5 [Prentender]

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Me recargo sobre la barra con pesadez y suelto un bostezo

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Me recargo sobre la barra con pesadez y suelto un bostezo. Con mis dedos, jugueteo con un hielo a medio derretir sobre una servilleta de papel. Quiero que Samuel termine de trabajar para que podamos ir a dormir. Me siento cansada y tengo mucho sueño.

En otro momento, estaría bailando y sería una de las últimas en irme. Apenas son las 3 de la mañana, pero mi cuerpo ya no da más. Las últimas semanas en el pueblo me aniquilaron, tanto física como mentalmente. Por suerte, falta poco para qué nos vayamos. Samuel ya está cerrando la caja y los empleados están terminando de limpiar el lugar, lo cual es un alivio, porque solo quiero dormir.

Luego de volver a bostezar, estiro un brazo y lo dejo caer flácido al vacío. El otro, lo llevo a mi pecho mientras sostengo mi celular con la mano. En la pantalla se ve un mensaje a medio contestar que dejé para Flo, mi amiga con la que vivía en la ciudad.

¿De qué era lo que estábamos hablando? Ya ni me acuerdo, pero conociéndola seguro que era algo de su trabajo. Flo es una persona muy pasional y hablan con tanta entusiasmo que, aunque no la entiendas, te contagia interés por sus proyectos. Sin embargo, a veces, puede resultar muy intensa y me cuesta seguirle el ritmo a sus conversaciones.

Cada vez que parpadeo, me cuesta más volver a abrir los ojos. Ni siquiera terminé mi último trago. A pesar de que dije que hoy no iba a beber, terminé por probar unas cuantas bebidas. Samuel hace magia con sus manos, prepara unas bebidas deliciosas y, hoy, me preguntó si quería ayudarlo a terminar la futura nueva novedad de la carta, un trago en el que aún está trabajando y que todavía está no se decide si agregar.

Era delicioso. Eran, porque probé tantas versiones con variaciones, algunas más sutiles y otras no tanto, que perdí la cuenta. Con una base de vodka y licor de intensas frutas como acompañamiento, Samuel me hizo dar un recorrido gastronómico impresionante. Incluso, una de las versiones contenía pimienta y especias tropicales que, a pesar de mi reticencia, encendió un fuego dentro de mí.

—Bailar te agotó, ¿eh? —comenta Samuel con una risita.

Ah, cierto, mi cansancio también se debe por eso. Al fin y al cabo, decidí que fingir normalidad por un ratito sonaba muy tentador.

Sin embargo, mi actitud alocada de las últimas horas quedó atrás. Ahora lo que necesito es un café, o un té supercalentito, y mi cama. Mi cama real, no la de mi tía. ¡Dios mío! ¡Cómo extraño mi cama! Creo que incluso hasta el colchón inflable de Cris suena más apetecible que volver a dormir en ese colchón lleno de resortes viejos que en cualquier momento me van a acuchillar la espalda que tiene mi tía.

Me arrebujo en mi suéter mientras tengo mis ojos clavados en la banda que está tocando sobre la tarima que hace de escenario. Samuel me había hablado de ellos, pero no había tenido la oportunidad de escucharlos. Para mi sorpresa, tienen talento.

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