13. SÚPLICA

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-Sé que ya es tarde y que mañana regresas temprano a Londres, pero ¿te gustaría un último paseo por Champs-Élysées? -preguntó Draco una vez que salieron del restaurante tratando de aprovechar los últimos minutos a su lado.

Hermione asintió y luego de aparecerse en la Plaza de la Concordia, caminaron despacio por la famosa avenida de aproximadamente dos kilómetros de longitud, catalogada como una de las más hermosas del mundo. La noche estaba despejada, con la luna en cuarto menguante surcando el cielo y el paisaje otoñal adornando la "Ciudad de la Luz".

Mientras avanzaban, comentaron la arquitectura de los diferentes museos y tiendas de lujo que iban apareciendo. A pesar de que estaban bien abrigados, a medida que caminaban, la temperatura empezó a bajar aún más, por lo que cuando iban cerca de la mitad del recorrido, decidieron sentarse bajo unos hermosos árboles y Hermione invocó un pequeño frasco de vidrio de entre su bolso de cuentas y conjuró llamas azules para mantenerlos calientes.

-Malfoy, me gustaría poder agradecerte de alguna forma todo lo que has hecho por mí estos días. Me acompañaste a los sitios que quería conocer, pagaste cuentas, me invitaste a tu casa...

-No es necesario, Granger, de verdad -a Draco le dolía que volviera a usar su apellido, cuando, de manera inconsciente, lo había llamado en cuatro ocasiones por su nombre de pila en la biblioteca-. Todo lo he hecho con mucho gusto.

-Me siento en deuda contigo... -murmuró-. Tú has hecho mucho por mí, y yo no he hecho nada por ti.

-¿Nada? ¿Estás segura? Aceptaste que, siendo Draco Malfoy, cenara contigo el viernes, accediste a desayunar conmigo ayer y hoy, dejaste que te mostrara la ciudad y que fuera contigo a la biblioteca; por último, permitiste que cenáramos juntos y te acompañara en tus últimas horas aquí...

-Para mí eso no cuenta como haber hecho algo por ti -refutó.

-Para mí sí cuenta. Sé que te hice mucho daño, Hermione -pronunció lentamente su nombre-. Y a pesar de eso, me has dado la oportunidad de mostrarte mi otra personalidad. Eso no tiene precio.

-Hicimos un trato, Malfoy. Acordamos que no íbamos a volver a tocar el tema del pasado -recordó.

-Lo sé, pero después de lo que hemos compartido estos días, quiero que escuches lo que tengo que decir antes de que regreses a Londres. Cometí muchos errores en el pasado; sí, muchos de ellos obligado por las circunstancias. Sin embargo, otros fueron por decisión propia. Yo decidí insultarte, humillarte, burlarme de ti -se apuntaba su propio pecho con el índice y arrastraba las palabras recalcando cada una-. Y no sabes lo mucho -enfatizó- que me arrepiento de haberme comportado como el idiota más grande del mundo contigo. Porque estos tres días me han mostrado que eres la mujer más especial que he conocido y me duele profundamente no haberme dado la oportunidad de conocerte en Hogwarts, de haber caído en el juego de la rivalidad de las casas, del estatus de la sangre y de incluso, haberme dejado llevar por la envidia, porque siendo hija de muggles, y descubriendo la magia hasta tus once años, eras mejor estudiante que quienes vivimos rodeados de ella desde el nacimiento. Hoy sé, con certeza, que no merecías las estupideces que dije o hice. Sí, has hecho mucho por mí, Hermione, me diste la oportunidad de mostrarte al Draco Malfoy de ahora. Sin máscaras, sin miedos, sin odio. He sido completamente transparente. Porque deseo que olvides lo injusto que fui contigo y que, de corazón, me perdones. Sé que algún día quizá también deba pedirle perdón a Potter o a Weasley, y a muchos otros, pero creo que a nadie le hice más daño que a ti. Por favor, Hermione -deseaba casi que arrodillarse y tomarle una mano, pero se abstuvo para no perturbar aún más a la muchacha-, perdóname -musitó suplicante con la mirada fija en la de ella.

Hermione estaba inmóvil en su asiento, incapaz de articular una sola palabra. Draco tenía una mirada triste y llena de arrepentimiento; ella podía sentir el dolor a través de su súplica. El rubor había cubierto su rostro pero no podía despegar sus ojos de él. Se debatía entre decirle que lo perdonaba y besarlo con pasión o huir y aparecerse en su hotel para luego buscar la forma de olvidar los últimos tres días de su vida. Pero ella no era una cobarde. Suspiró para llenarse de valor.

-Draco, este fin de semana conocí a un gran hombre. Físicamente ese hombre se parece mucho a un niño malcriado y arrogante que conocí en mi infancia, pero es tan diferente a él como el día lo es de la noche. Quiero que sepas que hace cuatro años perdoné a ese niño y que estoy muy feliz de haber conocido a este otro Draco caballeroso, generoso, paciente y con buen sentido del humor. Me gustaría que otros vieran en ti lo que me has mostrado, además, deseo que alguna vez te decidas a ayudarnos en el ministerio británico, porque tienes valiosas ideas -sonrió, presionando con cariño, su antebrazo derecho. Ambos sonrieron mientras trataban de descifrar sus miradas.

-Gracias -murmuró-. Sé que eres sincera y lo aprecio.

-Y ahora, creo que es mejor que me vaya -Hermione sentía una especie de presión en su pecho y deseaba poner fin a ese sentimiento dando por terminada la velada-. Es muy tarde y debo prepararme para regresar a casa.

-Por supuesto -respondió él. Se levantaron y ella apagó el fuego azul. Draco deseaba tener otro tema de conversación con tal de alargar el tiempo a su lado; pero ella había acercado su mano derecha a manera de despedida. Él le dio un suave apretón que duró unos segundos más de lo habitual pues no quería dejarla ir. Ella tampoco quería soltarlo, pero no había otra opción.

-Muchas gracias, Malfoy -pensó que lo mejor era volver a usar su apellido para mayor formalidad.

-Hasta pronto, Granger.

Y como si todo hubiera sido un dulce y hermoso sueño, ella desapareció de su vista.

Fin de semana en ParísWhere stories live. Discover now