuraban aparentemente sorprendidas.

Logramos abrirnos espacio entre la multitud para notar que Nam Joon estaba repartiendo pan y cobijas a los indigentes. La gente de nuestro pueblo siempre se había distinguido por ser tacaña con el prójimo, pero limpiaban sus conciencias con la palabra de Dios.

Al igual que en mi familia, François nos prohibía tocar la mano de un indigente, aunque, por primera vez decidí no quedarme quieta y callada, Nam Joon tenía varios paquetes que repartir y su chaqueta se encontraba en el marco de una puerta para que no le estorbase al laborar.

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