1 [La princesa]

28.6K 1.6K 726
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


El estrés se extiende por cada fibra de mi cuerpo. Me siento en alerta, atrapada. No puedo creer lo que está sucediendo. Una gota de sudor resbala por mi mentón y sigue la curvatura de mi garganta. Tomo la tela de mi camisa y la agito en señal ahogo y calor.

¿Dónde me metí?

¿Después de pasar seis años en una universidad y estudiar una Licenciatura en Bibliotecología —más una especialización en conservación, valga decir— cómo es que terminé por acarrear los escombros de una biblioteca mugrosa que se derrumbó en mi pueblo natal?

Ah, claro. Nisiquiera me pagan. Me anoté como voluntaria.

¡Pero nadie me dijo que tendría que hacer trabajos de albañilería! Me pareció obvio que, con mi currículum, me destinarían al área de preservación o, como mínimo, me pondrían a digitalizar lo poco que quedó de los libros que se dañaron con el derrumbe. No sé, hasta la espantosa parte de la catalogación sonaría bien en un momento así, lo que sea... cualquier cosa, menos esto.

Con fuerza, intento levantar un tablón de madera que está transversal a un costado; debajo de él hay estanterías ya vacías, pero bastante chuecas y desvencijadas. Tomo aire y trato de subirlo. No puedo, es endemoniadamente pesado y no se corre ni siquiera un milímetro. Para colmo, cada vez que me agacho a recoger algo, mi blusa se desabotona en los botones superiores y deja ver más de lo que quiero enseñar.

«¡Cómo voy a concentrarme así, maldición!», pienso harta. No hace ni dos horas comenzó mi turno y aún me quedan muchas horas por delante.

Me detengo y me vuelvo a prender los botones. Solo a mí se me ocurre venir vestida como una oficinista de «ciudad».

—El maldito apodo me acompañará hasta la tumba... —gruño por lo bajo, más para mí misma que para alguien en particular.

Suspiro y observo el piso. Con disimulo, chequeo no haber dejado ningún botón sin abrochar. Pero...

«¡Oh, no! ¿Eso es una media corrida? ¡Maldición! Este era mi único par sano!».

Me muevo por las zonas que están lisas y ya han sido limpiadas. Si doy un paso en falso, no tengo dudas de que me iré al infierno: mis tacos aguja se encargarían de eso. Sé que parezco una idiota al esquivar hasta la más minúscula piedra, pero es que simplemente no sé qué hacer. Me llevo las manos a la frente y trato de respirar: los tacos y la incomodidad que me genera la ropa que traigo puesta son un combo explosivo para mi irascibilidad. Además, haberme hecho las uñas esculpidas no me ayuda en nada, cada cosa que toco parece que la levanto con asco y... ¡¿Ya se me partió una?!

—¡Ey! Princesa de Ciudad —me llama de cerca la odiosa y grave voz de Kris Parrish. Otra vez el estúpido apodo apodoque no me para de decir desde que discutimos a los cinco minutos de conocernos—. ¿Por qué no vas por unos cafés y le dices a Luke que traerás unos bizcochos? —Escucho que sus pasos se acercan, está detrás de mí; huelo su sudor mezclado con un perfume que no es tan baratocomo podría haber pensado—. Seguro que, si se los das, te tendrá hablando un largo rato y te ahorrarás todo este... sufrimiento.

No sigas la música || ¡Ya en librerías! 📚💜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora