Chapter 5

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"–tendremos que irnos– comentó mi padre tomando su taza de té –a Phil y a mí nos será más sencillo controlar la situación desde Francia y en vista de que te trae malos recuerdos no los obligaré a venir con nosotros– añadió y camino sereno frente a François

–señor, es usted muy bueno conmigo– sonrió descaradamente

–quiero que cuides mi casa por mí– informó –es un lugar digno para una familia y es grande–

Phil dirigió su melancólica mirada a mí. Yo sabía que él no quería partir.

La verdad es que, al igual que él, detestaba la idea de quedarme sola con ese hombre, pero no podía hacer nada para impedirlo, él era dueño de mi vida y tenía controlado cada uno de los pasos que daba.

No tenía voto ni voz para crear mi propio destino, solo debía vivir el que él eligiera para mí "


El frío del pueblo golpeaba con fuerza mientras observaba desde mi balcón.

Las personas caminaban apresuradas con una mínima intensión en perder su tiempo y otros degustaban del helado clima mañanero, paseando con calma sobre el gélido concreto.

El cielo tenía un aspecto perezoso como si las nubes fueran un manto para abrigarlo mientras este empezaba a decorar los techos con pequeños copos cristalinos, el invierno había llegado y con ello traía recuerdos que creí perdidos en algún rincón de mi mente y mi corazón.


"–Clara y su hermano, estaban muy contentos con la llegada de las fiestas. Esperaban con impaciencia al mago Drosselmeyer, su tío favorito, un fabricante de juguetes que siempre llegaba con alguna sorpresa increíble. Clara miraba la ventana impaciente, cuando de repente, el mago llegó. Caminó con elegancia hacia su sobrino, Fritz, a quien le entregó una gran caja de sorpresas de la cual fueron saliendo sucesivamente un soldado bailarín, una muñeca y un oso polar con su cría. Clara quería quedarse con la muñeca, pero su madre le explicó que era imposible, por lo que, la niña comenzó a llorar desconsoladamente, pero Drosselmeyer la sorprendió con un regalo especial, un gran cascanueces de madera– leyó mamá con dulzura en su rostro

–es como el tío Ross– dijo Phil sorprendido y mamá rió asintiendo

–entonces el tío Ross ¿me va a regalar un cascanueces?– pregunté emocionada y mamá acarició mi cabello con dulzura

–mi niña, espera un poco más, que apenas empieza el cuento–

–igual ya está encantada– bromeó Phil

–bueno, quedan días para navidad, no creo que haya comprado un cascanueces– comentó –pero tal vez el próximo año– sonrió –seguiré con el cuento– dijo y asentimos emocionados, ella nos dedicó una de sus hermosas sonrisas –Las horas pasaron y los invitados a la fiesta navideña de los Stahlbaum se fueron a sus casas. Pero, antes de irse a la cama, Clara bajó en silencio hasta el salón para darle las buenas noches a su querido Cascanueces, que esperaba junto al árbol de Navidad"


Desde algún momento de mi infancia, la Navidad se convirtió en la celebración más pesada, el salón de la casa se llenaba de gente, me ponían los vestidos más rimbombantes y los corsé más ajustados.

De la noche a la mañana, aquellos momentos que tanto añoraba, se convirtieron en una simple oferta para el mejor postor, una oferta económica que diera más y me llevara a la vida que mi madre siempre se esforzó por ocultarme.

Un perfecto juego de ventas donde el premio mayor era mi herencia familiar.

–te veo preocupada April ¿sucede algo?– preguntó la voz de mi amiga

Annabelle solía llegar sin aviso previo a mi casa, pero no me molestaba realmente, por lo menos me ayudaba a distraerme de lo triste y árida que era mi vida.

Negué abrumada, hace poco le había contado lo que me había ocurrido y ella apenas y podía creerlo –asumo que este año tu esposo seguirá buscando ¿no es así?– preguntó y la miré confundida –es que, su hija ya va a cumplir los 15 y aún no le ha encontrado un esposo, se tarda bastante–

Observé a Annabelle molesta y suspiré –me casé a los 17, por si lo olvidas, además, ella es muy pequeña todavía, no puede casarse– no debía hacerlo si su padre buscaba obligarla, yo no quería eso para ella

Aunque una parte muy pequeña de mí deseaba que sí le encontrara un esposo, así tal vez su padre dejaría de abusar de ella, pero ¿qué me quedaba a mí? Yo siempre era la ficha alterna si es que Victoria no estaba cerca y eso solo cambiaría a que yo fuera su juguete.

Annabelle suspiró –¿desde cuándo 15 años te parece muy pequeño?– me miró confundida –April, yo me casé a los 13–

–y no eres feliz– la interrumpí al sentirme cansada de las mismas palabras

Los matrimonios arreglados eran una simple propuesta económica, no existía amor ni dicha en la unión de dos personas por ambición, se podían comprar miles de cosas y, aun así, eso nunca reemplazaría o llenaría el vacío que deja la mal vida de tener absolutamente todo menos amor.

Mamá decía que una vida en el campo le habría sentado mejor, porque en el allá tienen algo que nosotras solo podríamos soñar.

Libertad y paz

–lo soy– dijo ella mirándome curiosa –mi esposo cumple todos y cada uno de mis caprichos, compra todo lo que le pido–

–pero no te ama– recalqué y ella rió a carcajadas

–claro que lo hace, sino no me comprara medias de diseñador o no me llevaría con la costurera cada viernes por la tarde– dijo con una sonrisa en sus labios

–preferiría no tener regalos mientras me amaran realmente– dije apoyando mi cabeza en mi brazo

Annabelle me miró curiosa nuevamente y luego su expresión cambió a una de sorpresa –no estarás diciéndome que piensas que tu marido no es suficiente ¿acaso ese señor misterioso ha estado lavándote el cerebro a ti también?– me preguntó y yo la miré extrañada –ese hombre que vino para hacer negocios con tu esposo ha evitado que muchas mujeres en la calle sean golpeadas, todas están encantadas con ese zángano por recitar palabras de amor a una dama misteriosa, la llama su musa–

La miré anonadada, no sabía que Nam Joon hacía ese tipo de cosas y para ser sincera, me preocupaba que hombres y algunas mujeres planearan atacarlo cuando menos lo notara, él era bueno de verdad, merecía cosas buenas en su vida, el sí se las merecía.

–¿dónde lo hace?– pregunté

–¿qué cosa? –

–¿dónde dice sus palabras de amor Annabelle? por amor dios– me quejé y ella asintió con la cabeza bastante extrañada

–junto a la pileta– dijo –suele ir antes de que empiece la misa ¿en serio no lo has notado? –

Negué distraída –lo he saludado un par de veces, pero no sabía que iba allá para recitar– comenté y la duda entró en mí –debemos ir, vamos a verlo Annabelle, quiero escuchar sus versos–

Mi amiga me miró estupefacta y asintiólevemente, no parecía estar del todo de acuerdo conmigo, pero aun así no me ibaa fallar –bien, llama a la niña y vamos–

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