«Quizás otro día...», me digo mientras recuerdo al Sr. Crooper.

Sigo a Kaleigh hasta una ventanilla en donde nos recibe una empleada del área administrativa. La mujer entrada en años, de rizos castaños y cortos, la saluda con una sonrisa enternecedora y la adolescente se la devuelve. Pronto, se muestra ante mí una Kaleigh que no conozco. De hecho, no solo es simpática con la señora, si no que saluda a todos con una dulzura que me resulta impropia para su desagradable personalidad. Incluso, varios se acercan para platicar con ella y preguntarle por los estudios o su abuelo desde sus oficinas más alejadas.

«Nadie conoce el lobo que se oculta bajo su piel de cordero», pienso, sorprendida. «O yo no conozco al cordero», me veo obligada a admitir.

Tengo que interrumpir la charla burocrática un par de veces para hacerle notar a Kaleigh que está confundiendo papeles o los entrega en órdenes incorrectos. Sus mejillas se encienden por cada vez que le menciono algo y su voz se vuelve atropellada y nerviosa. Estoy convencida de que hace todo lo posible por hacer las cosas bien y da más de lo que puede.

«Quizá la prejuzgué muy rápido...».

Después de darle las cosas a la mujer y de firmar unos cuántos formularios más, nos pide que mañana pasemos a retirar el resto de los papeles. Sin embargo, en ese mismo momento, una voz familiar la interrumpe:

—No es necesario. Yo me encargaré de llevárselos a las señoritas en persona —anuncia Hayden con una sonrisa digna de galán de telenovela.

La señora lo observa por un momento de manera desaprobadora y asiente sin muchas ganas. Un segundo después, vuelve a sus tareas, diligente.

—¿Necesitan que las alcance a algún lado? —inquiere, servicial, mientras se acerca a nosotras y nos da un abrazo a cada una—. Rain —me mira de arriba abajo—, tú siempre igual de hermosa.

Trago saliva en seco ante su repentino piropo. Estoy ojerosa y sin maquillaje, tampoco me he peinado y me hice un moño desenfadado que está a punto de desarmarse. No obstante, como una gran parte de mi ropa está sucia, hoy opté por ponerme lo que encontré al final de la maleta (o armario, en este caso). Me puse un sencillo vestido corto, monocromático: de color blanco y con girasoles negros estampados en algunas partes de la tela. Es algo ajustado al cuerpo, como algo que se usaba en la década de los noventa, con los hombros descubiertos ya que tiene unas pequeñas mangas cortas, caídas a los costados. De alguna forma que no puedo explicar por qué, me siento vulnerable ante los ojos de Hayden y siento la pérdida de haber dejado en la oficina mi abrigo.

Observo que Kalegih lo mira reacia, es como si estuviera en alerta y no entiendo por qué. Supongo que no le debe haber agradado que la abrazara a ella también de esa manera tan confianzuda.

—Creo que el pueblo quiere que no veamos —analiza—. Es maravilloso que nos encontremos en todos lados. —Nos sonríe con una galantería propia de él—. ¿Quieren almorzar conmigo? Yo invito, justo salía del trabajo para ir a comer algo. Me encantaría tener un almuerzo acompañado. Es triste almorzar solo.—Pronto, sus ojos se dirigen exclusivamente a mí—. Rain, tú sabes que platico mucho, por lo que nada me agradaría más que tener la compañía de dos bellas damas.

Ni Kaleigh ni yo respondemos. Ambas sopesamos sus palabras mientras que, por inercia, caminamos a la salida. Hayden nos imita.

—Mmmm... No creo que sea... —empieza la adolescente con timidez al bajar las escaleras del ayuntamiento, cohibida.

—Tenemos mucho trabajo —concluyo en su ayuda—. No creemos que sea buena idea. Además, no traje dinero.

—No, yo tampoco —se apresura a añadir Kaleigh—. Olvidé la cartera.

No sigas la música || ¡Ya en librerías! 📚💜Where stories live. Discover now