14. SOLEDAD

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Hermione regresó a la habitación de su hotel. Su mano aún sentía el contacto de Draco, que, a pesar de los guantes, había provocado en ella mil emociones. Se dispuso a preparar su maleta y decidió que no utilizaría magia pues necesitaba distraerse con algo para alejar sus pensamientos.
A las ocho de la mañana del siguiente día, estaba esperando a que se activara el traslador, una simple cuchara, que la regresaría directo a su oficina del ministerio. Había dormido escasas cuatro horas, pero minutos después ya estaba entre los suyos, y el trabajo diario y la rutina tendrían que hacerle olvidar el magnífico fin de semana que había tenido.

Desde la semana pasada había quedado de reunirse después del trabajo con Harry, Ron, Ginny y Luna en el Caldero Chorreante. Todavía se debatía entre si contarles o no acerca de su encuentro con Malfoy. Las horas pasaron volando entre informes sobre su viaje y los imprevistos que se presentaron con un expediente que estaba listo para enviar al Wizengamot. Había preferido no ir a almorzar para evitar reflexionar sobre su vida, la cual descubrió que era aburrida tras su fin de semana en París.

Hermione llegó a su departamento, se bañó rápidamente, vistió algo sencillo y se transportó por Red Flu hasta el Callejón Diagon llegando minutos antes de la hora acordada. En una mesa apartada del resto, estaba Harry. Ella saludó efusivamente a su casi hermano.

—Los demás ya deben estar por llegar —comentó él—. Yo me adelanté porque tengo algo que contarte. Voy a pedirle a Ginny que se case conmigo. ¿Crees que aceptará?

—¡Por supuesto, Harry! —lo abrazó emocionada—. ¡Lleva años deseando que se lo pidas!, creo que desde que tenía diez años —le sonrió divertida y él se sonrojó—. ¿Cuándo se lo pedirás?

—Este sábado. Tengo todo preparado desde hace varios días y quería que fueras la primera en saberlo.

—Yo también tengo algo que contarte —anunció con cierto temblor en su voz—. ¿A qué no adivinas a quién me encontré en París?

En ese momento aparecieron los demás amigos y Hermione inmediatamente cambió de actitud y de tema, lo que dio a entender a Potter que lo que tuviera que contarle, su amiga no quería que los demás lo supieran. Durante dos horas, ella comentó lo genial que lo había pasado en la capital francesa, de lo rico que había comido y de lo dolida que estaba porque su fin de semana hubiera pasado tan rápido, manifestación que no pasó desapercibida para Harry, pues conociéndole la faceta trabajólica de Hermione, era por demás increíble que hubiera lamentado que sus vacaciones terminaran. Sospechó que algo realmente importante le había pasado a su amiga durante esos días, y que tenía que ver con la persona que había visto pero que no había alcanzado a decirle el nombre.

Luego de comer cada quien se fue a su casa, pero Harry no pudo aguantar más la incertidumbre y una hora después se apareció por la chimenea del bonito departamento de su amiga. Ella estaba en penumbras, sentada en un mullido sillón rojo, con las piernas pegadas al pecho y su cabeza entre las rodillas, completamente sumida en su soledad.

—Sabía que vendrías —murmuró sin emoción. Con un ágil movimiento de varita, Harry iluminó la estancia. Lentamente ella alzó su rostro dejando al descubierto una mirada triste.

—A quién te encontraste, Hermione, y por qué estás así... —se sentó a su lado y la abrazó. Su voz denotaba una profunda preocupación.

—A Malfoy —susurró volviendo a esconder su rostro entre las rodillas—. Cené y almorcé con él tres veces, desayuné dos, y fuimos juntos a todos los lugares que les conté en el Caldero Chorreante, con él...

—¿Con Malfoy? —parpadeó incrédulo—. ¿Draco Malfoy?

Hermione asintió, sacando una foto que había mandado a revelar en la mañana con el fin de tener algún recuerdo de Draco, se la entregó al joven y volvió a esconder su cara con las manos. Contarles a sus amigos su experiencia de los últimos tres días no había hecho más que revivir el dolor que la separación de la noche anterior, había ocasionado. Harry no pudo evitar abrir la boca por el asombro. Efectivamente, en la foto podía verse a su antiguo rival del colegio con la Torre Eiffel de fondo, sonriendo.

Fin de semana en ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora