5. SORPRESAS

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Hermione llegó a su habitación llena de sentimientos encontrados. Primero toparse a Draco Malfoy en el ministerio de magia francés, como un consultor de confianza del más alto jerarca, abogando por los derechos de los nacidos de muggles. Después, haber coincidido en el restaurante. Ella había preferido uno de los más alejados y menos famosos de París, justamente porque creía que era en esos sitios en donde se conocía realmente la esencia de los habitantes de un país; no los lugares que todos los turistas visitaban, sino los menos concurridos.

Ver a su antiguo compañero abrir su corazón había sido impactante, inesperado. Estaba segura que si se lo comentara a Harry o a Ron jamás le creerían. Es más, todo lo que había ocurrido desde la mañana era increíble. Había percibido un arrepentimiento auténtico en él. No fingía como solía hacer en el colegio; el ejemplo más claro había sido en tercer año con Buckbeak el hipogrifo. Todo había sido real ese día. Este era el verdadero Draco Malfoy. Algo en lo más profundo de su corazón se lo confirmaba. Ya no era quien tenía que aparentar ser el mejor de los sangre pura en el mundo mágico, el hijo de papi, el creído heredero de los Malfoy. No. Este era un hombre honesto y sensible que trabajaba codo a codo con el Ministro Tynaire y que al igual que ella y sus amigos, luchaban por un mundo mejor. Y no sabía si era sólo curiosidad, pero quería conocer a ese Draco Malfoy.

Él se había ofrecido a acompañarla en su tour del sábado. ¿Hablaría en serio? Era tan difícil cambiar la opinión que tenía de él de un pronto a otro sólo porque lo había visto derrumbarse en el restaurante... que sentía que no era justo que ella cambiara de buenas a primeras, años de rivalidad y desprecios sólo porque por unos minutos, él había mostrado otra cara. ¿De verdad se arrepentía de todo? ¿De verdad no le molestaba acompañarla al día siguiente? ¿Ya no importaba que ella fuera una bruja hija de muggles? No podía alejar todas esas dudas de su mente.

Decidió darse un baño. Llenó la tina con agua caliente y se recostó sobre una toalla que colocó para descansar el cuello. Había un frasco con sales de lavanda y las espolvoreó por el agua. Quería relajarse. Pero al cerrar los ojos, nuevamente hizo aparición la figura de Draco. Siempre había sido atractivo, debía aceptarlo, pero con los años había ganado en elegancia y gallardía. Hermione sonrió tapándose los ojos, avergonzada. ¿En serio estaba pensando en Draco Malfoy?

Veinte minutos después, escuchó unos golpecitos en su ventana. Algo sorprendida la abrió para dar paso a una bonita lechuza que reconoció como un búho real, que llevaba un sobre con un escudo que se le hizo conocido. Dentro del mismo, había una pequeña nota e inmediatamente reconoció la elegante escritura de Draco. Mayor sorpresa fue ver su contenido.


  "Mi oferta sigue en pie. Te espero para desayunar a las nueve de la mañana en La Galerie, en la 31 Avenue George V.

D.M."         


Por unos segundos, dudó en asistir. Pero la visión de un desayuno sola, así como un tour por la ciudad en compañía de desconocidos de momento ya no le pareció una buena idea. Además, Draco había demostrado tener mucho conocimiento de la historia local, mejor que el libro para turistas que había comprado junto con el complicado mapa de la ciudad, así que decidió aceptar la invitación.

Al día siguiente, Hermione se debatía entre una y otra indumentaria. Había empacado una sencilla ropa muggle para colarse entre los demás turistas, pero sabía que Draco, por más "casual" que vistiera, a la par de ella seguiría viéndose elegante. Era la ventaja que daba el dinero y el buen gusto, y él los tenía ambos por montones. Ella no podía quejarse del dinero; tenía buen salario en el ministerio, pero el "buen gusto" nunca había sido su fuerte. Había buscado información del restaurante en el manual turístico y sabía que era uno de los mejores de París. Definitivamente no podía ir con su vestimenta muggle. Pero tampoco con las sofisticadas túnicas de trabajo. Gruñó. ¿Desde cuándo importaba lo que quería ponerse para desayunar? Pues, desde que no quería desentonar a la par de Draco Malfoy... suspiró tocándose la frente. Al final se decidió por un pantalón negro y un abrigo tipo gabardina. Era octubre y cumpliría su función de protegerla del viento y darle un aspecto serio pero a la vez casual. Con un rápido movimiento de varita quitó las arrugas de la ropa, se maquilló un poco los ojos y labios y trató de recogerse el cabello. Deseaba dar buena impresión si acaso se encontraban con alguna amistad y tuviera que presentarla, o al menos eso se dijo para justificar su acicalamiento.

Estaba algo nerviosa cuando hizo su aparición cerca del lugar. No había respondido la carta y se preguntaba si a pesar de eso, Malfoy acudiría. La elegancia del decorado de Le Galerie la dejó sin palabras. Por supuesto que era el lugar que Draco Malfoy elegiría, no podía esperarse menos. Iba a preguntarle al maître por la mesa cuando Draco se acercó a saludarla con una gran sonrisa, vestido lo más "sencillo" que su condición aristocrática le permitía: camisa blanca, corbata gris oscuro, chaleco, saco y pantalón de un azul tan oscuro que parecía negro. El cabello caía libremente en mechones sobre su frente, contrastando con el peinado completamente fijado hacia un lado del día anterior. Se veía fresco y relajado y eso la hizo sentir cómoda con la ropa que había elegido para el día. Hermione no pudo evitar pensar en lo bien que él se veía con cualquier atuendo. Podría ir lleno de harapos que seguiría teniendo el sello Malfoy a la elegancia y gallardía.

—¡Buenos días! ¡Qué bueno que te decidiste venir! Tengo nuestra mesa lista, acompáñame —y se hizo a un lado para dejarle el paso a Hermione. Ella fue admirando los tapices y las lámparas, todo el conjunto era una lujosa sencillez. La condujo hasta una terraza con vista a la ciudad.

—Nunca hubiera imaginado que frecuentaras lugares muggles —comentó extendiendo la servilleta en su regazo.

—Tienen un excelente menú y ni qué decir de la atención. Además, me escapo de la prensa rosa. Acá también tenemos una Rita Skeeter —aseguró divertido haciendo un guiño—. ¿Lograste dormir bien?

—Estupendamente. Hace tiempo no dormía tan profundamente. Siempre me voy a dormir tarde, terminando algún detalle del trabajo que haya quedado pendiente, y me levanto muy temprano para verificar que todo esté perfecto cuando sea la hora de empezar a trabajar.

—Por supuesto, eso es muy tú.

—Voy a tener que darle la razón a Harry y aceptar que ocupaba sacar vacaciones hace mucho tiempo. Le prometí que después de la reunión con el ministro, no volvería a pensar en trabajo hasta que regresara el lunes a Londres.

—¿Sólo dos días para recorrer París? No nos va a alcanzar el tiempo —Draco bebió de su té tranquilamente, pero Hermione casi se atraganta con un trozo de queso por el comentario. ¿Tendría que verlo al día siguiente también? ¿Era eso algo bueno o malo? Él pareció percatarse de lo que había dicho y algo cohibido se disculpó—. Lo siento... nuevamente interfiriendo en tus planes. Quizá ya estás lamentando el habernos encontrado para desayunar —ella negó con la cabeza.

—Hoy tenía planeado hacer un tour por los lugares más próximos a la ciudad, pero mañana quiero visitar la Biblioteca Nacional. Me han hablado maravillas de la Sala Oval de la sede Richelieu. Aunque sé que como turista no podré tener acceso a los libros, sólo estar ahí debe ser increíble. Su riqueza arquitectónica, el ambiente, el saber que hay millones de libros, además de monedas, mapas y mucho más, todo con un incalculable valor...

—Algo podremos hacer para que nos permitan entrar a esa sala de lectura —cerró un ojo pícaramente mientras untaba más mantequilla a su rebanada de pan.

—Malfoy, ¿en serio harías eso por mí? —había ilusión en sus ojos. Se imaginó poder siquiera tocar alguno de aquellos libros con sus propias manos.

—Granger. No soy quien solía ser en el colegio. Déjame demostrarte mi verdadero yo.

—¡Harry y Ron no se lo van a creer!

—¿Que hayas podido entrar a una sala de lectura de la biblioteca más grande del país, o que sea precisamente yo quien haga posible todo eso? Supongo que ambas —sonrió sin darle tiempo a responder—. Me gustaría ver sus caras, sobre todo la de Weasley cuando se lo cuentes. ¿El odioso Malfoy de guía turístico? Tendrás tema de conversación para rato, te lo puedo asegurar.

Hermione se sorprendió de cómo Draco se tomaba las cosas. Si bien tenía razón, dudaba que ella pudiera contar todo lo que había vivido con él en pocas horas y que le creyeran. Pero es que a ella misma le costaba un mundo aceptar que ese joven amable y social fuera el mismo que les había hecho la vida imposible durante muchos años, aunque claro que al final se había redimido, por decirlo de alguna forma. Ella tenía la sospecha de que él quería que ella conociera esa nueva faceta. Y ella estaba más que dispuesta a conocerla.

Fin de semana en ParísWhere stories live. Discover now