6. LÁGRIMAS

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—¿Preparada para caminar? —le preguntó al levantarse de la mesa—. Hoy no se vale usar la magia.

—¡No puedo creer que dijeras eso!

—París ya tiene su magia —le guiñó un ojo—. Solamente si estamos muy cansados nos apareceremos. Pero para conocerlo a fondo en un día, hay que caminar. Aunque claro, muchas cosas se quedarán por fuera. Debieras considerar quedarte más días.

Salieron de La Galerie y caminaron hacia el Arco del Triunfo, lo que les tomó quince minutos. Hermione llevaba consigo una cámara fotográfica muggle y luego de enseñarle cómo usarla y tomarse algunas fotos, pasaron a la Torre Eiffel. La experiencia que estaba viviendo era única. Jamás hubiera imaginado que Draco fuera tan buen compañero de viaje; hacía comentarios sobre la arquitectura, diseño, materiales e incluso mencionó los cuidados necesarios para mantenerla bella.

—¿Cómo es que sabes todos esos detalles?

—Al principio, recién mudado a mi apartamento, me aburría sin nada qué hacer —"Claro, él no ocupa trabajar", pensó ella—; así que me dediqué a visitar cada lugar y ponía bastante atención a los guías. Lo que nunca imaginé es que luego le repetiría todo lo aprendido a alguien —sonrió. Hermione pensó que Draco tenía una muy bonita sonrisa; otro aspecto que desconocía de él. No había rastro de burla ni fanfarronería: esa sí que se la había conocido bien...

Hermione sabía que un tour rápido no podía incluir visitas a museos o palacios. Pero sí tenía claro que quería conocer los jardines de Luxemburgo y leer un libro tranquilamente en ese lugar. Así que, después de tomarse la infaltable foto en la explanada de Trocadero —ella insistió en tomarle una a él—, se dirigieron al lugar. Era la una de la tarde cuando llegaron. Eligieron el lugar adecuado para descansar, algo alejado del bullicio de los turistas. Hermione sacó de su pequeño bolso de cuentas, una manta y un libro muggle. Draco tomó la manta y realizó un encantamiento de ampliación para agrandarla y así pudieran usarla cómodamente los dos, manteniendo algo de distancia. Posteriormente, ella invocó una botella de cerveza de mantequilla y dos vasos.

—¿Qué más traes en ese bolso? —preguntó divertido.

—Todo lo que pudiera necesitar —la joven se ruborizó—. Medicinas, ropa, libros... ya no recuerdo. Fue bastante útil durante la búsqueda de los horrocruxes, pues gracias al encantamiento de extensión indetectable, pude llevar desde una tienda de campaña mágica, hasta un cuadro... en fin... uno no sabe qué y cuándo algo puede ser útil.

Draco se acostó en la manta, entrelazó sus manos detrás de la cabeza y cruzó sus pies a nivel de los tobillos.

—Es curioso cómo las circunstancias nos llevaron a aprender diferentes hechizos, ¿verdad? Aún estando en el mismo año escolar, llegó un momento en que nos tocó vivir circunstancias diferentes que nos llevaron a adquirir conocimientos distintos... estoy seguro de que sabes hechizos que ni siquiera sé que existen; así como yo, lamentablemente tengo conocimientos en magia muy oscura, cosa que para nada me enorgullece, pero que en su momento me tocó usar.

—Puedo enseñarte –comentó alzando los hombros con indiferencia—; toma algo de tiempo hacerlo bien, pero eras buen estudiante, según recuerdo. Tú me haces de guía turístico, yo te enseño cómo conjurar con éxito el "capacious extremis".

—Puede ser... —cerró los ojos—. Pero de momento, te dejaré leer. Ya he intervenido mucho en tus planes como para también cambiar este. Mientras lees, yo descansaré.

Hermione se recostó al árbol y empezó a leer; sin embargo, ocasionalmente miraba de reojo a Draco. Aún le parecía increíble tenerlo ahí a su lado. Se veía tan sereno y ¿feliz? Una suave brisa empezó a correr y desordenaba sus rubios cabellos, y no pudo evitar distraerse en sus perfectos rasgos masculinos, sus trajes a la medida, su blanca piel, sus... Draco se movió ligeramente y eso hizo aterrizar la mirada de la muchacha de sus labios directo a su libro. A ver si él la pescaba viéndolo dormitar... "Concéntrate, concéntrate", se regañó mentalmente. Sin embargo, sus pensamientos volvieron a traicionarla. ¿Hacía cuánto no estaba así, en compañía de un hombre que no fueran Ron o Harry? No había tenido ninguna cita en casi cuatro años. ¿Cita? ¿Era una cita lo que tenía con Draco?  Sacudió la cabeza tratando de alejar esas ideas. Se preguntó si alguien que los viera en ese momento, creería que habían sido enemigos años atrás. Trató de ser objetiva y se dijo que perfectamente podían pasar como una pareja y la idea encendió su rostro. Inconscientemente se llevó las manos a sus mejillas y trató de calmarse. Lo último que quería era que él la viera así y que no supiera qué contestar a sus preguntas.

Respiró profundo y volvió al libro. Si acaso había avanzado tres páginas en una hora. Volvió a regañarse y se convenció de que el problema era el tipo de lectura que había elegido. Jane Austen no era para ese momento. Devolvió el libro a su bolso púrpura e invocó un grueso ejemplar de aritmancia. La lectura ligera definitivamente la concentraría.

Antes de sumergirse en el texto, volvió a ver a Malfoy. Así dormido lucía como un ángel, y no pudo evitar recordar que ese "ángel" había hecho uso de las maldiciones imperdonables. Voldemort solía atacar pueblos muggles. ¿Estaría él involucrado en esos crímenes? ¿Cuántas muertes habría presenciado? De pronto empezó a sentir una angustia en el pecho. Quizá, igual que ella, había visto morir personas y no había podido evitarlo. Ya él le había dejado claro que mucho de lo que había hecho, había sido en contra de su voluntad. Sin poderlo evitar, varias lágrimas escaparon de sus ojos... a veces era inevitable llorar al recordar esos tiempos difíciles.

Fue un suspiro el que despertó a Draco. ¿Por qué lloraba? Trató de no moverse para no ponerse en evidencia y simuló seguir durmiendo. Minutos después Hermione secó su rostro y volvió a su libro, que, él notó, ese no era el que había sacado al llegar a los jardines. Decidió esperar unos quince minutos más para que ella se recuperara de lo que fuera que había provocado sus lágrimas. ¿Sería que extrañaba a alguien? ¿Había ido a ese lugar buscando el recuerdo de algún amor? Será que si usaba la legeremancia con ella... no ocupaba ni varita ni hablar para introducirse en su mente... pero no... no era lo correcto... él ya no hacía esas cosas. Además, lo que fuera, no era de su incumbencia, y siempre estaba la opción de preguntárselo directamente; aunque claro, ellos no se tenían la confianza para contarse secretos. Cuando la vio tranquila, fingió despertar y le sonrió.

—¡Buenas tardes!

—¡Hola! ¿Descansaste?

—Sí, pero ahora tengo hambre. No sé qué tenías planeado para el almuerzo, pero quiero llevarte a un lugar precioso en Montparnasse. Detrás de aquellos arbustos podremos aparecernos.

Fin de semana en ParísWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu