11. VERGÜENZA

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Hermione salió de la chimenea minutos antes de la hora acordada y sonrió ampliamente a su anfitrión. Draco la miró embelesado por los segundos que tardó Glondy en aparecer, según su costumbre al llegar una visita.

Glondy, ella es la señorita Hermione Granger.

—¿Tienes una elfina doméstica? —la miró atónita.

Glondy es una elfina libre —respondió la criatura con orgullo, provocando que Hermione pestañeara varias veces de la impresión.

—¿Es cierto?

—Fue mi condición para que ella se quedara conmigo en el apartamento. Pero mis padres no lo saben. Es nuestro secreto —sonrió con complicidad.

Hermione no podía evitar estar sorprendida. La elfina sonrió y desapareció. Draco tuvo la tentación de saludarla con un beso en la mejilla, pero se limitó a sonreír.

—¿Dormiste bien?

—Sí —recordó su sueño y se sonrojó un poco pero trató de disimularlo recorriendo con la mirada el lugar—. Gracias, ¿y tú?

—También —mintió. ¿En qué cambiaría la situación si le contaba que no había podido dormir por estar pensando en ella?

Hermione caminaba por la sala de estar admirando cada rincón. Era un precioso inmueble y ni qué decir de la vista que tenía.

—No esperaba menos —sonrió—. No sé por qué me asombro.

—¿A qué te refieres? —la miró con curiosidad.

—Cada detalle de este lugar te describe —habían llegado a la terraza.

—Mi madre lo decoró. No tengo méritos en esto. Ella no quería que dejara el château, pero al final aceptó con la condición de que ella elegiría el lugar y todo lo demás. Yo podría vivir con mucho menos.

—Pero no puedes negar que te gusta el lujo y todas las comodidades que da el dinero.

—No me quejo. Pero si tuviera que acomodarme a algo mucho más sencillo y austero, quizá al principio extrañaría muchas cosas, pero si no son imprescindibles, lo aceptaría —se había recostado despreocupadamente sobre la barandilla del balcón y cruzando los brazos en su pecho, alzó los hombros con indiferencia—. Tengo un trabajo y con eso vivo más que bien.

—Pues, ahora que estoy acá, me cuesta imaginarte en otro lugar que no sea este.

—Te sorprendería saber lo adaptable que soy. Después de ver cómo mi hogar se transformó en un cuartel de mortífagos y en un centro de torturas y asesinatos, hasta el rincón más oscuro y sucio podría ser el paraíso si hay paz y tranquilidad. Sólo pude pasar en Malfoy Manor una noche después de que todo terminó. Nos habían cerrado el acceso a las bóvedas de Gringotts, así que no tenía muchos galeones disponibles. Me las ingenié para cambiarlos por dinero muggle y me quedé en un horroroso hotel en Londres. Al menos ahí no escuchaba gritos, llantos, las carcajadas de Bellatrix o las aterradoras burlas de los demás. Estuve ahí hasta que el ministerio nos absolvió. Inmediatamente después de los juicios nos trasladamos a Normandía.

—Hagamos un trato —propuso—. Hoy no habrá más recuerdos tristes ni oscuros del pasado —sin percatarse de lo que hacía, Hermione había colocado una mano sobre el antebrazo derecho de Draco; un gesto que acostumbraba tener con Harry o Ron. Él, fingió no darse cuenta del gesto, aunque la suave caricia le había acelerado el corazón—. Como bien dijiste ayer, estamos construyendo un nuevo presente y futuro. Intentemos no hablar de lo que pasó. ¿Estás de acuerdo? —sonreía tan dulce que era imposible negarse.

—¡Claro! —asintió.

Hermione se percató que había tocado el brazo de Draco y rápidamente retiró la mano y ocultó su rostro volviendo su mirada hacia la ciudad. Intentó distraerse con la idea de que, desde esa terraza, París parecía tan pequeña... intentó parecer tranquila pero su corazón iba llegando a la Torre Eiffel y sus mejillas ardían. Por unos segundos había olvidado que Draco no era alguno de sus amigos, pero se había sentido tan en confianza con él por unos momentos, que le asustaba. Él tampoco estaba bien. El contacto lo había alterado y esos minutos fingiendo ver los árboles con colores otoñales y los edificios apenas visibles desde su balcón quedó perfecto para calmarse. Draco esperó a que Hermione reanudara la conversación.

—¿Desayunamos? —su mirada serena estaba de regreso. Él asintió y le mostró el camino hacia el interior del apartamento—. ¡Esto es para alimentar a todo un regimiento! —exclamó al ver la mesa llena de platillos.

—Le dije a Glondy que preparara un completo desayuno inglés. Ya sabes cómo son estos elfos. A ella le encanta consentirme y estoy seguro que preparó más de lo necesario —Draco sacó la silla para Hermione y luego se sentó frente a ella.

—¿Todavía juegas al Quidditch? —preguntó para hacer conversación.

—En el ministerio tenemos un equipo y a veces nos reunimos algún sábado para jugar contra los otros departamentos. Hace siete meses nos enfrentamos amistosamente a un equipo formado por exjugadores de los Quiberon Quafflepunchers, los que ganan casi siempre la Copa de la Liga Francesa. Por supuesto que nos ganaron, pero estuvo divertida la experiencia. A veces juego como guardián, pero en la mayoría de los partidos soy el buscador. ¿Potter aún juega?

—Ya no tanto, creo que sólo cuando nos reunimos en La Madriguera con los Weasley. En el ministerio hay un equipo, pero él no participa porque no entrenan y dice que, si no es algo serio, no le interesa.

—Podríamos hacer un reto entre ambos ministerios entonces —sonrió con picardía—. De seguro les ganamos.

—¡Qué engreído! —se carcajeó.

—Eso no ha cambiado —bromeó llevándose un trozo de salchicha a la boca.

—Ya lo veo —comentó entre risas.

Mientras desayunaban, su búho real entró por el ventanal del balcón. Draco tomó la carta, la leyó y sonriendo, la guardó en un bolsillo. Era el permiso para entrar a la Sala Oval y tener acceso a los libros que quisieran. Se alegraba que fuera a darle esa sorpresa a Hermione.

Luego de alabar varias veces más la magnífica vista, lo rico que estaba todo y divertirse con alguna que otra anécdota que contaban, se dio por terminado el desayuno y Glondy apareció para poner todo en orden y hacer unos bultitos con los bocadillos que llevarían para la media tarde y que Hermione introdujo en su bolso. El tiempo pasaba volando y sólo faltaba media hora para que abrieran la biblioteca, así que se dispusieron a salir.

Glondy está muy contenta de haber atendido a la señorita Granger y espera que pronto lo visite de nuevo. A Glondy le gusta ver reír al amito y la señorita lo ha hecho reír varias veces hoy. Glondy le agradece el hacer feliz a mi amito.

Draco miró atónito a la elfina, rojo de vergüenza, deseando tener un giratiempo para devolverse sólo dos minutos y detener a Glondy y su verborreico y efusivo discurso. Se rascó el cuello nerviosamente y de reojo vio a Hermione, quien intentaba sonreír con serenidad a la criatura. Draco comenzó a jugar con su anillo deseando que se lo tragara la tierra y taladrando a la elfina con la mirada, musitó un "gracias Glondy, puedes irte".

Hermione simulaba tranquilidad, pero también se había ruborizado, preguntándose cómo debía interpretar lo que había dicho la elfina. Sentía su corazón palpitar tan fuerte que temía que Draco lo escuchara y por un momento hicieron contacto visual. Draco rompió la tensión y musitó "se nos hace tarde", lo que sacó a Hermione de sus cavilaciones. Buscaron sus pertenencias y se dirigieron al exterior del edificio para aparecerse.

Fin de semana en ParísWhere stories live. Discover now