Capítulo 17 (parte VI)

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Un soldado Vahianer se hacía lugar entre el ejército para poder hablar con Aneg

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Un soldado Vahianer se hacía lugar entre el ejército para poder hablar con Aneg. Por su cara y la velocidad que traía, parecía tratarse de algo urgente.

—Comandante —decía enderezando su postura—. Unos cuantos lanceros bordearon el fuerte hasta colocarse en la parte trasera. No sabemos que planean; por ahora solo permanecen allí formados.

Aneg escuchaba pero no corría su vista del seudo muro que se había formado con la explosión de aquellas torres. El enemigo se encontraba ahí detrás, y eso le comía la cabeza.

—Tengo asuntos más importantes por resolver —respondía con cierta brusquedad—. Informá al equipo rápido y a Teilan. Serán ellos quienes se encarguen si adentro se pone feo.

Con un gesto de asentimiento el muchacho se retiró.
Si bien las catapultas seguían atacando la muralla, en el campo de batalla no había movimiento por parte del enemigo. La quietud podía ser aún más perturbadora, que el ensordecedor ruido de las espadas en auge de batalla. Nada bueno podía salir de ese silencio; y Aneg sabía, que le estaban pisando la cola al dragón. La bestia, actuaría en consecuencia.
Baklo buscaba por sobre su escudo, con ojos de intriga y respiración entrecortada. Quería encontrar alguna señal en el enemigo, descifrar su plan, su siguiente movida. Pensaba que no podrían aguantar mucho más en esa espera, y temía con lo que se encontraría de ir a la búsqueda de aquellos.
No había gestos, ni ruido, ni miradas entre ellos. Simplemente, permanecían formados.
Cuando Baklo comenzó a temer por un nuevo ataque aéreo; sucedió algo, que lo atemorizó aún más. De pronto los soldados enemigos comenzaban a desplazarse levemente, dejando una espaciada línea libre. A través de esta, aparecía un hombre caminando. Desde esa lejanía, era difícil saber de quién o qué se trataba; aun así, sobre su espalda, comenzaban a surgir gritos de algunos que se lo imaginaban.

—¡Prepárense! ¡Recuerden por que combatimos!

La mirada de Baklo acompañaba la figura en su trayecto, hasta que por la altura del muro, aquella persona desapareció.

—¡Tranquilos! ¡Atentos! —decía Alrand intentando controlar sus propios nervios.

Al término de esas palabras, el suelo comenzó a temblar. Posteriormente, los bloques y escombros pertenecientes al centro de aquel muro, comenzaron a elevarse. El suelo no dejó de temblar, hasta que una gran cantidad de restos de torre estuvieron en lo alto, develando completamente la figura del rey Taniel. Con sus dos brazos elevados formando casi un círculo completo, el Mythier había liberado el paso a su ejército y se preparaba para su gran ataque.
Pese a la lejanía el rugido de Taniel, llegó a todo el campo de batalla, que acompañado del movimiento de sus brazos, desplegó ese torrente de escombro contra los Vahianer.

—¡Ciérrense! ¡Agrúpense! —gritaba Baklo mientras en su mente se representaba el fin.

—¡Al suelo! ¡Abandonen los gapers! —decía Alrand mientras se tiraba al piso.

—¡Todos al suelo! —acompañaba Aneg sin más.

Los lanceros que un tiempo atrás se encontraban divididos en tres frentes, ahora se habían unido de tal manera que cada escudo tocaba la pierna de quien tenía adelante. La posición era lo suficientemente cerrada como para amortiguar un impacto de soldados montados; pero Baklo no creía poder resistir lo que se venía. Aun así, era el capitán de su cuadrilla y daría batalla hasta ya no tener más aire por respirar.

—¡Lanceros! ¡Unidos! —el ruido de los cascos guardándose por debajo del escudo fue lo último que alcanzó a escuchar, ya que el sonido del viento era lo único que ahora podía escucharse.

Baklo con su mirada en el suelo, implorando solo él sabe con qué palabras, escuchó el tremendo sonido del impacto. Permaneció algunos segundos, inmóvil, sin entender que sucedía. Él se encontraba en la primera fila. Había escuchado el impacto, pero no lo había sentido. Tampoco creía haber oído gritos de los soldados que lo acompañaban. Por unos segundos, creyó haber muerto. Hasta que un grito proveniente de Oriana, lo obligó a abrir sus ojos.

—¡Es Fhender! —gritaba de alegría mientras observaba lo que sucedía.

Precediendo a los lanceros se encontraba la gran mascota del Mythier cargando a Germanus, quien a pesar de ciertas marcas, estaba listo para continuar con el combate; y por delante de estos, se hallaba Fhender, que no solo frenaba el ataque con un poderoso campo de fuerza, sino que también redirigía los escombros alejándolos por su derecha.


NicoAGarcía

NicoAGarcía

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Fhender: La rebelión de los Vahianer ©Where stories live. Discover now