Capítulo 2: Algo inesperado (parte II)

410 92 127
                                    


Los ojos color miel de Taniel revoloteaban mientras pensaba las palabras que utilizaría. Todo debía ser perfecto, no dejarle dudas ni generarle temores al joven. Milton estaba cayendo lentamente en el juego que el rey proponía.

—¿Qué hacés acá te preguntás? —decía mostrándose compasivo—. Este es tu lugar, donde pertenecés... Aquí —hacía una pausa y tocaba a Pseu—. Aquí naciste, este es tu hogar.

—Pero... yo soy —atónito.

—Huerfano, sí —volteaba para verlo—. O quizá, eso te dijeron.

Por momentos parecía que la idea de Taniel era darle respuestas, pero en ese instante lo único que generaba en el joven eran confusiones.
El santuario, estaba detrás del castillo, era un lugar al que pocos sabían llegar y contaba con guardias todo el tiempo. Los arboles Pseu y Mytri eran de real importancia para el balance del mundo. Luego de la destrucción de Mytri, ya nada había sido lo mismo.

—No, esto es un sueño —preocupado—. Esto no puede ser real —agarraba su cabeza y se encorvaba al sentir mareos.

—Eso que estas mirando, esas marcas negras sobre el suelo... son lo que quedo de lo que alguna vez fue el árbol que nos dio luz, nos hizo especiales, mejores, más fuertes —en este momento Taniel parecía más grande o así lo percibía Milton al hablar, quien seguía en con sus manos en sus ojos no queriendo creer lo que escuchaba—. Niño... entiendo por lo que estas pasando, pero es mi deber decírtelo. Vos no perteneces al mundo en el que estabas, vos fuiste fruto de Pseu y luego fuiste bendecido con la luz de Mytri... Lo sentís —seguía Taniel mientras agarraba sus hombros.

En ese momento Milton empezó a notar como su pulso se aceleraba, pero esta vez no era de miedo. «Que extraño» pensaba y empezaba a sentir un leve temblor en sus manos.

—¡Ves! —gritaba eufórico de alegría—. ¡Sos vos!, dejalo salir.

El joven no comprendía que era lo que le estaba sucediendo y al tomar consciencia el temor se apodero de él. Las imágenes que había visto aquella tarde en el parque le volvieron, como una película, se repetían en su cabeza logrando así que Milton cerrara sus ojos y se deje caer al suelo. Llorando desesperadamente, alcanzó a ver unas extrañas luces azules cerca de sus manos y la cara de asombro de Taniel.

—Ves —insistía el rey con su cara de fascinación—. Yo nunca me equivoco, sos un Mythier, o en tu lengua, un mago.

—Estoy —entre llanto y confusión—. Estoy atontando. No entiendo nada... Y no quiero entender —se levantó elevando su voz—. ¡Basta! Quiero ir a mi hogar, llevame.

—¿¡A tu hogar!? —respondía Taniel rabioso—. A ese orfanato inmundo, donde no tenés posibilidades de nada. Acá... acá serías un rey —gritaba mientras abría sus brazos.

Se generó un pequeño silencio en el que Milton pudo notar cierta desesperación en el rey, ante la idea de irse. Sabía que estaba en desventaja, en un lugar desconocido, con alguien que decía ser el rey y parecía manejarlo todo... claramente no era el momento de exigencias, tenía que intentar razonar.

—Es que... yo no sé quien piensa que soy —decía con voz apagada intentando empatizar—. Pero yo no pertenezco a este lugar. Soy solamente un chico, un adolescente, huérfano; al que la vida parecía empezar a sonreirle, hasta que apareciste. Hay una familia que quiere adoptarme, que parece quererme... Por favor ¿podés llevarme a Oportunidad?

Taniel respiró unas cuantas veces intentando tranquilizarse. Se había salido de personaje, él no debía mostrarse agresivo con el joven.

—Sí. Si lo que querés es que te lleve a tu mundo, lo haré. Aquí los días son más largos —decía bajando su voz—. Esperá hasta el anochecer y te llevaré.

Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora