Capítulo 17 (parte VIII)

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El rey dio un veloz vistazo a su alrededor, y luego dirigió su atención al joven

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El rey dio un veloz vistazo a su alrededor, y luego dirigió su atención al joven.

—Has crecido... —dijo sin alegría en su tono—. ¿Habrá valido la pena, la muerte de mi hermano?

Fhender antes de responder, tocó a su animal y le ordenó dejarlo solo. Su compañera gruñía y mostraba su desacuerdo con el joven; pero finalmente terminó obedeciendo.
Mientras observaba a la bestia dirigirse al campo de batalla, comenzaba a mover su báculo y dejaba su mente, completamente vacía de pensamientos. Taniel representaba muchos aspectos negativos de su vida, y no creía que dejarse influir por sus emociones lo ayude.

—¡Insolente! —continuó, intentando infundir miedo en el joven—. Deberías estar rogando que te mate rápidamente...—estirando sus brazos hacia abajo, demarcó un círculo que encerraba a ambos y comenzó a hacerlo girar.

Los extremos del círculo estaban limitados por una espesa nube de tierra, que poco a poco se iba extendiendo, quitándoles visibilidad del afuera.
El joven intentó frenar el constante movimiento del suelo, que en tan solo algunos minutos lo marearían; pero por más que intentó, lo único que consiguió fue risas de parte de Taniel.

—¿Realmente lo creés verdad? —cargando su garganta de enojo—. ¿¡Realmente pensás que podés controlar mi poder!? —elevando un brazo.

Ante los ojos de Fhender, todo era oscuridad y confusión. No solo se movía la tierra debajo de sus pies, sino también la nube que los encerraba. La poca luz que entraba, era resultado de pequeños agujeros, con el fin de contar con el oxígeno suficiente.
En un segundo intento del joven por detener ahora, la espesa nube que corría a su alrededor, una madera del tamaño de un brazo, lo golpeaba duramente en el estómago.

En el campo de batalla, los Vahianer agradecían poder contar con la cobertura de los arqueros.
Si bien, las filas enemigas habían roto las líneas defensivas de los lanceros, algunos de estos aun persistían en pie.
Alrand había dado la indicación de fase dos, y junto a su ejército montado, comenzaban la maniobra. Teilan y Aneg, sabían lo que eso significaba, y por lo tanto, actuaron en consecuencia.

—¡Preprarense! —gritaba el jefe de arqueros—. ¡Qué cada flecha cuente! ¡A mi señal!

Debajo de la muralla, cerca de la puerta, la voz de Aneg también se hacía presente:

—¡Ya vieron la señal de Alrand! —exigiendo su voz lo máximo—. ¡Diez segundos!

La fase dos era una táctica conjunta, que iniciaba con los montados. Divididos en dos grupos, marcharían en hilera por los costados de las tropas enemigas; adentrándose en las mismas e intentando cargarse la mayor cantidad de soldados. La velocidad de los gapers y las espadas de aquellos Vahianer, acabaría con más de un enemigo, mientras que el movimiento serpenteante que trazarían en la unidad real, mínimamente los confundiría.
Por su parte, los arqueros tendrían disparo libre, ya que el frente adversario no contaría con rebeldes hasta luego de diez segundos. Por lo tanto, era de suma importancia, que las flechas sean rápidas y efectivas, aprovechando tal ventaja.
Terminado el conteo, Aneg y sus tropas avanzarían en un choque inevitable, encontrándose con lo que para muchos sería, el final de la guerra.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora